lunes, 21 de mayo de 2012

Una buena palabra

El eminente economista norteamericano William Boumal, co-autor de "Good capitalism, bad capitalism and the economics of growth and prosperity" realiza una clara distinción de lo que llama capitalismo "malo" u "oligárquico" que es el que proliferó en las dictaduras militares latinoamericanas de la década del '70, y que no puede exhibir un solo ejemplo de desarrollo exitoso. Al contrario, sus objetivos no están puestos en el desarrollo, sino en la preservación de un poder concentrado, autocrático y vinculado a un estrecho núcleo de intereses dominantes. Podría decirse que es el causante del fracaso de muchas sociedades sumidas en la frustración económica y social. En realidad, es una tergiversación que Boumal y otros autores llaman también "capitalismo de amigos" o "capitalismo clientelista," y no conduce al crecimiento ni a la prosperidad. Es característico de las mencionadas dictaduras de los países de América latina, de algunas repúblicas de la ex-Unión Soviética y de países de Medio Oriente y Africa. Rige en ellos la propiedad privada y hay empresas, pero las empresas son funcionales al poder de turno o son empresas de los amigos del poder. La cultura productiva es sustituida por una cultura rentista que concentra el ingreso y acrecienta las desigualdades. En consecuencia, crece la informalidad, la burocracia  y la corrupción. Los que logran excedentes lo acumulan afuera, lejos del oportunismo que pudo haberlos beneficiado.
Lamentablemente, lejos de ser una huella de las dictaduras del pasado, el capitalismo  malo está hoy presente. Disimula su vocación autoritaria tras una fachada nacionalista, populista y caudillista Es funcional al proyecto de poder.
¿Cuál es el paso inicial para consolidar una estructura de poder clientelar y legitimar el proyecto político autocrático? La captura de la renta de los recursos naturales (agricultura, petróleo, minería, etc.)
La apropiación de dicha renta es una maniobra que requiere de toda una hilera de burócratas, el semillero del que saldrá la próxima generación de "amigos" del poder de turno. Ellos van a fomentar, luego, el capitalismo malo, el capitalismo de amigos.
La segunda consigna es el acoso a los capitalistas que no están, como los primeros, bajo el ala del estado, aquellos que no tienen nada que ver con la camarilla del poder de turno. Los capitalistas clientelistas denostan a los otros como simples cultores de la "codicia corporativa," tanto más si los activos fijos (caños, redes, cables, plantas, antenas, etc.) están en infraestructura relacionada a servicios públicos. Allí, el discurso antiempresa se hace más famoso más en la sociedad, sobre todo cuando se martilla la conciencia pública con las ganancias pasadas y la falta de inversiones.
Los empresarios no adictos sirven como chivo expiatorio de los males presentes, como potenciales destinatarios de nuevas exacciones. Todo es coyuntural a la organización económica funcional al proyecto de poder. Algunos que no están de acuerdo se van y, en su lugar, aparece una nueva clase empresaria más cortesana con el gobierno. Pero como la estrategia es el poder por el poder mismo, todo es contingente y cortoplacista, también las amistades empresarias.
