viernes, 18 de julio de 2014

A 20 años del atentado a la AMIA

"A 20 años de la tragedia de la AMIA quiero hacer llegar mi cercanía a la comunidad israelita argentina y a todos aquellos que son familiares de las víctimas, sean judíos o sean cristianos.
20 años de la tragedia, de una locura. El terrorismo es una locura. El terrorismo solamente sabe matar, no sabe construir, destruye.
Por eso mi cercanía a todos aquellos que han visto vidas sesgadas, esperanzas truncadas, ruinas.
Algunas veces dije que Buenos Aires es una ciudad que necesitaba llorar, que todavía no había llorado lo suficiente. A riesgo de caer en un lugar común, lo repito: nos hace falta llorar. Somos muy proclives a archivar cosas, a no hacernos cargo de historias, de sufrimientos, de cosas que podrían haber sido bellas y no fueron.
Y por eso nos cuesta tanto encontrar caminos de justicia, para encarar la deuda que esta tragedia ha contraído con la sociedad.
Junto a mi cercanía, junto a mi oración por todas las víctimas, también hoy va mi deseo de justicia. Que se haga justicia.
Que Dios bendiga a todos. A las instituciones, a las familias. Y que Dios dé paz a los que murieron en este acto de locura".
Con estas palabras tan sabias como emotivas, el Papa Francisco se refirió al atentado que el 18 de julio de 1994 sufriera la sede de la AMIA en Buenos Aires. En el acto central realizado en la calle Pasteur bajo el lema "Ni un día de olvido" se renovaron los reclamos de justicia. Cristina Kirchner no participó del acto porque, según explicó el jefe de gabinete Jorge Capitanich, esperaba para esta tarde la visita oficial del presidente chino, Xi Jinping. De hecho, la última vez que la presidenta estuvo presente en el acto de conmemoración fue en 2011.
Del acto de hoy sí participó el ministro de educación, Alberto Sileoni, junto a alumnos de colegios. Se escucharon fuertes abucheos contra el canciller Héctor Timerman, cuando fue criticado por el periodista Alfredo Leuco, otro de los oradores. En nombre de los familiares habló Luis Czyzewski, padre de Paola, fallecida en el atentado. También hizo un fuerte llamado contra el memorándum de entendimiento con Irán.
El vicepresidente de la mutual judía, Ralph Thomas Saieg, también renovó el reclamo de justicia. "No ha surgido de la investigación ni un sólo imputado nuevo ni una pista que permita esclarecer el hecho. Carlos Telleldín sabe, y mucho, de la conexión local. Solicitamos un nuevo juicio a la mayor brevedad posible." El ataque aún no fue esclarecido por la justicia y en la actualidad no hay ningún detenido, aunque existen varias causas abiertas. En tribunales se investiga, por vías separadas, al mecánico Carlos Telledín, como responsable directo del ataque, al ex presidente Carlos Menem y al ex juez federal Juan José Galeano, entre otros, por encubrimiento. Se espera que estos expedientes lleguen pronto a un juicio oral. A su vez, el memorándum de entendimiento está a estudio de la Sala II de la Cámara de Casación Penal tras ser denunciado como "inconstitucional" por la AMIA y la DAIA.
Como todos los años, el acto empezó a las 9.53 con la emblemática sirena que sonó en el barrio de Once a la misma hora en que fue el ataque. Posteriormente, el conductor Mario Pergolini, quien ofició de maestro de ceremonias, pidió un minuto de silencio, que continuó con el encendido de velas y la mención de las 85 víctimas. Como todos los años, los reclamos fueron los mismos: verdad y justicia.
Y así, con la contundencia de dos décadas pasadas, podemos afirmar que el caso se encuentra, en lo que a impunidad se refiere, prácticamente como aquella fatídica mañana en que el tiempo se detuvo en la ciudad. Como bien dijo el Papa, el terrorismo sólo sabe matar. El terrorismo no tiene códigos ni límites. Lo demuestran en cada uno de sus actos salvajes y criminales, minuciosa y diabólicamente planificados, y ejecutados luego con frialdad y precisión milimétrica. Dos décadas no alcanzaron para poder castigar a los culpables del peor acto terrorista sufrido por la Argentina, que provocó la muerte de 85 personas y heridas a centenares.
Como cada aniversario, el de hoy es motivo de dolor e indignación. Dolor e indignación porque el paso del tiempo ha ido consolidando una impunidad hasta ahora infranqueable. Dolor e indignación por quienes perdieron la vida, por quienes resultaron heridos, por los familiares. Dolor e indignación porque el estado argentino es doblemente responsable: en primer lugar, porque dos años después del atentado a la embajada de Israel, no fue capaz de prever ni de prevenir este segundo acto terrorista y, no habiéndolo impedido, tampoco fue capaz de esclarecer plenamente el hecho, lograr la captura de los responsables, juzgarlos y condenarlos. Una incapacidad que sólo tiene parangón con el desinterés de las autoridades nacionales en resolver el caso. Se han sucedido los gobiernos y los funcionarios judiciales, pero la deuda sigue en pie. El desinterés y la ineptitud sólo significan seguir demorando la verdad.

