miércoles, 16 de junio de 2010

El hombre nuevo

El 28 de julio de 1960, ante el Primer Congreso de Juventudes Latinoamericanas realizado en La Habana, el Che Guevara sostuvo un concepto que luego desarrollaría ampliamente: la idea del "hombre nuevo," al que concebía como un nuevo tipo humano que se desarrollaría a la par del socialismo, en el que el sentimiento de solidaridad y compromiso social se impondría al interés y al egoísmo material. El trabajo voluntario sería una expresión fundamental de este "hombre nuevo," impulsado al bien común sin necesidad de incentivos materiales. El "hombre nuevo" sería el hombre revolucionario y socialista que exportaría la revolución cubana a toda América Latina.
El hombre nuevo.
¿Por qué?
¿Eso significa que el "viejo" no sirve?
El que inventó el pararrayos, el que pintó la Capilla Sixtina, el que tomó la Bastilla, el que descubrió la penicilina, el que compuso la Sinfonía Coral, el que escribió los Evangelios, el que esculpió a David, el que fundó la biblioteca de Alejandría, el que construyó las pirámides de Egipto y el Taj Mahal, el que trazó el Ferrocarril Transiberiano, el que pintó la Gioconda, el que filmó Tiempos Modernos y el Gran Dictador, el que luchó en San Lorenzo y cruzó Los Andes,el que navegó los océanos y estudió las estrellas, el que venció al nazismo. Según la terminología que nos compete, ese es el "hombre viejo," el anterior al curioso Congreso La Habana '60 que, en realidad, fue la chispa de ignición de la labor subversiva marxista-leninista en América Latina. Los "miles de Vietnam" que consecuentemente fueron puestos en práctica por guerrilleros que intentaron implantar a sangre y fuego regímenes comunistas en toda la región son el legado del "hombre nuevo." Si fuera por el "hombre nuevo," todo el continente se encontraría bajo el implacable dominio de la hoz y el martillo. Ese es el legado del "hombre nuevo" para América y el mundo.
Y emplear términos como "a sangre y fuego" o "implacable dominio" no es ser histérico ni paranoico. Los comunistas sabían muy bien que a la gente el comunismo no le gustaba: por algo se había levantado en Berlín un muro y no una vidriera para exhibir sus logros. El hombre nuevo produjo poco socialismo. En cambio, causó mucha tragedia.
Tal vez el hombre nuevo estuvo equivocado desde el vamos. Tal vez estuvo equivocado en suponer que la solidaridad es un monopolio de la ideología socialista. Tal vez estuvo equivocado en atribuirse una superioridad espiritual respecto a banqueros y empresarios, a los que veía como la personificación de la codicia y el egoísmo. Tal vez estuvo equivocado en pensar que el bienestar económico inevitablemente corrompe. Tal vez estuvo equivocado en creer que la riqueza es un signo de bobería intelectual. Tal vez estuvo equivocado en atesorar el extático gesto de la lucha revolucionaria por sobre las ordinarias satisfacciones de la vida burguesa y capitalista, aunque sea en un barrio privado.
Y si no estaba equivocado, ¿cómo explicar que su "semblanza" no condujo absolutamente a nada? Los regímenes comunistas, que parecían inamovibles, cayeron uno a uno como fichas de dominó y de ellos no queda más que su aciago recuerdo. Tal vez nunca fueron inamovibles. Tal vez eso era sólo en apariencia. Creo que el comunismo fue el fraude más grande de la historia. Medía un kilómetro de largo, pero tenía un centímetro de espesor. Los que creyeron en él, como el hombre nuevo, se encontraron con que tenían las manos vacías al final del día.
Tal vez el error más grave del hombre nuevo fue que no comprendió que al ser humano no le interesa la guerrilla ni las revoluciones. Al ser humano le interesa tener una tarjeta de crédito en la billetera y que lo dejen en paz.

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