En el país del relato, él (perdón, ÉL) es Dios. En el país real, él (con
minúscula y sin perdón) es tan relevante para el ciudadano común como el
informe anual de la cosecha de garbanzos de Hungría. El ciudadano común tiene
su mente ocupada en otros aspectos recurrentes, como volver a su casa todas las
noches sin que lo asalten o lo maten en la calle.
La fiesta se acaba. Hay un mar de fondo que indica que esto no puede
durar mucho. La mayor bonanza económica de la historia reciente se ha
convertido en una desaceleración aguda y el optimismo ha dado lugar a un estado
de ansiedad generalizada. Mientras que en el país del relato la palabra más
usada es “reelección,” en el país real la palabra es “recesión.” Pese a los
apasionados discursos de la presidenta en los que afirma que Néstor Kirchner
produjo récords de crecimiento durante gran parte de la última década, por
todos lados aparecen las grietas del modelo. La economía se va.
Más aún. Aunque el relato lo niegue, no hay economista que no atribuya el
crecimiento a factores externos. La Argentina creció, simplemente, porque así
lo determinaba el contexto en cierne. Todos los países del mundo crecían en
aquellos años, incluso Haití. O sea, que si en lugar de Néstor Kirchner, el
presidente de la República hubiera sido Alcides, Riki Maravilla, la Mona
Jiménez o la Tota Santillán, el resultado habría sido el mismo: el país habría
crecido. Los países que menos crecían eran los que ya tenían un alto grado
de crecimiento, como Estados Unidos en los últimos años de Bill Clinton.
¿Y por qué la economía está contra las cuerdas? Porque el gobierno
aumenta, en lugar de reducir, el gasto público. Porque lo financia con
inflación. Porque persiste en la falsa ilusión del estado benefactor
dispensador de favores. Hay subsidios, prebendas y planes sociales de todo tipo
en los cuales se malgastó toda una bonanza económica. Y se tardó muy pocos años
en hacerlo. El esquema de los subsidios funcionó mientras las exportaciones no
dejaban de subir, pero una vez que los precios mundiales de las materias primas
dejaron de aumentar, el país se quedó al borde de la quiebra.
Hay un mar de fondo que es el país real por donde navega la nave que es el
país del relato. La mayor unión sindical del país ha
iniciado paros esporádicos en reclamo de un aumento salarial del 30%, y las
organizaciones de productores agrícolas amenazan con huelgas contra los
impuestos que el gobierno impone a las exportadores de granos.
Mientras que el país del relato nos llama
a pesificar, el país real nos pide dolarizar a toda costa. La economía pasará
de un crecimiento del 9% el año pasado a un 2.2% este año, según estimaciones
del Banco Mundial. Muchos economistas independientes dicen que el país podría
terminar el año con crecimiento cero.
"Creemos que, tarde o temprano, esta
historia termina en una gran devaluación," decía un reciente informe del
economista Javier Kulesz, directivo del banco UBS, y añadía que la devaluación
se daría junto con un gran aumento del precio de los servicios, mayor tensión
social y crecimiento bajo o incluso negativo.
El gigantesco plan recientemente aprobado por el gobierno para construir 400.000 viviendas en el curso de los próximos cuatro años es muy peculiar. ¿De dónde saldrá el dinero? De fondos del sistema de seguridad social. El gobierno dice que el plan creará 100.000 empleos y ayudará a reactivar la economía. Los escépticos dicen que el dinero caerá en el agujero negro de la corrupción, y los futuros jubilados no verán un centavo de sus jubilaciones.
El gigantesco plan recientemente aprobado por el gobierno para construir 400.000 viviendas en el curso de los próximos cuatro años es muy peculiar. ¿De dónde saldrá el dinero? De fondos del sistema de seguridad social. El gobierno dice que el plan creará 100.000 empleos y ayudará a reactivar la economía. Los escépticos dicen que el dinero caerá en el agujero negro de la corrupción, y los futuros jubilados no verán un centavo de sus jubilaciones.
Roberto Lavagna, ex ministro de economía
del gobierno de Néstor Kirchner, estima que los subsidios a la energía y el
transporte aumentaron de 1.200 millones de dólares en 2005 a 19.000 millones el
año pasado. Tal vez el aumento del 125% de la tarifa del subte de Buenos Aires
ayude a solventarlo. Después de todo, los que pagan son sólo ciudadanos.
Si el país real tuviera algo que ver con
el país del relato, el sentido común indicaría que Cristina Kirchner daría
marcha atrás en todas sus políticas y pensaría en una visión más a largo plazo
que le permita al país mejorar sus sistemas educativos, atraer inversiones para
crear nuevas industrias y crear empleos productivos para sacar definitivamente
de la pobreza a millones de personas, como están haciendo China o nuestro
vecino Brasil. En cambio, conociéndola, todo parece indicar que se dedicará a
emitir moneda sin respaldo para comprar los votos que le permitirán ganar las elecciones
legislativas de 2013. En el país real, si los precios de las materias primas
internacionales no suben, -algo que muy pocos estiman probable- las cuentas no
cerrarán. En el país del relato, la presidenta está rodeada de una runfla de
obsecuentes de las más diversas jerarquías que cumplen a la perfección su función de
desinformarla y aislarla de la realidad.
El acto de ayer del Día de la Bandera en
Rosario fue encabezado por el vicepresidente Amado Boudou. Según el relato,
Cristina Kirchner había viajado al exterior porque estaba cumpliendo una agenda
internacional. Fue la excusa perfecta para incumplir su agenda nacional de
estar presente en ese acto multitudinario porque tenía miedo de ser silbada por
la concurrencia en el país real.
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