sábado, 23 de agosto de 2014

Es necesario superar la anomia

La fascinación de la presidenta por su ministro de economía alcanza ribetes de epopeya. De otro modo, ¿cómo se explica que un funcionario que llegó al cargo con un 25% anual de inflación y que no logra frenar su escalada por encima del 35% siga en su lugar? ¿Y por qué sigue también en su puesto Mariano Recalde, director ejecutivo de Aerolíneas Argentinas, que pierde más de un millón de dólares por día?
Se explica así: el gobierno actúa según sus prejuicios ideológicos mientras empuja a la Argentina a la ruina. Las acciones del gobierno demuestran claramente el estado de desorden e ingobernabilidad al que ha sido llevado el país. El gobierno no tiene soluciones, sólo explicaciones. El culpable es siempre un enemigo externo como lo demuestra la cruzada “patria o buitres.” Una estrategia que le confiere inmunidad y legitima su mediocridad.
El constante atropello institucional, la corrupción e ineptitud de los funcionarios, la criminalidad con que se manejan, sumados a los incesantes hechos de inseguridad dan cuenta del lamentable estado de anomia en el que la sociedad vive inmersa. Hay un país hastiado y dividido, una república sin instituciones ni ciudadanos y un rostro social desfigurado. El cinismo y la arbitrariedad mandan.
Para los que creemos en la república, hay una flagrante violación del contrato social por parte de los funcionarios contra el pueblo que los votara. Quienes permiten este desastre social y económico que nos azota, tarde o temprano, deberán rendir cuentas de su accionar, de su increíble irresponsabilidad en la conducción de la cosa pública. Sin mencionar, obviamente, el inexplicable aumento de sus patrimonios personales. ¿Cuál es el motivo para que los funcionarios pertinentes no tomen cartas en el asunto? ¿Y cuando lo hacen, por qué parecen actuar con tanta lentitud? ¿Será que, justamente, esta ingobernabilidad le permitiría a Cristina Fernández de Kirchner justificar una salida anticipada del poder y hasta del país? Sólo alguien que sabe que fracasó, como Cristina, puede darle el poder que le da, por ejemplo, a Axel Kicillof, protagonista estelar del gobierno que ya tiene un peso político mayor que la propia presidenta, porque ya todo da igual en un gobierno que perdió el rumbo.
Los ciudadanos tenemos una obligación moral: debemos vigilar a todo el gobierno hasta el último día, y deberán ser sometidos a juicio. La sociedad tiene que decir "basta." Es necesario superar la anomia y lograr la inmediata regeneración del cuerpo social. La impunidad y la inoperancia de los jueces nos llevará a todos a un caos social. Los únicos responsables de que eso ocurra serán los fiscales y los jueces de la nación. Deben ser vigilados en todos y cada uno de sus procesos.
Ellos serán los protagonistas del surgir de un nuevo país o los máximos responsables del caos social. Mientras tanto, nosotros, el pueblo, tenemos que decir “acá estamos.”

sábado, 2 de agosto de 2014

Resulta indispensable interpelar a Axel Kicillof

Luego de las fallidas negociaciones entre los holdouts y el gobierno, entendemos que es pertinente que el ministro de economía diga la verdad ante el Congreso de la Nación. El ciudadano tiene que saber cómo ha sido todo, cómo nos ha llevado a la incertidumbre sin precedentes que vive el país la errática conducción del titular del Palacio de Hacienda. El gobierno de Cristina Kirchner ha manejado el problema con mucha impericia y ha generado una gran zozobra. Es necesario que se sepa la verdad.
El ministro Kicillof, que tiene la costumbre de levantar el dedo para enfatizar sus dichos, como muestra la foto, aseguró hace relativamente poco tiempo, concretamente el 17 de junio, que "esto se está estudiando en profundidad." Y acompañó su concienzuda sentencia con un bucólico "quédense todos tranquilos." Sin embargo, los hechos no le dieron la razón.
El gobierno, en primer término, no cumplió con su obligación que es dar información confiable sobre sus intenciones, y eventualmente, hay una cesación de pagos que se intenta disimular como controlada o parcial.
El 25 de julio, el ministro dijo que "el 30 de julio no vamos a tener ningún problema." Pero el ISDA determinó que ese mismo día la Argentina incurrió en una falta de pago de la deuda. Para ese importante organismo regulador, el país ya está en default. Mientras que Kicillof repetía una y otra vez su consabida retórica contra el juez Griesa y los acreedores, se agitó una burda campaña falsamente nacionalista basada en la pegatina de afiches que no podría evitar, por ejemplo, una demanda de los poseedores de bonos para cobrar inmediatamente toda la deuda. La Argentina se encuentra en una situación vulnerable debido a la falta de seriedad que el gobierno ha tenido en el manejo de la cosa pública. El verdadero problema no es la mala praxis, ni la inexperiencia ni los errores de cálculo sino la falta de conducción política. El país está a la deriva por falta de objetivos claros. Y esta situación hasta genera dudas sobre la manera en que la presidenta llegará al final de su mandato.
El país se encuentra en una situación muy riesgosa debido a la mala praxis de Kicillof. Pero fue responsabilidad de la presidenta habilitar esa ineptitud. También lo serán las decisiones que tome.
¿Cuáles serán ellas? Se avecina la tormenta y en el puente de mando figura su secretario de finanzas, el ilustre desconocido Pablo López. ¿Se querrá ir como Lorenzino?
Es necesario destacar que Kicillof ha sido un fracaso total. Desde que inventó el “cepo cambiario” hasta ahora, todos los índices macroeconómicos empeoraron: nivel de actividad, déficit fiscal, desempleo, inflación, etc. No había, por lo tanto, ninguna razón para suponer que resolvería el problema "holdouts." Lo inexplicable es que la presidenta no reaccione cuando ve que todos los problemas se aceleran, cuando ve que es evidente que ya no hay cómo ocultar los problemas de conducción. En política ocurre otro tanto. El vicepresidente Amado Boudou enfrenta cada vez más problemas judiciales, pero la presidenta insiste en encumbrarlo. Hay una enorme hipocresía y contradicción en todo.
Es imprescindible la interpelación de Axel Kicillof. Es de esperar que esta idea prospere. El ministro debe dar explicaciones por su lamentable desempeño en la conducción de los destinos económicos del país.

