jueves, 21 de junio de 2012

El país del relato vs. el país real

Máximo Kirchner debió volar casi tres horas para curarse una rodilla infectada. Eso es porque al cabo de veinte años de gobierno kirchnerista, Santa Cruz está devastada. Tan es así que ni siquiera cuenta con un módico sistema de salud. El caso es revelador para la Argentina, porque expone al país real opuesto al país del relato. Según una encuesta de Management & Fit dada a conocer el 10 de junio, la imagen de Cristina Kirchner está en caída libre: se ubica en un 39% de aprobación en el país real, el país de una inflación del 25% contra la inflación del 9% del país del relato (léase Indec).
En el país del relato, él (perdón, ÉL) es Dios. En el país real, él (con minúscula y sin perdón) es tan relevante para el ciudadano común como el informe anual de la cosecha de garbanzos de Hungría. El ciudadano común tiene su mente ocupada en otros aspectos recurrentes, como volver a su casa todas las noches sin que lo asalten o lo maten en la calle.
La fiesta se acaba. Hay un mar de fondo que indica que esto no puede durar mucho. La mayor bonanza económica de la historia reciente se ha convertido en una desaceleración aguda y el optimismo ha dado lugar a un estado de ansiedad generalizada. Mientras que en el país del relato la palabra más usada es “reelección,” en el país real la palabra es “recesión.” Pese a los apasionados discursos de la presidenta en los que afirma que Néstor Kirchner produjo récords de crecimiento durante gran parte de la última década, por todos lados aparecen las grietas del modelo. La economía se va.
Más aún. Aunque el relato lo niegue, no hay economista que no atribuya el crecimiento a factores externos. La Argentina creció, simplemente, porque así lo determinaba el contexto en cierne. Todos los países del mundo crecían en aquellos años, incluso Haití. O sea, que si en lugar de Néstor Kirchner, el presidente de la República hubiera sido Alcides, Riki Maravilla, la Mona Jiménez o la Tota Santillán, el resultado habría sido el mismo: el país habría crecido. Los países que menos crecían eran los que ya tenían un alto grado de crecimiento, como Estados Unidos en los últimos años de Bill Clinton.
¿Y por qué la economía está contra las cuerdas? Porque el gobierno aumenta, en lugar de reducir, el gasto público. Porque lo financia con inflación. Porque persiste en la falsa ilusión del estado benefactor dispensador de favores. Hay subsidios, prebendas y planes sociales de todo tipo en los cuales se malgastó toda una bonanza económica. Y se tardó muy pocos años en hacerlo. El esquema de los subsidios funcionó mientras las exportaciones no dejaban de subir, pero una vez que los precios mundiales de las materias primas dejaron de aumentar, el país se quedó al borde de la quiebra.
Hay un mar de fondo que es el país real por donde navega la nave que es el país del relato. La mayor unión sindical del país ha iniciado paros esporádicos en reclamo de un aumento salarial del 30%, y las organizaciones de productores agrícolas amenazan con huelgas contra los impuestos que el gobierno impone a las exportadores de granos.
Mientras que el país del relato nos llama a pesificar, el país real nos pide dolarizar a toda costa. La economía pasará de un crecimiento del 9% el año pasado a un 2.2% este año, según estimaciones del Banco Mundial. Muchos economistas independientes dicen que el país podría terminar el año con crecimiento cero.
"Creemos que, tarde o temprano, esta historia termina en una gran devaluación," decía un reciente informe del economista Javier Kulesz, directivo del banco UBS, y añadía que la devaluación se daría junto con un gran aumento del precio de los servicios, mayor tensión social y crecimiento bajo o incluso negativo.
El gigantesco plan recientemente aprobado por el gobierno para construir 400.000 viviendas en el curso de los próximos cuatro años es muy peculiar. ¿De dónde saldrá el dinero? De fondos del sistema de seguridad social. El gobierno dice que el plan creará 100.000 empleos y ayudará a reactivar la economía. Los escépticos dicen que el dinero caerá en el agujero negro de la corrupción, y los futuros jubilados no verán un centavo de sus jubilaciones.
Roberto Lavagna, ex ministro de economía del gobierno de Néstor Kirchner, estima que los subsidios a la energía y el transporte aumentaron de 1.200 millones de dólares en 2005 a 19.000 millones el año pasado. Tal vez el aumento del 125% de la tarifa del subte de Buenos Aires ayude a solventarlo. Después de todo, los que pagan son sólo ciudadanos.
Si el país real tuviera algo que ver con el país del relato, el sentido común indicaría que Cristina Kirchner daría marcha atrás en todas sus políticas y pensaría en una visión más a largo plazo que le permita al país mejorar sus sistemas educativos, atraer inversiones para crear nuevas industrias y crear empleos productivos para sacar definitivamente de la pobreza a millones de personas, como están haciendo China o nuestro vecino Brasil. En cambio, conociéndola, todo parece indicar que se dedicará a emitir moneda sin respaldo para comprar los votos que le permitirán ganar las elecciones legislativas de 2013. En el país real, si los precios de las materias primas internacionales no suben, -algo que muy pocos estiman probable- las cuentas no cerrarán. En el país del relato, la presidenta está rodeada de una runfla de obsecuentes de las más diversas jerarquías que cumplen a la perfección su función de desinformarla y aislarla de la realidad.
El acto de ayer del Día de la Bandera en Rosario fue encabezado por el vicepresidente Amado Boudou. Según el relato, Cristina Kirchner había viajado al exterior porque estaba cumpliendo una agenda internacional. Fue la excusa perfecta para incumplir su agenda nacional de estar presente en ese acto multitudinario porque tenía miedo de ser silbada por la concurrencia en el país real.    