viernes, 11 de julio de 2014

El proceso

El licenciado-guitarrista Amado Boudou cuenta con el privilegio de tener entre sus filas al enemigo declarado de la oligarquía Luis D’Elia, quien usó un argumento de lo más insólito para defenderlo. Comparó a Boudou con Martínez de Hoz y Cavallo y dijo que el caso Ciccone era de 50 millones de dólares contra 200.000 millones “de los otros.” Lo excusó, tácitamente, por ser un ladrón de poca monta.
De todos modos, Boudou no está dispuesto a exponerse. En Panamá, mientras la prensa intentaba a toda costa alcanzarlo, el vicepresidente se recluyó en su habitación de hotel al mejor estilo de "Pink," el desquiciado personaje de The Wall. Luego, sólo estuvo dos horas en Tucumán donde habló en un teatro con capacidad para 1.500 personas y donde también evitó el contacto con el periodismo. Su discurso, que sólo duró 11 minutos, consistió en una serie de elogios a Perón, y a Néstor y a Cristina Kirchner, y aseguró que “no es tiempo de las corporaciones, sino del pueblo.” Además, criticó a Gran Bretaña por su “enclave colonial” en las islas Malvinas y prometió continuar con el reclamo de soberanía.
"Amado, querido, el pueblo está contigo," le gritaron por unos pocos segundos los miembros de la Cámpora presentes, pero el pueblo no demostró estar más cerca de él que la fuerte custodia que lo rodeaba. Boudou se mostraba sonriente como siempre, aunque se lo notaba tenso y rígido. No habló una sola palabra de la causa judicial, y se lo vio, por orden de Cristina Kirchner, acompañado por un gabinete casi en pleno, pero visiblemente incómodo con la situación. Boudou estuvo, a fin de cuentas, sólo dos horas en esa provincia, no habló con la prensa, dio un discurso de Perogrullo y el gobernador José Alperovich tampoco le prodigó elogios ni muestras de apoyo excesivas.
Boudou juega a la defensiva. No está para que lo muestren ni para que lo comparen. Pero lo concreto es que el vicepresidente de la nación debería cumplir con su obligación de dar explicaciones, no esconderse. La actitud oficialista de atribuir todos los males habidos y por haber a inicuas conspiraciones mediáticas parece haber llegado a su punto álgido. Esgrimir ese argumento es una estrategia que ya no arroja ningún resultado. Si, como el propio Boudou dice, todo se reduce a una operación mediática, lo ideal hubiera sido que se diera una discusión abierta, un debate para que pudiera defenderse.
Pero un debate es una justa en la que se ve la capacidad intelectual de los participantes; implica confrontar ideas, esgrimir argumentos. Ese no es el terreno de Boudou. El terreno de Boudou es rodearse de aplaudidores como focas de circo. Ese es el exclusivo campo intelectual en el que nuestros funcionarios se mueven como pez en el agua.
Además, los apologistas del relato incurren en un sofisma: Mauricio Macri está procesado y, sin embargo, los medios no lo hostilizan. Esa defensa es endeble por tres razones. Primero, que Macri sea supuestamente impune no justifica la impunidad de Boudou. Segundo, los casos son distintos y el trámite judicial también. Macri fue procesado por el juez Oyarbide, pero posteriormente el juez Casanello sostuvo que no hay pruebas en su contra. Tercero, Macri se sometió a una comisión investigadora legislativa. Esa comisión, con el PRO en minoría, desestimó la acusación de espionaje -no de corrupción- en su contra.
Con esa comparación y seguramente sin quererlo, los kirchneristas están empujando a Boudou a comparecer ante los diputados opositores, algo que no parece el mejor plan. Con el trámite del juicio político en su contra, se multiplicaría la exposición mediática de lo que ya constituye un escándalo sin precedentes. Ya parece haber llegado la hora, entonces, de que en la Casa Rosada diseñen una estrategia para la emergencia. El proceso sigue su marcha, pero a deferencia de la obra de Kafka, a los defensores del imputado no les resultará alegar que “alguien debió haber calumniado a Amado B.” Una justificación más consistente será necesaria para impedir que la infamia se prolongue de manera indefinida.