Como el corto plazo lo domina todo, la escasez de inversiones en capital fijo impera. Ni siquiera los amigos están dispuestos a asumir los costos de recomponer insumos y apostar al futuro cuando la necesidad del presente lo domina todo. La descapitalización de los sectores de infraestructura y energía se vuelve indisimulable. Y hasta presenta ejemplos luctuosos en algunos servicios públicos. Mientras tanto, se acumulan pasivos futuros de magnitudes siderales.
Sin embargo, hay que destacar que oponerse a este tipo de capitalismo forma parte de la causa del verdadero capitalismo, así como oponerse a la inquisición forma parte de la causa del verdadero cristianismo y oponerse a la demagogia forma parte de la causa de la verdadera democracia.  La versión populista del capitalismo, el capitalismo oligárquico, no cierra ni por acumulación ni por distribución. En cambio, incentiva una cultura rentista y desigualitaria.
Los socialistas de todas las tendencias afirman que el verdadero marxismo nunca fue aplicado en el mundo. Si un "verdadero capitalismo" existió o no alguna vez, es motivo de otra discusión. Sin embargo, a diferencia del "verdadero socialismo," el capitalismo simplemente funciona allí donde se lo deja sin ser molestado. Las ideas de Marx, en la misma y exacta proporción en que fueron implementadas, dieron lugar a una miseria, hambruna y esclavitud humanas sin precedentes. Por eso, es preferible el capitalismo defectuoso al socialismo defectuoso en cualquier momento. Los frutos del capitalismo pueden ser usados para el mal, y son, sin duda, utilizados de esta manera por el estado. La burocracia se alimenta de la producción de las empresas privadas. La experiencia histórica demuestra que el estado se vuelve más rico en términos absolutos con el capitalismo que con cualquier otro sistema. Pero esta es meramente una acusación práctica y moral del estado, no del capitalismo.
Paradójicamente, no es esta faceta negativa del capitalismo lo que lleva a los anticapitalistas a serlo. Para ellos, el problema no es que el estado mantenga estos "amigos," estos "clientes." El problema no es que mantenga toda una burocracia que llega a ser hasta monstruosa: el problema es el espíritu emprendedor sin restricciones. Vale decir, todo pasa por resentimientos y complejos sociales.
Al anticapitalismo se lo define mejor, parafraseando a Mencken, por el temor de que alguien, en algún lugar, se esté haciendo rico. De modo significativo, la objeción anticapitalista no es con la burocracia mantenida por el capitalismo, es con el capitalismo que mantiene a la burocracia.
Algunas palabras son dramáticas y los conceptos que representan también lo son. Democracia es una palabra que parece demasiado idealista en un mundo que aún dista mucho de ser perfecto. Pero este ideal, en la medida en que se le permite florecer, señala el camino hacia un futuro de armonía y abundancia. Lo mismo pasa con el capitalismo. Brasil, Chile, Perú y Uruguay parecen estar encaminados en el verdadero capitalismo. ¿Se puede decir lo mismo de la Argentina? Así como no podemos permitir que se tergiverse el cristianismo o la democracia, no dejemos que se tergiverse el capitalismo, esta buena palabra para el más grande sistema económico en la historia de la raza humana.

