La Guerra Fría terminó, pero eso no significa que los europeos deban ser
librados a sus propios medios para defenderse a sí mismos, a pesar de los grandes
problemas fiscales que aquejan a Estados Unidos. Ivan Eland, director asociado
del Instituto Independiente de Oakland, uno de los foros de discusión y
análisis independientes más importantes de ese país, propuso en un reciente
artículo abandonar la OTAN. La actual situación económica de los Estados Unidos,
afirma, no justifica su permanencia en la organización. Considerando la escena
internacional actual, ¿sería esa una buena maniobra?
Una vez finalizada la Guerra Fría, Estados Unidos procedió a reconvertir
su aparato militar para enfrentar al nuevo peligro que lo amenazaba. Ya no se
trataba, como en el mundo de la bipolaridad ruso-estadounidense, de dos bloques
antagónicos, sino de un enemigo corporizado en células terroristas
caracterizadas por el odio y el fanatismo. Por eso, el presidente Obama, lejos
de buscar un abandono de la alianza, ha propuesto medidas para fortalecer la
misma: la adquisición de aviones no tripulados de vigilancia Global Hawk, el otorgamiento a la OTAN del control sobre un sistema de antimisiles construido
por Estados Unidos, la concesión de los radares e interceptores de misiles de
los buques de guerra Aegis a la OTAN en tiempos de crisis, y el entrenamiento
conjunto de tropas norteamericanas y de otros países miembros de la alianza,
aún en tiempos de paz o de baja probabilidad de conflicto. Estas medidas
servirán para fortalecer los vínculos entre los países miembros de la alianza,
asegurando la libertad para todos.
La reciente intervención en Libia demostró que el contar con un
apropiado poderío militar es indispensable para defender la libertad. En
general, Rusia y Estados Unidos ven coincidir sus intereses en la lucha contra
el terrorismo islámico. Ambos países, además, subscribieron un importante
tratado de control de armas que limita las armas nucleares estratégicas, el
cual ha proporcionado algo de ayuda en los esfuerzos de presionar a Irán para
que detenga su programa nuclear.
La amenaza de la Guerra Fría terminó, pero el mundo sigue aún en tensión
bajo el peligro del terrorismo fundamentalista islámico. Esta forma nueva y
peligrosa de barbarie, el terrorismo, existe. Por eso, lejos de ignorarlo, el
mundo libre debe poner su máxima presión sobre él y sobre los estados que
pudieran cobijarlo o brindarle apoyo, pues si se continúa con ese esfuerzo, hay
serias posibilidades de incapacitarlo definitivamente como amenaza. Lejos de
ser abandonada, la OTAN puede ser una gran herramienta en línea con este fin.
Hay una guerra mundial antiterrorista que comenzó el 11 de setiembre de
2001 cuando las Torres Gemelas dejaron de existir porque un tal Bin Laden las
tiró abajo. Es una guerra que debemos ganar. La razón es muy simple: está en
juego la supervivencia de la civilización sobre la barbarie. Y recordemos que
la barbarie no tiene códigos ni límites. La barbarie tiene un rostro
encapuchado y cobarde. La barbarie no distingue raza, color, religión ni credo
alguno. En cambio, siembra el odio, el caos y el mal en todas partes.
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