sábado, 19 de enero de 2013

Ahora Cristina es liberal

En el marco de su gira comercial por el continente asiático, la presidente Cristina Kirchner trazó un paralelo entre el ex mandatario vietnamita, Ho Chi Minh, con José de San Martín.
“Es el padre de la patria, el San Martín de Vietnam,” aseguró la jefa de estado mientras realizaba una recorrida por el museo de la guerra contra Estados Unidos y por los emblemáticos túneles del distrito de Cu Chi.
Tras visitar el Comando Subterráneo del Alto Mando del Viet Cong, resaltó: “Me sorprendió la imaginación en las trampas, los engaños a los soldados estadounidenses, todo lo que vi fue lisa y llanamente amor a la patria sobre todas las cosas y también amor a la paz, porque nadie que ame su patria ama la guerra y solamente en la paz se puede crecer."
Sus declaraciones cobijan una noticia: Cristina leyó a Adam Smith. Es decir, asume, como explicaba el eminente economista escocés, pilar fundamental del liberalismo moderno, que el hombre consigue el bienestar común movido por el interés individual. La imaginación es un atributo individual. Al reivindicarla, Cristina está apostando a la iniciativa privada por sobre las políticas de intervencionismo estatal.
Si siguiera su propio consejo, entonces, la presidenta no compararía a José de San Martín con Ho Chi Minh, el cual tenía ideas comunistas, un régimen omnímodo y sofocante en el que un estado omnipotente anula toda iniciativa privada. Por su parte, nada permite suponer que un hombre como San Martín apoyaría en absoluto al comunismo. A Ho Chi Minh hay que compararlo con Fidel Castro, con Kim Jong-un, con Pol Pot y hasta con Hebe de Bonafini. Aunque, pensándolo bien, comparar a alguien con Hebe ya es ir demasiado lejos, aún para Ho Chi Minh.
Cristina compara a San Martín con Ho Chi Minh. ¿A qué se debe la incoherencia? ¡Y vaya si lo es! ¡Comparar al Libertador de América con alguien que representa un sistema que hundió al hombre en la sumisión más abyecta! ¿Será que a la presidenta le cuesta razonar? ¿O sus argumentos son meras coartadas para ganar discusiones? Los políticos suelen tener una relación instrumental con las ideas: las usan, pero no creen en ellas. Cristina Kirchner votó por la privatización de YPF en 1992. Cada vez que Carlos Menem visitaba Santa Cruz, el gobernador Néstor Kirchner lo recibía como un rey. Privatización y estatización, menemismo y antimenemismo son bienes de uso dialéctico. Como San Martín y Ho Chi Minh.  

viernes, 18 de enero de 2013

Jimmy Carter y la "stagflation" kirchnerista

Estamos en un año electoral. El gobierno, fiel a su tradición populista, acusa a los candidatos que pretenden disputar su hegemonía de ser personeros de intereses corporativos. Daniel Scioli, Mauricio Macri o cualquiera de los nombres que se barajen con miras a los próximos comicios en los que el oficialismo se juega su chance de eternizarse en el poder en virtud de una oportuna reforma constitucional son representantes de los "poderes concentrados" de la economía. Este estilo descalificador, al que el régimen nos tiene bien acostumbrados, es el que pretende sacarlos de carrera antes de empezar a competir. Es un argumento ad honimen contra el adversario, antes que con sus ideas o propuestas. Será porque el régimen no tiene ninguna idea o propuesta para capear la tempestad que ya se vislumbra en el horizonte. Como diría Sarmiento, los dan vuelta y no se les cae una idea. Sí se les cae agravios. En la volteada caen también los "medios hegemónicos" que dan cuenta de lo que está pasando. El reportero, como su nombre lo indica, reporta lo que sucede; pero esa simple tarea los convierte en cómplices de los enemigos del "modelo" que tanto ayuda al pueblo y combate a los oligarcas.
¿Y en qué consiste la tormenta que se viene? Básicamente, en un proceso de deterioro de la economía similar al que se dio en los Estados Unidos durante el gobierno de Jimmy Carter consistente en un cóctel fatal que se dio en llamar "stagflation." Es una coyuntura en que, dentro de una situación inflacionaria ya existente (como la argentina) se produce un estancamiento de la economía y el ritmo de la inflación no cede. Inflación y estancamiento económico. Ese es el panorama que condiciona la economía argentina para el año que comienza. La caída de la demanda externa, el aumento de tarifas y, por supuesto, la emisión monetaria que ya se fue por las nubes auspician este horizonte, un horizonte muy oscuro en lo que a economía se refiere. La Argentina está en el túnel del tiempo, en 1977, con un gobierno amenazado por la doble tenaza de la inflación y el estancamiento de la economía, y que además tendrá un efecto minador en la ya vilipendiada calidad institucional que el gobierno tendrá que superar para seguir piloteando la nave en un mar tan agitado. Y "superar" esta situación tan delicada no significa precisamente recurrir a la consabida runfla de obsecuentes mediáticos que todos conocemos, mantenidos con los dineros del sufrido contribuyente.
Pero el populismo desperdicia los recursos e hipoteca el futuro, por lo que poco importa el saneamiento de la economía mientras quede garantizado el otorgamiento de prebendas a los acólitos del poder de turno y el buen funcionamiento de la nube de complacencia periodística que rodea a la presidente.
Los errores políticos, en tanto, no son menores. Una conocida diputada oficialista de cuyo nombre no quiero acordarme volvió a insistir con su proyecto de "Cristina eterna," con lo que se le da a las elecciones de término medio el mencionado carácter definitorio para su futuro: es ahora o nunca. La antítesis es que no prepararon ningún candidato alternativo por lo cual el kirchnerismo, si no logra la reforma, queda definitivamente afuera del poder.
Por otra parte, el gobierno está eligiendo muy mal a sus enemigos. Una inflación que destruye los salarios es un arma letal en manos de dirigentes gremiales enfrentados con el gobierno. Estos errores convierten al gobierno en su propio enemigo. No necesita de conspiraciones corporativas en su contra. Le basta con su propia ineptitud.