miércoles, 20 de junio de 2012

Un contrato social único en la historia

Estados Unidos declaró la independencia de Gran Bretaña el 4 de julio de 1776. Inmediatamente, este país puso en práctica un contrato social único en la historia. Es en Estados Unidos donde la democracia y la república adquieren verdadera forma luego de siglos de lucha por derrotar al poder despótico de reyes y tiranos. Es allí donde el imperio de la ley adquirió valor real, impulsando una serie de instituciones que convergen en proteger al individuo frente al avasallamiento del estado. Es allí donde se pone en práctica por primera vez el sabio sistema de contrapesos entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, cada uno con espacios bien delimitados de acción y equilibrios permanentes, el sistema conocido como "checks and balances," según la tradición anglosajona.
No existe otro ejemplo similar en la historia de las naciones donde un grupo de hombres promueven una revolución para liberarse de la potencia colonial y al mismo tiempo tienen la madurez y la grandeza de establecer las bases de un gran país, con el respeto de la ley, la libertad y los derechos de las personas como consignas centrales.
Esta concepción moral de los llamados “Padres Fundadores” (Madison, Jefferson, Hamilton, etc.) estuvo presente desde el inicio mismo en que decidieron plantarse frente al poder inglés en rebeldía a impuestos que se definían en la isla sin representación de las colonias americanas, o en la osadía de plantear la idea del “destino manifiesto” para la nueva nación, por la cual legiones de hombres en carruajes salían a poblar y laborar semejante territorio hasta llegar a las costas del Pacífico, o en la negativa de George Washington a presentarse a un tercer mandato como presidente cuando era un líder intocable alegando los beneficios de la alternancia en el poder. O también en la brillante construcción de una cultura del trabajo y la superación personal, que se conoce como la “american way of life” la cual permite que la mayoría de los ciudadanos puedan iniciar sus emprendimientos en paz y decidir sus proyectos de vida en libertad. Y también en el federalismo, donde son las provincias las que constituyen la nación, cobran los impuestos y coparticipan al estado federal. Y no fue otro que Domingo Faustino Sarmiento quien dijo, "Nunca hemos dejado pasar el 4 de julio sin recordar que ese día principia la historia del mundo moderno y el advenimiento de la república como forma de gobierno de las naciones venideras, por desesperados que sean los esfuerzos que las viejas instituciones hagan por prolongar algunos años más su existencia."
Es este el país que ha crecido hasta ser el más poderoso de la Tierra.Y en este punto, la realidad, lo innegable, es que un mundo con el liderazgo de Estados Unidos ha sido y es mucho más previsible y justo que lo que ha sido con cualquier otra potencia en la historia (romanos, árabes, españoles, ingleses, etc.).
Nunca en toda la historia de la humanidad, un país se ha comportado de manera tan magnánima con sus vencidos como Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial.
Por supuesto que, como toda creación humana, Estados Unidos es imperfecto. Ha tenido y tiene muchos errores y flancos débiles. Por nombrar solo algunos podemos recordar la lenta lucha para derrotar la segregación racial, algunas intervenciones en el exterior con marcado predominio de sus intereses (México, Panamá, Vietnam, etc.) Incluso, la serie de desencuentros que nuestro país ha tenido con Estados Unidos y que han calado hondo en la memoria colectiva. Por ejemplo, la imprudente intervención del embajador Spruille Braden en la campaña electoral de 1946 en contra de la elección de Juan Domingo Perón, o la cercanía con Brasil después de la Segunda Guerra Mundial. Estos y otros hechos han generado una dialéctica de confrontación que perdura y se reedita con frecuencia, haciendo que una buena parte de los argentinos tome un lógico partido de defensa nacional en contra de la “injerencia” yanki.