martes, 15 de mayo de 2012

Pueblos originarios

Los intelectuales McZurdos (porque Arturo Jauretche decía que los intelectuales argentinos suben al caballo por la izquierda y bajan por la derecha) tienen un espléndido recurso para posicionarse en esa imagen de progresismo social que tanto les interesa para conseguir horas de televisión en cuanto canal de cable se les cruce en el camino, nombramientos en cátedras universitarias, y viajes a congresos y seminarios, entre otras conveniencias: reivindicar la causa de los pueblos originarios.
Para asegurar su imagen de revolucionario imbuido de sensibilidad social, el intelectual progresista escribe toneladas de libros denostando el ingreso de los colonizadores europeos al Nuevo Mundo como culpables de traer la explotación, el saqueo y la brutalidad que hicieron posible la instauración de los actuales países cuyas transacciones económicas se realizan en dólares que el intelectual progresista cobra por vender sus libros.
El intelectual progresista va a describir con lujo de detalles todo tipo de crímenes de los conquistadores europeos contra los indios, pero no va a mencionar que a mediados del siglo XV los incas cometieron un genocidio contra los chancas, una etnia que habitaba a ambos lados de la actual frontera peruano-boliviana, gracias a lo cual terminaron de consolidar su gran imperio, porque sabe que si pone eso no vende un libro.
¿Y por qué nuestras transacciones se realizan en dólares o en euros, pero no en semillas de cacao como los mayas? Porque una vez una cultura determinada ha echado raíces, una vez que se ha producido el arraigo de una cultura dominante y, entonces, predominan esos valores y esa cosmovisión, no es bueno intentar que la historia retroceda y la mentalidad social involucione a unos míticos orígenes que ya nadie es capaz de esclarecer y que, de reimplantarse (algo que es obviamente imposible), lo único que lograrían es condenarnos al fracaso permanente. No tiene ningún sentido insistir en un rencoroso discurso indigenista y tercermundista que, como perro que se quiere morder la cola, no va a ninguna parte y lo único que consigue es exacerbar odios y resentimientos y bloquear el camino del progreso. Es verdad que las colonizaciones se hicieron a sangre y fuego y nadie niega las atrocidades cometidas entonces, pero esto encierra una ironía: sin esas exploraciones, conquistas y acciones, el mundo no sería el mundo. El mundo comenzó a cobrar forma tal como lo conocemos hoy a partir de 1492. En los últimos cinco siglos hubo acciones abominables, pero también admirables. Hubo destrucciones, pero también construcciones. Hubo saqueos, pero también actos de arrojo y sacrificio. Los revisionistas señalan el pillaje y la sed de oro de los conquistadores, pero no sería posible comprender la conquista de América en su totalidad si se le quita su faceta atemporal: la evangelización. Junto al saco de oro, la pila bautismal. Fray Bartolomé de las Casas lo afirmó categóricamente: "Los indios fueron descubiertos para ser salvados."
La conquista fue grande y heroica; fue violenta y abominable. No debiéramos negar ninguno de ambos aspectos, tampoco intentar reconciliarlos.
Pero los revisionistas sí niegan uno de ellos o intentan reconciliar a ambos porque después de la caída del comunismo en todo el mundo es el único recurso que les queda para llevar adelante su objetivo de socavar la credibilidad en los valores de Occidente. La consigna es sentirnos culpables. Hemos avanzado sobre el territorio del "buen salvaje" de Rousseau. Hemos fundado ciudades. Hemos trazado caminos y ferrocarriles. Hemos establecido escuelas, colegios y universidades. Hemos levantado comercios e industrias. Hemos sancionado constituciones. Hemos promulgado códigos civiles. penales y comerciales. Hasta hemos evangelizado. Hemos predicado la Biblia donde antes se adoraban árboles, no existía el matrimonio (heterosexual o gay), y se efectuaban sacrificios humanos.
Y como nos sentimos culpables, vamos al "shopping center" y compramos los libros que el intelectual progresista vende. Tal vez de esa manera la conciencia nos pese un poco menos. Y la billetera del intelectual progresista pesará un poco más.  
Julio Argentino Roca realizó la conquista del desierto. La Argentina se hizo así. ¿Y qué?
Estados Unidos pasó a ser, desde su independencia en 1776, un país no muy extenso de 13 estados hasta convertirse en un gran país "de costa a costa" de 50 estados. Ese país se hizo así. ¿Y qué?
Cuba tiene once millones de habitantes y un gobierno comunista. El primer aspecto es grande y heroico. El segundo, violento y abominable. Yo no niego ninguno de ambos aspectos. Tampoco intento reconciliarlos. Así se hace, señores revisionistas.
Hay un pueblo originario de tres mil años que se llama Occidente. Sus principales características son la cultura greco-romana, el derecho romano, la familia monogámica, la religión monoteísta, la investigación científica, la tecnología y el progreso como objetivo en todos los campos. Es esa herencia helenística que moldea nuestra lengua, nuestra cultura, nuestras instituciones, nuestro modo de construir ciudades, de vestirnos y de alimentarnos, nuestro ser y quehacer, nuestras actividades cotidianas a través del tiempo, hasta nuestra forma de decodificar la realidad. Es absurdo, entonces, pretender que esa cosmovisión, toda una visión global de la vida, nada menos, sea reemplazada por otra. ¿Cuál sería, además, la alternativa? ¿El incanato? ¿La teocracia azteca? ¿La ignota y enclenque cultura tuyuca perdida en algún rincón de la selva amazónica? ¿Los kiribaties de la Micronesia y su culto a los huesos de los muertos? ¿Los sakalavas de Madagascar y su sistema de castas y esclavos? ¿Los jíbaros reductores de cabezas? ¿El canibalismo? La respuesta es no, gracias. Nuestra identidad, nuestra tradición, nuestra cultura, nuestra herencia; nuestra cosmovisión, en definitiva, es Occidente, con todo lo que trae.