martes, 1 de julio de 2014

Retroceder nunca, rendirse jamás

Si algo debemos reconocerle a la presidenta Cristina Kirchner es la constante en las decisiones que toma: todas ellas están equivocadas. El traslado del monumento a Colón es una maniobra estimada en un costo de no menos de 85.000 dólares para el bolsillo del sufrido contribuyente, monto mucho mayor que el necesario para mandar un telegrama de despido a Axel Kicillof, por nombrar una decisión, por ejemplo, que sería realmente acertada.
En el caso del "Ciccone-gate" y su protagonista estelar, el ex-DJ y guitarrista devenido en vicepresidente Amado Boudou, el sentido común indica que éste debería dar un paso al costado (léase renunciar). El juez Lijo lo ha procesado, pero la actitud de la presidenta consiste en defender al imputado de manera acérrima. Cristina ha evitado pronunciarse públicamente sobre el caso, y esta actitud hasta se puede interpretar como una estrategia en línea con ese fin. ¿Cómo se explica esto? El hecho de apartarse de Boudou sería interpretado como una falta de cohesión del poder oficialista, lo cual añadiría peso a la oposición política. Cristina no retrocede, mucho menos se rinde. Por el contrario, insiste en defender al vice a toda costa. Tal es su tesitura.
Ahora bien, la actitud presidencial de empecinarse hasta lo último en defender a su delfín supone un desgaste que en cualquier momento puede llegar a su punto límite. Algo va a ceder a tanta presión, máxime cuando el gobierno se encuentra en su momento más débil al cabo del desgaste que implica once años en el poder. La presidenta libra una guerra en dos frentes. Por un lado, la sentencia del juez Thomas Griesa; por el otro, la carga que significa un vicepresidente procesado. La prensa internacional, que venía registrando a un país al borde de la cesación de pagos, añade un segundo foco hacia un caso de corrupción que llega hasta la cima misma del poder. Además, como en el ajedrez, Cistina se bloquea con sus propias jugadas: sus intentos de destituir al fiscal Campagnoli no le dieron resultado. Cercada por problemas judiciales, realizando movimientos no exitosos, la presidenta atraviesa el final de su mandato en las condiciones más desfavorables que haya conocido jamás.
Boudou anunció que apelará el procesamiento. Eso no significa gran cosa. Las pruebas reunidas por Lijo pesan más en el platillo de la balanza en su contra. Al caso Ciccone, le seguirá el del auto con documentación adulterada. Después, la investigación por el inexplicable aumento del patrimonio del licenciado-guitarrista. La sombra de Boudou se proyectará sobre Cristina hasta su último día en el poder y, más aún, sobre los candidatos del Frente Para la Victoria durante toda su campaña. Será interesante ver qué argumentos esgrimen para sostener la consigna “Yo amo a Boudou.”
El gobierno está acorralado, el “kernerismo” se está disgregando y las grietas ya se empiezan a ver. En todo caso, hace una década se sepultó una república y comenzó una de las etapas más nefastas para la convivencia en democracia. Es positivo, por lo tanto, el curso que está tomando la investigación judicial al vicepresidente como una forma de empezar a reparar la terrible situación que hoy padecemos luego de estos años de despropósitos. Es bueno que comience la real evaluación de esta década, que se inicie por medio de la justicia independiente, la poca que ha sobrevivido, pero no olvidemos el resto: este gobierno deja a la Argentina con la deuda externa que aumenta y aumenta, una deuda interna a futuro, inflación, recesión, comercio destruido, política energética nula, transportes públicos colapsados, agricultura que sólo consiste en la soja, ganadería destruida, e industria automotriz y de la construcción en retroceso. Solamente queda en pie la única creación exitosa del régimen: la red de alcahuetes mediáticos que se ocupa de difundir el relato e impulsar la guerra santa contra el diario Clarín, adjudicarse méritos, y ahora formar el “correcto” pensamiento argentino. No debemos olvidarnos de este legado, pero seguramente no lo haremos pues el sufrimiento y el esfuerzo que demandará a la sociedad argentina remontarlo, será titánico.
Por último, es menester reclamar que la oposición política se erija inmediatamente como una alternativa plausible al proyecto de poder como requisito fundamental para recuperar la república.