Ya no se trata de ideas políticas encontradas. Se trata de una mafia con
códigos operacionales de estilo propio que ha secuestrado la Casa Rosada encabezada por una demagoga, manipuladora y mentirosa patológica, y la runfla
de obsecuentes que la rodean como abeja reina y la mantienen en el poder
mientras el país involuciona, se cierra al mundo y se aferra a ideologías
trogloditas de estatismo populista que sólo buscan aumentar el clientelismo
como una forma de acrecentar el caudal de votos para su redil, estrategia que
ven como el modo más seguro de perpetuarse en el poder.
El país está fracturado y la ruina es manifiesta a todo nivel. Pero esto
tiene nombre y apellido: Cristina Kirchner y su díscolo
vicepresidente-guitarrista Amado Boudou, el peor vicepresidente y el peor guitarrista del mundo. Las dos cosas.
Están destruyendo el país en nombre de una ideología que no existe. El
gobierno se dedica a presionar intendentes y gobernadores no adictos, la
justicia sigue sometida al poder de turno y más que justicia parece una
escribanía, la galopante inflación no da tregua, la inseguridad sigue imperando
en las calles, la consabida runfla de obsecuentes televisivos siguen cantando
loas al régimen cual Ministerio de la Verdad del Gran Hermano de Orwell, y
mandatarios de todo el mundo vistan Brasil y Chile, pero no la Argentina.
El kirchnerismo siempre puso especial énfasis en el aumento del empleo.
Ese ha sido, sin duda, pilar de su retórica en un país en el que el desempleo
había alcanzado niveles demenciales hasta 2003, pero lo cierto es que desde 2008,
el empleo público viene creciendo a niveles muy superiores que el empleo
privado. Esto, en la práctica, equivale a decir que la economía se está
contrayendo y que el país no está creciendo. La Argentina, simplemente, no
ofrece garantías para la inversión privada y está muy lejos de ser un país
serio, confiable, predecible. El gobierno está otorgando puestos públicos como
una manera de tergiversar las estadísticas que indican lo que hasta para ellos
tendría que ser evidente: está aumentando el desempleo. No solamente eso. Estos puestos públicos son siempre para los adictos al gobierno (léase la
Cámpora), para sus amigos, para los amigos de sus amigos, para los amigos de
los amigos de sus amigos y para los amigos de los amigos de los amigos de los
adictos al gobierno, ya que en un gobierno corrupto y mentiroso, se castiga y
se excluye al idóneo y se premia al obsecuente.
El modelo se basó en que se puede generar una ilusión de progreso
indefinido mediante el uso irresponsable de los recursos públicos, la emisión
monetaria a discreción como fuego de ametralladora, la distorsión constante y
permanente de la realidad y la red de complacencia mediática que en todo
momento apoya esa distorsión. Pero como lo demuestra la experiencia mundial, el
estado paternalista y dispensador de favores es una ilusión, y ni bien se
consumen sus subsidios y prebendas, sus beneficiarios terminan tapados por el
agua. Y los alcahuetes mediáticos, desde sus confortables asientos detrás de
las cámaras de televisión pagados por los impuestos de los contribuyentes,
analizan la cobertura de los hechos, y hablan y ríen, como la familia de
robots del señor Hathaway de Crónicas Marcianas.
Y el viento sigue soplando y el mar muerto sigue muerto.
Y el agua nos tapa a todos, moral y materialmente. La tragedia es
demasiado grande, demasiado general. Nadie se salva de ella. El gobierno
nacional nunca se ocupó debidamente de las obras de infraestructura
indispensables. Y para peor, nadie, ni el gobierno nacional ni los gobiernos
locales parecieron estar preparados para enfrentar este desastre climático que
nos azotó. La tragedia de la inundación dio cuenta de un estado ausente e
improvisado, incapaz de garantizar derechos elementales que justifiquen su
existencia. No tenemos derechos ni garantías de ningún tipo. No hay transportes
públicos adecuados, no hay seguridad en las calles, no hay instituciones
sólidas, no hay independencia judicial, no hay educación pública de calidad y,
como quedó demostrado, no hay condiciones para afrontar una situación de
emergencia.
El poder representa una situación terriblemente despareja para cualquier
alternativa opositora, por fuerte que sea, ya que la balanza siempre se inclina
para el que lo detenta. Por eso, hoy más que nunca, es menester la presencia de
una verdadera fuerza opositora que sirva e freno al avasallamiento de esta
dictadura demencial que está mancillando, que está destruyendo literalmente la
república. Si ellos dicen “vamos por todo” nosotros tenemos que contestarles
“hasta acá llegaron, hasta acá basta.” El disperso arco opositor tiene esa
deuda: superar la inoperancia que lo caracteriza y erigirse como alternativa a
tanta soberbia, delirio e impunidad. Sabemos que la tarea no es fácil en un
espectro político devastado por diez años de prepotencia y de mentiras, pero es
menester que políticos capacitados se sientan llamados a ejercer con valentía y
decisión esta gran responsabilidad. Hay una oportunidad para comenzar a
construir un proyecto político alternativo. El próximo jueves 18 de abril,
marchamos a Plaza de Mayo en contra del gobierno kirchnerista. Como una digna
continuidad de las históricas marchas del 13 de setiembre y el 8 de noviembre
del año pasado, este evento puede significar el cambio de bisagra en la
historia. Nadie puede predecir qué saldrá de ello, pero es una oportunidad, y
eso es lo que importa. Porque, sencillamente, puede ser la última oportunidad
para nosotros. La Argentina está yendo a velocidad crucero a convertirse en una
nueva Cuba, y de eso no hay retorno. Si los argentinos no abandonamos nuestra
parsimonia, si no somos nosotros los que ponemos límites a este delirio, serán
otras las fuerzas que vengan a poner orden, y la próxima marcha la vamos a
tener que hacer en Colonia o en Montevideo porque acá no nos van a dejar. No
habrá retorno, insisto, cuando la Argentina sea como Cuba. Cuando llegue aquel
día, la Cámpora va ser la AKámpora-47, porque van a salir a la calle con
fusiles AK-47 y se van a meter por la fuerza en las casas para ver si la gente guarda ejemplares de Clarín, de La Nación o de Selecciones del
Reader’s Digest. Y van a pedir los pasaportes para viajar 80 kilómetros en el
país como hacían en la Unión Soviética.
El 18 de abril, a la noche, los argentinos tenemos una oportunidad.
Debemos demostrar que somos capaces de decir "basta" a la soberbia
con que se nos bastardea todos los días. Lo que está en juego es demasiado
importante como para que los políticos opositores pierdan tiempo en discusiones
superficiales. Es menester dejar atrás la mezquindad y anteponer los intereses
de la nación para salvar a tiempo la república. Recordemos que, como dijo,
Edmund Burke, lo único necesario para que el mal triunfe es que la gente de
bien no haga nada.
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