Es comprensible que el efecto que genera el despliegue del poder americano por el mundo sea motivo de recelo: sus bases militares, sus campañas bélicas, sus supuestas intenciones de adueñarse del petróleo de Medio Oriente, etc. En una sociedad conectada en red como la actual, todo lo que sucede se conoce en minutos. Y cada acción de un líder mundial como Estados Unidos genera reacciones, protestas y todo tipo de efectos simbólicos negativos. Pero nunca se menciona que muchas de estas acciones están precedidas de resoluciones de la ONU (Irak, por ejemplo) y sin criticar de igual manera a los eternos espectadores de la abstención (China, India, Rusia) que asisten a los acontecimientos de invasión y guerra protagonizados por Estados Unidos con la misma parsimonia que los espectadores de un circo romano.
Además, incluimos las razones que tienen que ver con el recelo y los reparos que generan la “american way of life”. Hay una rara ecuación que suele hacernos admiradores de las cosas que los norteamericanos crean y difunden (Facebook, Disney, el HBO, la NBA, el Super Bowl, McDonalds, hasta el mismo idioma inglés) y al mismo tiempo, detractores de todas estas supuestas maniobras de “imperialismo cultural” deliberado por dominar las mentes de los ciudadanos del mundo.
Estos motivos de recelo, si se quiere, son "aceptables" al menos desde cierto punto de vista, pero creo que puestos en una balanza, las contribuciones que Estados Unidos le ha hecho al mundo son muy superiores a todos los errores y falencias en que pudo haber incurrido. Y respecto a la Argentina, un análisis someramente objetivo nos llevará a la conclusión de que sería muy hipócrita culpar a este país de nuestros fracasos, crisis y atrasos. No existe ninguna razón para culpar a los yankis de nuestro histórico subdesarrollo.
Creo que los argentinos haríamos mucho mejor si destináramos menos energías y pensamientos a todo lo malo de Estados Unidos (que, insisto, sí lo tiene) y mucho más a crear, desarrollar emprendimientos, participar en política, comprometerse con la sociedad, superarnos en las tareas de cada día, exportar productos al mundo, etc. Países soberanos muy cercanos a nosotros, como Brasil, Chile, Uruguay o Colombia han demostrado que una relación inteligente con Estados Unidos es posible, que ganar respeto no es cuestión de discursos y gritos y que tenemos mucho por aprender de un pueblo laborioso en el que cualquier ciudadano puede progresar en función de sus capacidades. En esencia, en eso consiste el contrato social norteamericano; un contrato social único en la historia.
Es que en este país hay un verdadero consenso de cumplimiento y respeto natural a la ley. Aún en en un año electoral como el actual, la política parece algo siempre secundario para el ciudadano común. Para ese hombre común, en cambio, lo que verdaderamente importa es la ley. Si entre todos la respetamos, parece ser el consenso tácito, todo andará mejor.
Estados Unidos, igual que Argentina, es imperfecto. Ser menos anti-yankis nos ayudará a ser más pro- argentinos, que en definitiva, es la verdadera deuda que tenemos. No solo en los discursos, sino en el terreno que realmente vale: en lo que hacemos cada día para hacer bien la parte que nos toca y sumar para un país y una sociedad mejor.