viernes, 11 de mayo de 2012

The Bill Clinton

Los graves incidentes registrados ayer en la legislatura de la provincia de Buenos Aires ilustran de forma fehaciente, elocuente, cuál es el punto clave de la estrategia del kirchnerismo para mantenerse en el poder: la construcción de un enemigo externo como una manera de exculpar la mediocridad y la incapacidad con que están administrando el país.
Los  violentos enfrentamientos entre productores rurales, que se oponían a una suba de impuestos, y miembros de "la Cámpora" que intentaron impedirles que ingresaran al recinto de la Legislatura causaron al menos seis heridos. Además, hubo vidrios rotos, volaron piedras y hasta un matafuegos. "Hubo mujeres golpeadas," aseguró una productora de Chivilcoy. Otro ruralista afirmó: "Los de la Cámpora empujaron, presionaron y rompieron dos garitas de vidrio. Con esos vidrios se lastimaron." Estos actos republicanos de una talla cívica ejemplar crean, sin duda, el ambiente propicio para que los capitales de todo el mundo vengan a invertir a la Argentina, una republiqueta bananera del tercer mundo a cuyo lado Uganda ya parece Austria.
La Argentina logró construirse y proyectarse al mundo con una identidad singular y respetable a partir de los ilustrados constituyentes liberales de 1853. Mitre y Sarmiento delinearon el modelo que Roca perfeccionó. Así, la educación, el trabajo, la familia, el respeto, el disenso, la justicia independiente, el funcionamiento neto y transparente de las instituciones, fueron los valores simples, claros, nítidos que formaron y engrandecieron al país. Por el contrario, hechos tan lamentables como los de ayer degradan y deforman la república y socavan el tejido social. Con un sistema de partidos políticos sumido desde hace una década en una profunda crisis y con una oposición incapaz de erguirse como alternativa valedera, el kirchnerismo se siente a sus anchas para moverse con la impunidad y prepotencia que lo caracteriza. No por nada, el lema convocante del acto de la presidenta en Vélez dos semanas atrás fue "Unidos y organizados."
¿Unidos y organizados para qué? ¿Para amedrentar, para empujar, para tirar piedras, para romper vidrios, para insultar? ¿Usted y yo no tenemos derecho a saber para qué se une y se organiza esta gente? Más aún cuando el importante estadio de Vélez Sársfield, el quinto más grande del país, fue alquilado presumiblemente a un costo de varios cientos de miles de dólares del dinero de los contribuyentes. Dicho de esa manera, esa consigna plantea una gran incógnita que el gobierno tiene la obligación de resolver. Claro que la distribución de la pauta publicitaria que efectúa el gobierno, que no tiene otra finalidad que recompensar a los medios afines al oficialismo y castigar a los que evitan caer en la docilidad, no ayuda.
Así, los muchachos kirchneristas se muestran como militantes puros y reciclan su poder a través de la permanente construcción de enemigos. Tanto es así que hasta se autodenominan "soldados de Cristina."
Esto nos retrotrae a otras épocas en las que había gente que decían que eran "soldados de Perón," actitudes en todos los casos que arrojaron resultados nada felices. ¿Por qué, mejor, no son todos civiles?
Y para los que asumen la igualmente nada feliz actitud de justificar lo injustificable, será mejor que no recurran a sus viejas estratagemas porque lo único que van a conseguir va a ser quedar muy mal parados. ¿Ignoran, acaso, que su arma de elección, la dialéctica marxista, es una pieza de museo? El escritor Osvaldo Bayer acaba de afirmar que "mientras haya villas miserias, no habrá democracia." O sea, nunca habrá democracia. En todos los países del mundo hay villas miserias, incluso en Cuba, aunque Bayer y muchos otros no lo quieran admitir.
A cualquiera de nosotros nos resultaría inconcebible que en Estados Unidos una agrupación llamada "The Bill Clinton" o "The Franklin Roosevelt" irrumpa en la legislatura de Baltimore, Maryland, y cause siquiera una décima parte de lo que causó la Cámpora ayer en La Plata. Aunque esto es otro tema. Ya estamos hablando de Estados Unidos, un país donde hay villas miserias, pero felizmente, no hay "soldados de Obama."  
.

