martes, 22 de octubre de 2013

Elecciones: lo que está en juego

A pocos días de las elecciones legislativas en Argentina, crecen las expectativas sobre si lo que se verá en las urnas será la rectificación de la política de un modelo agotado. El kirchnerismo se juega su continuidad, y sus probabilidades son francamente negativas. La tendencia que venía marcándose desde el 11 de agosto en las PASO se sigue profundizando. Los pronósticos para los cinco principales distritos electorales del país son de derrota y la esperanza oficialista es sólo achicar distancias. El oficialismo no logra remontar el magro resultado de agosto, y la cirugía de cráneo a la que fue sometida Cristina Kirchner, definitivamente no sería un factor que consiga más votos a su favor. Podemos decir que quienes especulaban con el "efecto compasión" estaban equivocados.
Hay un drenaje de votos hacia fuerzas políticas de las más diversas extracciones. En Santa Fe, Hermes Binner ostenta una holgada ventaja de un 45% y lleva 20 puntos de diferencia sobre el segundo, el macrista Miguel del Sel, quien a su vez supera por 3 ó 4 puntos al representante del kirchnerismo Jorge Obeid. Su correligionaria en Córdoba, Carolina Scotto, sólo podría aspirar a un modesto tercer lugar detrás de Héctor Baldassi y Juan Schiaretti. En Mendoza, Julio Cobos llega al 50% y casi duplica al candidato del oficialismo. En Capital Federal, Gabriela Michetti, Miquetti, Migueletti o Peleretti (no sé cómo se pronuncia) llega cómodamente a una banca del senado, mientras que Pino Solanas cuenta con muy serias posibilidades de dejar a Daniel Filmus en el camino. En tercer lugar se perfila Juan Cabandié, quien luego del escándalo de la multa no puede aspirar a mucho. Este es el panorama según todas las encuestas.
Además, la salud de la presidenta da lugar a todo tipo de conjeturas. Una de ellas es que sus problemas se agravan y, sometida a un serio nivel de estrés, decide dimitir. En ese caso, lo más sensato que podemos hacer los argentinos es prenderle una vela a todos los santos, ya que la Casa Rosada queda en manos de un funcionario tan impopular como incompetente y que, además, es un pésimo guitarrista.
Otra posibilidad es que Cristina llega al final de su período presidencial sin mayores variantes de las que hemos visto hasta ahora: la economía sigue en la cuerda floja, la inflación sigue sin dar tregua, el deterioro institucional que hay a todo nivel se sigue agravando y la consabida runfla de alcahuetes mediáticos sigue cantando loas a un régimen que ya transita sus últimos tramos.
En cualquier caso, la paliza que ya se vislumbra para el domingo obligará sin duda al gobierno a revisar los términos con los que se maneja. Quedarán muy en tela de juicio el cepo cambiario y la actitud de persistir en la falta de diálogo político.
La Argentina tiene un sistema hiperpresidencialista y bajo esas condiciones, los factores médicos y psicológicos pesan tanto como los políticos. Eso no es propio de un país serio. Pero el gobierno de los “kerner” se ha empecinado en mantener esas características de gestión que todo lo que han conseguido es darle al país una imagen de republiqueta bananera y, así, aislarnos del mundo. Estamos a dos pasos de ser Venezuela, y a tres de ser Cuba.
La continuidad en el poder supone un desgaste que es imposible de disimular. En el caso del kirchnerismo, asistimos a un modelo agotado luego de una década en los que los actuales operadores dan sobradas muestras de ese desgaste. El discurso oficialista debe tomar nota de eso y ceder su espacio a nuevas y renovadoras propuestas que circulen como vientos de cambio en el bastardeado espectro político nacional. Desde mi lugar como ciudadano, propongo buscar políticas más orientadas a la libertad de los mercados.

lunes, 7 de octubre de 2013

La salud de Cristina

Basta leer los titulares de los diarios para comprender la sensación que se percibe por el estado de salud de la presidente. Las palabras más empleadas son "ocultamiento, misterio, duda, incertidumbre, suspicacia." Una de las marcas distintivas del kirchnerismo es que las decisiones se toman a espaldas del ciudadano y esta no es la excepción. Hay una nube de sospechas que rodean a Cristina Kirchner en las presentes instancias. Recién el sábado a la noche los médicos de Olivos dieron a conocer que la presidenta sufrió un golpe en el cráneo el 12 de agosto como resultado de una caída, pero desde entonces hasta ahora, ella se ha mostrado sumamente activa realizando varios actos, entrevistas, videoconferencias y viajes. En el día de la fecha se informó que debe ser intervenida quirúrgicamente. Según el comunicado médico oficial, la presidenta será sometida a la operación mañana martes para la evacuación del hematoma cerebral que padece.
En este contexto, asume temporalmente la presidencia de la nación Amado Boudou, uno de los funcionarios más cuestionados del régimen. Boudou afronta varias causas judiciales que lo vinculan con hechos de malversación de fondos públicos y enriquecimiento ilícito. El inexplicable aumento de su patrimonio y las causas asociadas a su posible gestión en la quiebra de Ciccone son solamente algunos de los factores que lo descalifican como funcionario probo en un momento en que la imagen del oficialismo se encuentra muy dañada por el grave deterioro institucional, la economía que va en caída libre y la destrucción de la moneda nacional gracias a la implacable inflación. Boudou se hace cargo del poder ejecutivo en un contexto de gran incertidumbre y en medio de un fuerte hermetismo oficial.
Y en este contexto de dudas e incertidumbre, las preguntas son, ¿por qué Cristina sufre esas caídas? ¿Por qué recién estos días se informa de algo que sucedió el 12 de agosto? ¿Cómo se vincula el hematoma que le detectaron con el malestar circulatorio que la llevó a la Fundación Favaloro? ¿Cuál es la situación emocional de una persona sometida a tanto estrés? ¿Está esa persona en condiciones de seguir sosteniendo la primera magistratura del país? ¿No es hora que renuncie?
La salud del presidente es un asunto de estado. Ocultar la fragilidad del que manda es una estrategia para no perder el poder. Se retacea información. Se especula con lograr la empatía del electorado. El impacto electoral para el 27 es una cuestión que a los opositores les interesa resolver. En octubre de 2010, Néstor Kirchner muere y Cristina entra de lleno en el poder. Hoy la situación es totalmente distinta: ella se retira y el poder queda honestamente vacío, porque nadie confía que el licenciado-guitarrista que ahora ocupa el sillón de Rivadavia pueda llevar la nave a buen puerto. Al gobierno le interesa demostrar que los problemas de salud de la presidenta no son una metáfora de su estrepitoso declive que comenzó con las PASO, pero que en realidad se venía percibiendo desde las históricas marchas del año pasado y del actual, aunque eso, naturalmente, lo dirá el 27 de octubre.