sábado, 9 de junio de 2012

El rol de la OTAN después de la Guerra Fría

La cumbre de la OTAN realizada el 20 y 21 de mayo en Chicago tuvo como tema central el futuro rol de la organización en Afganistán. El presidente Obama y líderes de otros países miembros acordaron que las tropas norteamericanas comenzarán a abandonar ese país asiático a mediados del año que viene, luego de más de una década de intervención cuando Estados Unidos lo invadió a fines de 2001 como respuesta a los ataques terroristas del 11 de setiembre. La OTAN fue creada en 1949 por el presidente Harry S. Truman en un esfuerzo por contrarrestar el poderío del bloque soviético. Una vez finalizada la Guerra Fría, cumplido su objetivo original, la alianza pasó a tener, entre otros objetivos, el de defender las propias ex-repúblicas soviéticas, y realizó la mayor parte de sus misiones fuera del área del Atlántico Norte (Bosnia, Kosovo, Afganistán y Libia). Durante la invasión a Afganistán, Rusia, antigua enemiga de la OTAN, proporcionó a Estados Unidos una línea alternativa de aprovisionamiento cuando la ruta a través de Pakistán se tornó problemática.
La Guerra Fría terminó, pero eso no significa que los europeos deban ser librados a sus propios medios para defenderse a sí mismos, a pesar de los grandes problemas fiscales que aquejan a Estados Unidos. Ivan Eland, director asociado del Instituto Independiente de Oakland, uno de los foros de discusión y análisis independientes más importantes de ese país, propuso en un reciente artículo abandonar la OTAN. La actual situación económica de los Estados Unidos, afirma, no justifica su permanencia en la organización. Considerando la escena internacional actual, ¿sería esa una buena maniobra?
Una vez finalizada la Guerra Fría, Estados Unidos procedió a reconvertir su aparato militar para enfrentar al nuevo peligro que lo amenazaba. Ya no se trataba, como en el mundo de la bipolaridad ruso-estadounidense, de dos bloques antagónicos, sino de un enemigo corporizado en células terroristas caracterizadas por el odio y el fanatismo. Por eso, el presidente Obama, lejos de buscar un abandono de la alianza, ha propuesto medidas para fortalecer la misma: la adquisición de aviones no tripulados de vigilancia Global Hawk, el otorgamiento a la OTAN del control sobre un sistema de antimisiles construido por Estados Unidos, la concesión de los radares e interceptores de misiles de los buques de guerra Aegis a la OTAN en tiempos de crisis, y el entrenamiento conjunto de tropas norteamericanas y de otros países miembros de la alianza, aún en tiempos de paz o de baja probabilidad de conflicto. Estas medidas servirán para fortalecer los vínculos entre los países miembros de la alianza, asegurando la libertad para todos.
La reciente intervención en Libia demostró que el contar con un apropiado poderío militar es indispensable para defender la libertad. En general, Rusia y Estados Unidos ven coincidir sus intereses en la lucha contra el terrorismo islámico. Ambos países, además, subscribieron un importante tratado de control de armas que limita las armas nucleares estratégicas, el cual ha proporcionado algo de ayuda en los esfuerzos de presionar a Irán para que detenga su programa nuclear.
La amenaza de la Guerra Fría terminó, pero el mundo sigue aún en tensión bajo el peligro del terrorismo fundamentalista islámico. Esta forma nueva y peligrosa de barbarie, el terrorismo, existe. Por eso, lejos de ignorarlo, el mundo libre debe poner su máxima presión sobre él y sobre los estados que pudieran cobijarlo o brindarle apoyo, pues si se continúa con ese esfuerzo, hay serias posibilidades de incapacitarlo definitivamente como amenaza. Lejos de ser abandonada, la OTAN puede ser una gran herramienta en línea con este fin.
Hay una guerra mundial antiterrorista que comenzó el 11 de setiembre de 2001 cuando las Torres Gemelas dejaron de existir porque un tal Bin Laden las tiró abajo. Es una guerra que debemos ganar. La razón es muy simple: está en juego la supervivencia de la civilización sobre la barbarie. Y recordemos que la barbarie no tiene códigos ni límites. La barbarie tiene un rostro encapuchado y cobarde. La barbarie no distingue raza, color, religión ni credo alguno. En cambio, siembra el odio, el caos y el mal en todas partes.  

