
Bartholdi quiso que su trabajo sea un símbolo inmenso e impresionante de la libertad humana para los millones de inmigrantes que vinieron a América en el siglo XIX buscando la libertad y el cumplimiento de sus sueños, y para todos los hombres del mundo que anhelan libertad. En la cabeza, lleva una corona de siete puntas que simboliza los siete mares y los siete continentes. La corona apunta hacia el exterior, hacia el mundo entero. Esa es la esencia: que la antorcha de la libertad brille no sólo para Estados Unidos sino para toda la humanidad. Hacemos hincapié nuevamente en “El nuevo coloso.” El poema diferencia específicamente la Estatua de la Libertad de la del Coloso de Rodas: “No como el broncíneo gigante de helénica fama, con sus conquistadores miembros a horcajadas de tierra a tierra.” Mientras el Coloso fue hecho para celebrar el dominio imperial de la ciudad de Rodas, la Estatua de la Libertad se erigió para dejar bien en claro que la libertad es patrimonio de toda la humanidad.
Pero lo que pocos saben es que esta obra colosal tiene su correlato en Buenos Aires, Argentina. En efecto, en el tradicional paseo de Barrancas de Belgrano hay una réplica a escala reducida sobre la barranca que da a la esquina de La Pampa y Arribeños, realizada por el mismo Bartholdi, y lo curioso es que fue inaugurada veinticinco días antes que su hermana mayor de Nueva York, el 3 de octubre de 1886, probablemente porque el presidente Julio Argentino Roca debía entregar la banda presidencial a su sucesor Miguel Juárez Celman nueve días más tarde. Al pie de la obra de metal se puede verificar la firma de su autor, A. Bartholdi, y la leyenda Fondu por Le Val D'osne 68, 8 rue Voltaire, Paris.
El hombre es un ser de símbolos. Esto es porque el hombre es un ser social por definición y por eso es que siempre arde en nosotros ese anhelo de pertenecer, de sentirse parte de algo que compartimos con el semejante. La impresionante obra que se yergue como símbolo triunfal en la bahía de Nueva York es un ícono que representa las cosas que más anhelamos: la libertad de pensamiento, la libertad de oportunidad, la libertad de creer en Dios. Los símbolos son muy importantes para el hombre.
La llama eterna de la libertad está dignamente representada por la dama de la antorcha en alto. Su luz jamás se apagará. Cobijados por este poderoso símbolo, desde su sitio de honor en la bahía de Nueva York y su pedestal en las porteñas Barrancas de Belgrano, están estos altos anhelos del hombre. Aquí y allá, la libertad sigue iluminando al mundo.
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