Coincidentes con estos graves hechos, también hay dos cuestiones que
habrían sido titulares importantes en el marco de una situación institucional
más normal. Esto es la caída del 25% en el patentamiento de autos y del 35% de
las ventas en inmobiliarias, originadas en el cepo cambiario que la presidente
se niega a reconocer. En efecto, la economía cada vez está más estancada y cada
vez la inflación es más alta, configurando la tormenta perfecta. Está todo
prendido con alfileres, y nadie sabe a ciencia cierta lo que puede pasar. Se
vive al día, lo cual habla muy mal de la calidad institucional de cualquier
país que se precie de confiable, una característica de la cual la Argentina se
encuentra a años luz. No se crece por la emisión y el gasto público
descontrolados, que generan inflación, y así se produce un círculo vicioso que
paraliza la economía.
En esta vorágine de malas noticias también apareció el conjunto de las
organizaciones judías repudiando la negociaciones con Irán, que se encuentra en
serios problemas económicos, porque Estados Unidos y Europa no le compran el
petróleo y le faltan dólares, al igual que al gobierno argentino. Esto
predispone muy mal a la colectividad israelita en la Argentina, y agrega otro
hecho negativo a la gestión kirchnerista, que ya navega a la deriva.
Es que es importante que cada argentino sepa que Cristina Kirchner es un
fraude, que llegó a la Casa Rosada en virtud del fraude y del engaño, que es
una mentirosa patológica, una manipuladora y demagoga, una ignorante supina en
todos los temas, y que está rodeada de una runfla de aduladores y
obsecuentes de las más diversas jerarquías que la mantienen en el
poder mientras el país involuciona, se cierra al mundo y se retrae a
ideologías arcaicas que sólo traen atraso y decadencia mientras buscan instaurar
un modelo colectivista de nación como Cuba y Venezuela, por nombrar los
ejemplos de prácticamente los únicos países que aún quedan como exponentes de
estas ideologías ya enterradas.
De hecho, podríamos afirmar que el kirchnerismo murió cuando murió Néstor
Kirchner, ya que sus políticas no tenían más continuidad que el clientelismo y
la demagogia, y por supuesto, la soberbia y la prepotencia que lo caracterizaba.
Lo que estamos asistiendo en la actualidad es un proyecto absurdo y delirante
de perpetuarse en el poder por parte de los profetas de la división y el enfrentamiento
que ocupan los cargos claves. Pero la solución para esto tiene una fecha: las
elecciones legislativas de 2013 en que la sociedad argentina en su conjunto
impida la continuidad de este delirio.
Así, el pueblo argentino comenzará a encontrar reunión luego de estos
años de infamia, y la década kirchenrista quedará sepultada en el pasado como
una verdadera pesadilla que jamás volverá a repetirse. La década kirchnerista será
recordada como "la década del odio."
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