lunes, 4 de junio de 2012

Ensayar la libertad

La Fundation for Economic Education (FEE) es uno de los foros de discusión y análisis independientes más importantes de los Estados Unidos. Creada "para estudiar y hacer avanzar la filosofía de la libertad," esta organización se dedica a promover las ideas de mercado libre. Su fundador, el célebre economista Leonard Read, solía sintetizar su pensamiento en el siguiente y sencillo interrogante: “¿Por qué no ensayar la libertad?” Observando la experiencia mundial, ¿podemos decir que tal interrogante tuvo respuesta?
Desde los tiempos de Adam Smith sabemos que el libre intercambio entre partes dio origen al progreso de los pueblos. La seguridad jurídica, la estabilidad monetaria, y el nivel de especialización y amplitud del mercado distinguieron en todos los tiempos a las naciones más ricas de las más pobres. Por su parte, economistas de la escuela austríaca, como Ludwig von Mises, Frederick Hayek y Carl Menger, entre otros pensadores, pusieron énfasis en las mutuas ventajas del cambio pacífico y voluntario. El término economía define, de esta manera, el bienestar emergente del trabajo, industria, comercio, agricultura, y nunca la obra de ministerios que tienen esos rótulos.
Los países más avanzados deben su éxito a la economía basada en la división del trabajo y el intercambio de mercado. Lejos de procurar un modelo distributivo de riquezas planificado por el estado, la idea es permitir la operativa de los factores de mercado dándole a este esquema el mayor grado de libertad posible. La baja tasa de mortalidad, el bienestar generalizado y el consiguiente aumento del promedio de vida son los resultados más elocuentes del sistema capitalista. Por el contrario, la incomprensión del concepto de gobierno como planificador y dispensador de la riqueza ha conducido al fracaso y a la postergación. El caos hiperiflacionario, según advertía Read, es el trágico fin a que conduce el intervencionismo estatal. El contrasentido en esto es que cuando el estado interviene y legisla sobre las más diversas actividades, el fracaso se convierte en “planificación estatal.”   
La definitiva restauración de las instituciones republicanas consiste en reconocer que el basamento moral de la creación de los gobiernos proviene del derecho del individuo a la autorrealización en libertad.
Ese basamento moral incluye remover todos los obstáculos legales que impidan esta autorrealización y materializar la grandeza de la comunidad de acuerdo con los postulados de las sociedades libres y competitivas. 

sábado, 2 de junio de 2012

Códigos y señales de la economía

Una netbook como la que yo estoy usando para escribir este artículo habría parecido un privilegio inconcebible para John Morgan, Andrew Carnegie, Cornelius Vanderbilt o incluso Nelson Rockefeller, fallecido en 1979. El capitalismo favorece, obviamente, en primer término a los más ricos, pero termina alcanzando, aunque sea muy lentamente, al resto. Esto es porque la economía se maneja con una serie de códigos y señales que ella necesita indefectiblemente. Cuando una economía funciona correctamente genera información sobre las preferencias de los consumidores, así como soluciones a la producción. Esta información se transmite de tal modo que en ese momento se crea un estímulo y se organizan los medios para corresponder a esa señal. Es el proceso que se define como ley de oferta y demanda. El gasto de un consumidor (demanda) al efectuar una compra se convierte para el proveedor (oferta) en el medio de cubrir el costo de ofrecer el bien y obtener un beneficio.
Estos factores informan, orientan la inversión. Con el tiempo y el acompañamiento de políticas que incorporen educación y tecnología, también estimulan, guían y orientan las innovaciones que mejor satisfacen los deseos de los consumidores.
Este esquema, naturalmente, es muy teórico y constituye una simplificación de una realidad llena de imperfecciones; requiere políticas correctivas, pero las mismas nunca deben operar como inhibidores de los circuitos normales de una economía libre. Si lo hacen, terminan generando las causas de un colapso económico.
Las políticas de intervencionismo estatal dinamitan los cimientos del crecimiento económico sostenido, condición necesaria de todo programa de desarrollo económico y social. La información que genera la economía cuando funciona normalmente retroalimenta un proceso clave en la creación de riquezas y trabajo. Por el contrario, una economía central planificada intenta organizar la economía avasallando la información, ignorando todo tipo de señal del mercado. Durante algún tiempo, este modo forzado de dirigir la economía puede ser eficaz para alcanzar ciertos objetivos, que generalmente son de industrialización pesada como los realizados en la Unión Soviética durante la época de Stalin. Es más, el logro de estos objetivos puede seducir a muchos, haciéndoles creer que se encuentran frente a una alternativa válida, pero entonces el esquema colapsa frente a los problemas del cambio y la innovación a largo plazo. Como un falso ídolo que, por fin, muestra sus pies de barro y se derrumba, los resultados del desengaño de la planificación centralizada quedan en flagrante evidencia.
La información económica confiable es un factor fundamental para asegurar la continuidad de todo el circuito económico y arreglar el sistema de incentivos. Por el contrario controles de precios y subsidios distorsionan el sistema. Cuando las señales e incentivos están distorsionadas por el estado, ¿dónde invertir?
El intervencionismo estatal inhibe con arbitrariedad el necesario proceso que permite que la información circule libremente para orientar la marcha de la economía. Hay que evitar las distorsiones porque de lo contrario todos los incentivos operan mal.
Operando libremente y sin interferencias, estos incentivos constituyen los estímulos necesarios
para invertir e innovar. El resultado será el gradual aumento de la prosperidad y el progreso para todos.