viernes, 1 de agosto de 2014

Guerra de carteles

"Ayer Braden o Perón, hoy Griesa o Cristina," rezan los carteles que el autodenominado Grupo San Martín, que responde al diputado Julián Domínguez, empastó en la Capital Federal. Esta campaña compara así la actual disputa que la presidenta tiene con los holdouts con la pelea entre Perón y el embajador de Estados Unidos en la Argentina en 1945, Spruille Braden.
"Es la misma encrucijada histórica desde Rivadavia hasta acá. El gran estrangulamiento del desarrollo nacional siempre fue el endeudamiento escandaloso, soluciones inmediatas que condenan a futuras generaciones," dijo Domínguez en radio La Red al ser consultado sobre los afiches.
La actitud de polarizar este conflicto es símbolo de un gobierno en retroceso y sin respuestas. Emplazar a la ciudadanía en una elección fatal habla de la incapacidad de respuesta del régimen. La opción es inapelable. Blanco o negro. Ellos o nosotros. Si la intención es proclamar una cruzada nacionalista, el oficialismo tiene que saber que el resultado es un simple patrioterismo, que es sólo una actitud prepotente que se queda a mitad camino de toda propuesta, que la única y verdadera estrategia para lograr la reinserción del país en el mundo y conseguir una imagen respetable es mantener, a través del tiempo, la estabilidad institucional y la disciplina en las cuentas fiscales. Por el contrario, esta muestra de patrioterismo barato nos aleja de toda posibilidad de credibilidad ante las demás naciones, ya que le da al país la imagen de republiqueta bananera. El gobierno se basa en obsecuentes, aduladores, intelectuales de café, mentirosos, payasos mediáticos, aplaudidores a sueldo y ex-bolcheviques devenidos en propietarios de departamentos de Puerto Madero. Para montar la propaganda oficial de la mentira se siguen empleando enormes recursos económicos mientras las áreas sociales sufren una enorme desatención y abandono.
En el caso de los afiches, el paralelismo que se plantea no es válido. Se trata, simplemente, de una utilización falaz de la historia. Además, no corresponde usar las insignias patrias de dos estados soberanos como una estrategia para obtener réditos políticos para el poder de turno.
Así, esta guerra de carteles nos da cuenta de un gobierno que necesita construir un enemigo externo como una manera de justificar la incapacidad y la mediocridad con que han venido administrando el país en los últimos once años. En todo caso, fue entonces cuando los argentinos renunciamos a tener una república y aceptamos cambiarla por un falso modelo que ha envilecido la nación. Las políticas realizadas no tienen más continuidad que el clientelismo y la demagogia, y por supuesto, la soberbia y la prepotencia que las caracteriza. Lo que venimos observando es la lucha absurda y delirante por el poder por parte de los profetas de la división y el odio. Pero la solución para esto tiene una fecha: las elecciones presidenciales del 18 de octubre de 2015, cuando la sociedad argentina en su conjunto sea testigo del fin de este delirio; la arbitrariedad y la impunidad con que se nos bastardea todos los días.
Es de esperar, entonces, que el pueblo argentino comience a encontrar reunión luego de tanta infamia. Los años del kirchnerismo serán recordados como “los años del odio.”