viernes, 4 de mayo de 2012

Volver a amar

Hubo una diputada que votó ayer entre lágrimas. Dijo que la vida había sido demasiado generosa con ella como para permitirle participar de la estatización de YPF. Es como si yo me pusiera a llorar por la siguiente causa: el capitalismo es el mejor sistema económico de la historia.
Vamos por partes. La gente tiene todo el derecho del mundo a tener pasiones políticas; ella tiene las suyas, yo tengo las mías, pero hay que enfrentar la realidad, y más aún cuando se tiene la responsabilidad de un  cargo público (que no es mi caso).
El hombre es un ser de símbolos. Eso es porque el hombre es un ser social por definición y justamente por eso hay un anhelo de pertenecer, de sentirse parte de algo que compartimos con el semejante. Sin duda, un símbolo que aglutina de esta manera al pueblo argentino es la causa de las Islas Malvinas. ¿Cuál es la relación con YPF? Ambas son caras a los sentimientos del pueblo. Y como para que no queden dudas de quién está gobernando, su estatización  fue manejada con los mismos cánones con que, históricamente, se ha llevado adelante el tema Malvinas: nunca se planteó una estrategia seria para acercarse a estas islas, y el gobierno que tuvo las actitudes más incoherentes de todos es el actual. Para dar un ejemplo, recordamos que en febrero, el gobierno impidió a dos cruceros turísticos desembarcar en Ushuaia, y luego recomendó a una veintena de empresas dejar de comprar productos británicos. El Reino Unido protestó enérgicamente por ambos hechos, y luego transmitió su inquietud a la Unión Europea. Resultado: pérdida de tiempo y enfrentamientos tan estúpidos como inútiles.
Así, la empresa de hidrocarburos nunca tuvo un proyecto serio de expropiación que respetara mecanismos constitucionales. En realidad, no hay nada que tenga un proyecto serio de ejecución, desde Malvinas hasta YPF pasando por la economía, la inflación, la inseguridad y la independencia judicial, por nombrar algunos tópicos. Lo único que tiene un tratamiento serio es el conformismo  y la obsecuencia. Si es cierto lo que dice el gobierno de la conducción privada de YPF, los funcionarios serían cómplices del vaciamiento y de la falta de inversión. El gobierno avaló la gestión de Repsol y de la familia Eskenazi hasta hace apenas cuatro meses. Si no fuera cierto, se estaría ante una monumental arbitrariedad del estado cometida contra una empresa privada, arbitrariedad que no puede ser lavada con las lágrimas de algún corazón apasionado. En eso consiste el verdadero problema, y no en la explosión melodramática del llanto mediático. La oposición, por su parte, parece brillar por su ausencia. ¿Qué peso tienen en la balanza del poder? ¿Quién tiene la más mínima influencia en algo?
El gobierno tiene YPF. Lo que no tiene es plata para hacer nada. Hay mensajes significativos. En círculos gubernamentales de Washington se recibió la inquietud de que Cristina Kirchner desea que sean empresas petroleras norteamericanas las que se hagan cargo de la explotación de los yacimientos de gas no convencional de Vaca Muerta.
¿Estarían los norteamericanos dispuestos a invertir? Esas empresas, como cualquier otra, tienen cuatro problemas en la Argentina, un país en el que hasta los propios empresarios nacionales están sacando sus capitales afuera: imprevisibilidad impositiva, limitaciones para liquidar sus ganancias, trabas en el mercado cambiario, y la teoría de Axel Kicillof de que las empresas sólo deben tener un pequeño margen de ganancias. O al menos, eso es lo que se intuye de sus dichos. Kicillof se jacta de que YPF se ha movido hasta ahora "no en total libertad" y que no le permitieron "hacer lo que hace una empresa privada: maximizar su ganancia." Lo cual, obviamente, suena tan incomprensible que a uno le quedan dudas si lo decía en broma. ¿Cuál es la idea? ¿Prohibir por decreto que las empresas maximicen sus ganancias? Si a las empresas no se les permite maximizar sus ganancias, si sólo pueden tener un margen de ganancias mínimo, ¿para qué vienen?
Son incógnitas que deben ser resueltas con hechos, y los llantos televisivos no ayudan.
Durante el debate sobre la expropiación de la empresa, la diputada Laura Alonso del PRO declaró: "Hace falta echar mucha luz y transparencia sobre la exploración y la explotación de nuestros recursos naturales. No alcanza con flamear la bandera y hablar de patriotismo si los que gobiernan lo hicieron, lo hacen y lo harán entre bambalinas, cerrando acuerdos corruptos en contra de los derechos del pueblo y a sus espaldas."
Tamañas expresiones le valieron una lluvia de gritos e insultos por parte de la hinchada K que copaba las tribunas del recinto. Hasta la tildaron de "española" como insulto recurrente, con lo cual el país descendió definitivamente a la categoría de republiqueta bananera. Bajo estas condiciones tan auspiciosas, los inversores se van a pelear por venir.
La conclusión es que el futuro de todo esto es tan incierto como el destino de un iceberg. ¿Alguien sabe, ni remotamente hablando, qué va a pasar con YPF ahora?
Y ciertamente, sorprende el cambio histórico de roles. Ahora el Satanás que hambrea a los pueblos se llama España. Estados Unidos es el país hermano de América del Norte que habla inglés.


jueves, 3 de mayo de 2012

¿Qué le pasa a Brasil?