martes, 1 de octubre de 2013

Las expectativas para el 27 de octubre

A medida que se acerca la fecha de los comicios para renovar el congreso nacional, las expectativas crecen. ¿Qué posibilidades hay para el día 27? ¿Se consolidará la tendencia marcada por las PASO? ¿Hacia dónde se dirige el país en ese contexto? Pese a que el oficialismo insiste en que ha sido la fuerza más votada en términos absolutos, lo que ha resultado en la práctica es que su modesto 26% marca el desencuentro de la población con el régimen.
La fragmentación del electorado es espectacular. Así, podemos constatar una segmentación del mismo en tres grandes fracciones. La primera corresponde al oficialismo, que obtuvo un buen resultado en algunas provincias del norte del país y en la provincia de Buenos Aires, pese a haber sido derrotado por el Frente Renovador, nuevo emergente de la política argentina con Sergio Massa a la cabeza, una figura que promete dar que hablar de acá a 2015. La segunda porción la integra un mosaico de agrupaciones que van del centro a la izquierda, con dos columnas principales: el radicalismo y el socialismo. Con buenas actuaciones en Mendoza y Santa Fe, el socialismo representado por Hermes Binner se atribuye ser la segunda fuerza a nivel nacional. En tercer lugar, podemos ubicar al peronismo federal y disidente, a poca distancia del segundo. Finalmente, el PRO, con una cosecha a nivel nacional que parece impedirle, por ahora, proyectarse como actor relevante en la escena grande.
No hay un ganador claro a nivel nacional. ¿Es posible pensar en una articulación de gobierno que supere las meras instancias electorales? Chile y Uruguay pueden ser un ejemplo. La Concertación y el Frente Amplio son alianzas que, con defectos y virtudes, han podido dotar de eficacia a la administración de sus respectivos países. En la Argentina, esa incógnita no tiene todavía una respuesta, pero el problema es que cada vez hay menos margen y urge encontrar dicha respuesta. La corrupción, la economía en caída libre y el manejo arbitrario de la cosa pública siguen cobrando cuentas y cada día importa.
La peor herencia del kirchnerismo es haber instalado la violencia en la sociedad. Violencia que se vive a diario tanto en las palabras como en los hechos. Cristina no deja pasar un día sin atacar al periodismo. Las recientes tomas de colegios secundarios en la Capital Federal aprobadas por “asambleas” de padres que no superaban el centenar de integrantes, y los graves destrozos cometidos contra la parroquia de San Ignacio de Loyola dan cuenta de una sociedad hacinada, hastiada y dividida.
Por lo tanto, es importante que se dejen de lado intereses individuales para ponerlo todo al servicio del conjunto. Lo que está en juego es demasiado importante como para que los políticos pierdan tiempo en discusiones mezquinas y superficiales. Se trata, nada menos, que de salvar la república. Alguien tiene que ceder. Uno de los más profundos debates de estos diez años de kirchnerismo radicó en la manera en que debía ejercerse el poder. Esa querella generó un enorme nivel de confrontación que traspasó toda la gestión del oficialismo. Fuimos testigos de un modelo populista basado en la concentración de poder que generó lógicas resistencias. En ese contexto, el resultado de agosto, de ratificarse el próximo domingo 27, parece haber evitado aquello que le faltaba a ese esquema para perdurar: la reforma constitucional y la reelección presidencial. Obturado ese camino, se abre la transición hacia un cambio de personas en el gobierno siguiendo los principios republicanos de perioricidad de mandatos. Descreemos del modelo verticalista y autoritario que se nos proponía desde la cultura política kirchnerista. Queremos volver, en letra y en espíritu, al modelo de vida cívica y republicana que nos indica la constitución nacional.
La política siempre es más fácil para quien está en el poder. La increíble ventaja que confiere manejar los recursos del estado representa una situación terriblemente despareja para cualquier candidato opositor por fuerte que sea. Por eso, resulta imperativo que fuerzas organizadas se erijan como la alternativa opositora que tanto anhela una ciudadanía argentina ávida de propuestas plausibles para ser llevadas a la práctica en acciones de gobierno.