Por lo pronto, el oficialismo está totalmente a la defensiva. Tensiones
inesperadas surgen literalmente a diario. Parafraseando al fundador de su
propio modelo, están cada vez más nerviosos.
Las fisuras del kirchnerismo se dejan entrever por el silencio elocuente
que la presidenta mantuvo ante los cacerolazos. En su primera aparición pública
después de la marcha, el miércoles, evitó rigurosamente mencionar la
manifestación opositora y se dedicó a hacer anuncios “positivos.” Más tarde,
hizo referencia sólo elípticamente a las clases medias que la rechazan y hasta
se permitió llamar al diálogo al macrismo, a pesar de que no recibió nunca a su
jefe para resolver la disputa por los subtes, entre otras muchas que mantiene
por razones puramente políticas. Por su parte, el gobernador kirchnerista de una
provincia del norte, azorado ante los veinte mil manifestantes que se
congregaron en la capital provincial, declaró que el rumbo se mantendría, pero
que había que escuchar a los que pensaban distinto, con lo cual nos recuerda al
gobierno militar cuando decían que “no tenían plazos sino objetivos.” Una
verdadera prueba de que la historia se repite.
En realidad, la actitud de soslayar los cacerolazos, intentando desviar
el centro de la polémica a los “ricos” que viajan a Miami, es una señal de las
tantas de los tiempos difíciles que corren para el gobierno. Otro índice es el
silencio sobre el proyecto de relección indefinida. Las encuestas que muestran más de un 60% de rechazo a la medida, y
el amago de llamar a consultas populares en distritos manejados por la
oposición la convencieron de la inoportunidad del insistir con el proyecto.
Otro hecho de no menor importancia es que la oposición -esa que ella intenta
dividir- estaba empezando a agruparse en torno del rechazo. Tan poco
eficaz es la operación política del gobierno que ni siquiera pudo con su
delegado en Santa Cruz, el gobernador Daniel Peralta, que sigue resistiendo los
embates kirchneristas y hasta se da el lujo de declarar que cuando los que
rodean a la presidenta se den cuenta de que no consigue la re -relección
"van a salir todos corriendo." Todo parece indicar que ya perdieron
lo último que se pierde que son las esperanzas.
“Ustedes que pueden, pregúntele por la
inflación, por la seguridad, por las marchas de protesta que ignora. Pregúntele
todo, porque aquí sólo da monólogos en los que dice cualquier cosa.”
Ese es el pedido que se repite en la
cadena de mensajes que vienen recibiendo los sitios de las universidades de
Georgetown y Harvard, en las que Cristina Kirchner expondrá en estos días sobre
el “modelo” argentino. La señal es elocuente. Hay un grado de rechazo y
ansiedad generalizada ante un gobierno que se limita a creer el propio
monologo, aislarse, y rechazar la autocrítica. “Es la primera vez que veo tanto
reclamo por la exposición de un presidente,” comentó un académico de
Georgetown.
En cambio, lejos de atender estas
necesidades que aquejan a los argentinos, la prioridad oficial sigue siendo la
guerra santa contra Clarín.
“La cadena ilegal del desánimo tiene
fecha de vencimiento y es el 7 de diciembre,” declaró la presidenta en relación
a la fecha en que está programado adjudicar a nuevos dueños las licencias que
se excedan del cupo fijado por la ley de medios audiovisuales. Hasta hay una
marcha convocada por el grupo “Unidos y Organizados” para celebrar el “final
del monopolio.”
Es que desde los inicios de la gestión de
los Kirchner se pudo comprobar que una de sus características centrales fue (y
sigue siendo) no solamente una agenda de confrontación permanente con lo que ellos
denominan los “poderes fácticos” sino, muy especialmente, el modo de exhibir
cada una de sus acciones como gestos heroicos o parecidos.Y mientras
el país del relato le endilga todos los males habidos y por haber a “la derecha,”
el país real asiste impávido a una ola de desprecio a todo aquel que piensa
diferente.
Un sistema democrático es coherente
consigo mismo: está diseñado para aprovechar y vivir en libertad. Un sistema
autoritario también es coherente consigo mismo. Su lógica interna es la dureza,
la opresión, el avasallamiento. No deja ningún resquicio por donde pueda
filtrarse su más grande enemigo: la libertad. Si un sistema hasta ese momento
cerrado abre una hendija, firma su propia sentencia de muerte. La libertad es
un dominó: tiene que caer la primera ficha. Una vez que esa primera hendija fue
abierta, todo lo demás se dará por añadidura.
Creemos que el 13 de septiembre a la noche
cayó la primera ficha del dominó. La expectativa, la esperanza es que vientos libres
y de cambio no dejen de soplar ahora en esta Argentina que felizmente da fieles
muestras de despertar de un letargo y una oscuridad de nueve años que serán
recordados como el período más infame que nos azotó en nuestra historia
reciente.
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