Jim O'Neil, presidente de Goldman Sachs Asset Management, introdujo el acrónimo BRIC, que identifica a cuatro economías en rápido desarrollo -Brasil, Rusia, India y China- como prometedores líderes globales.
En la última década, estas cuatro economías han crecido a un ritmo mucho más rápido que el resto del mundo, sacando a mucha gente de la pobreza: 40 millones sólo en Brasil. De hecho, un informe de Goldman Sachs publicado en 2010 predijo que los mencionados países podrían ser responsables de un 41% de participación del mercado mundial para 2030. Sin embargo, Brasil tiene problemas.
A pesar de una tasa de crecimiento promedio de 4.4% en los últimos cinco años, su economía se desempeñó pobremente el año pasado, creciendo a un 2.7% mientras que las economías rusa, india y china han crecido a un 4.3%, 7.8% y 9.2% respectivamente.
Mientras tanto, el real se ha devaluado un 30% en dos años y las manufacturas se han reducido significativamente como porcentaje del PBI en comparación con una década atrás.
¿Quién tiene la culpa? ¿El imperialismo yanki? Puede ser, pero veamos esto que decía Adam Smith y de qué manera se puede aplicar a la situación de Brasil: "Los controles estatales sobre la economía desvían el comercio de sus cauces naturales. Así se retarda, en lugar de acrecentar, el progreso de la sociedad hacia una riqueza y grandeza verdadera y disminuyen, en lugar de acrecentar, el valor real del producto anual de sus tierras y del trabajo. Cuando todos estos sistemas (de control estatal) desaparecen, el sistema simple y obvio de la libertad natural se restablece espontáneamente."
Brasil ha venido colocando tributos abrumadores, gastos excesivos, regulaciones descomunales y muchos otros obstáculos en el camino de las empresas, los emprendedores y los inversores. En esto, más que en la depreciación del real o en las importaciones consiste el verdadero problema. Brasil llevó a cabo una audaz política de privatizaciones y de liberalización económica con el presidente Fernando Henrique Cardoso. Su sucesor, Lula Da Silva, continuó con las reformas. Dilma Rouseff, la sucesora de Da Silva, está también intentando procurar frenar el excesivo gasto gubernamental, pero la actual presidente brasileña tiene mucho que enfrentar debido a que la recesión económica global ha ayudado a desencadenar una oleada de histeria proteccionista que amenaza su agenda de reformas.
Las voces proteccionistas argumentan que los productos baratos procedentes de China y México, junto con las distendidas políticas monetarias de Estados Unidos y Europa (un tema que Rouseff discutió con Obama durante su reciente reunión en la Casa Blanca) están tornando imposible que las empresas brasileñas compitan con éxito. Y para contrarrestar estas condiciones, los proteccionistas desean que Brasil revise el acuerdo de comercio bilateral con México de 2002, en virtud del cual los automóviles se comercializan en ambas direcciones bastante libremente. También quieren elevar los aranceles externos del Mercosur pese al hecho de que Brasil ya impone un arancel promedio del 10% sobre las importaciones, y desean que el Banco Central de Brasil siga recortando las tasas de interés, lo cual consideran que abaratará las exportaciones y encarecerá las importaciones.
Y como para estar seguros de que encarecerá las importaciones, haciendo honor al nacionalismo populista y tercermundista que ha hecho de América Latina el continente pobre y atrasado que es, este país le exige visa a los turistas norteamericanos que lo visitan, con lo cual lo único que se logra es azuzar divisiones y enconos, entorpecer la industria turística, y lograr el reconocimiento de los intelectuales de café de la calle Corrientes de Buenos Aires, Argentina, los cuales están en un todo de acuerdo con una medida tan progresista y revolucionaria.
Así, el turismo se vuelve complicado, el comercio se torna costoso y el país se está quedando atrás. Aranceles, impuestos, leyes y controles son un laberinto y retardan el progreso de la sociedad hacia una riqueza y grandeza verdadera, como decía Smith. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que la clave está en "la mano invisible del mercado" de la que hablaba el eminente economista inglés.
El mundo, no sólo Brasil, precisa ahora que Rouseff vaya más allá de lo que ya se ha logrado y demuestre que puede resolver los problemas del país que ya es la sexta economía del mundo.



Paz social

Pocas semanas después de su regreso a la Argentina el 20 de junio de 1973, Juan Domingo Perón protagonizó un gravísimo incidente. Una ambulancia del Ministerio de Bienestar Social apareció frente a la casa de la calle Gaspar Campos. Dijeron que eran médicos y que venían a atender a Perón porque habían recibido una llamada donde les decían que estaba enfermo. En esa época, los médicos de Perón eran profesionales muy reconocidos y también dirigentes políticos: Jorge Taiana, Raúl Matera, Pedro Cossio y otros. La supuesta ambulancia, además, tenía agujeros de bala. Esto llamó la atención de los custodios del general Perón, y llamaron a la policía y detuvieron a los falsos médicos. En sus maletines encontraron revólveres y granadas y dentro de la ambulancia había fusiles. Es evidente que venían con la intención de matar a Perón. El hecho trascendió muy poco, casi como un rumor, porque el propio Perón hizo lo posible para que no se difundiera. Domingo Raso, miembro de la custodia personal de Perón, declaraba años más tarde: "Perón quería pacificar y pensó que en un momento tan convulsionado de la Argentina no ayudaba mucho a mantener la calma que este episodio se hiciera público."
Perón podría haber explotado este incidente por obtener réditos políticos con miras a las siguientes elecciones que habrían de consagrarlo por tercera vez presidente de los argentinos. Sin embargo, demostró comprender la importancia de evitar a toda costa un ambiente crispado en el país. Lamentablemente, el gobierno kirchnerista parece estar muy lejos de saber valorar y entender cuán importante es la paz social. Una conocida diputada oficialista de cuyo nombre no quiero acordarme acaba de insistir públicamente por una reforma constitucional que habilite la reelección de Cristina Fernández de Kirchner. Se viven tiempos difíciles. Un nuevo intento de reforma constitucional apenas 18 años después de la última reforma sancionada en 1994 no ayudará a lograr la paz social que es tan importante para resolver los problemas de los argentinos sino que por el contrario agrava y azuza enfrentamientos y ayuda a crear un ambiente crispado, porque la impresión que dan es que los problemas y el bienestar ciudadano les interesa bien poco, y sólo les interesa acrecentar el contenido de sus bolsillos y satisfacer sus ansias de poder. Un intento de reforma, además, demostraría que no tienen en claro que la función del estado es ser un celoso guardián de las instituciones republicanas y, por ende, velar por el cumplimiento de las mismas, entre ellas, obviamente, la Carta Magna. La constitución nacional se inspira fundamentalmente en el principio de división de poderes. Una reforma, entonces, le daría peso a una de las aristas de poder en detrimento de las otras. La idea de una reelección indefinida va en contra del principio básico de la república, que implica la temporalidad de los mandatos. La periodicidad presidencial es un pilar fundamental en un estado de derecho. Un pais serio mantiene sus instituciones, vela por su cumplimento, y si eventualmente las reforma, lo hace gradualmente, prudencialmente; y lo hace porque estima que ello será beneficioso para el bien común, nunca por intereses políticos del grupo que está en la palestra, y que ni siquiera tienen un mínimo de pudor al afirmar que les "gustaría" que se reforme la constitución, como si el poder fuera un pasatiempo. Un pasatiempo pagado por el esfurerzo de los sufridos contribuyentes, claro.
La constitución es un verdadero tratado de paz entre los argentinos, un tratado que evita conflictos inútiles y desgastantes y que, por el contrario, orienta esfuerzos productivos en una misma dirección. Ella tiene sus tiempos, y bueno es respetarlos. Las máquinas eficientes funcionan sin que se las someta a apremios.
Lo importante de la constitución no es reformarla sino cumplirla. A nadie le importa una reforma constitucional en un país donde ni siquiera se brega por su debido cumplimiento. Cualquier intento en ese sentido sólo servirá para la instalación de conflictos y, como hemos dicho, confirmará la idea de que el pais se encuentra bajo el dominio de un sector político al que únicamente le interesa perpetuarse en el poder.