Caulquiera que haya asistido a la Casa Rosada el pasado 2 de julio, habrá visto el clima de euforia que reinaba. Todo era risas, aplausos y festejos. ¿Cuál era la razón? La presentación de unos insulsos muñecos de trapo con la cara de la presidente.
Con todo el elenco setentista presente y los infaltables aplaudidores de oficio para ovacionar a su jefa, Cristina Kirchner presento al país el nuevo y maravilloso producto que ya se encuentra a la venta en el Museo del Bicentenario y por Internet: unos muñecos de ella y de su difunto esposo Néstor hechos con tela rellena, que miden entre 25 y 35 centímetros.
Además, se comercializan muñecos del Che Guevara, Fidel Castro, Evo Morales, Hugo Chávez, y otros puntales de Occidente. Me pregunto por qué no está el muñeco de Alvaro Alsogaray. ¿Será que no se lo merecía?
Así pues, esta verdadera batalla cultural de Cristina Kirchner por buscar hegemonía a todo nivel tiene como punto clave la idea de que el kirchnerismo debe estar presente en todo momento y todo lugar. Es una idea que, más que autoritaria, roza lo totalitario. En efecto, no basta con ocupar espacios políticos: deben lograr omnipresencia a lo largo y ancho de los espacios sociales en general, públicos y privados; en el deporte, a través de las propagandas políticas de “automovilismo para todos," de "fútbol para todos" y de los barras bravas rentados que despliegan las banderas del kirchnerismo en las canchas. También a través del "espacio no partidario ni confesional" pero sí subvencionado “Carta Abierta;" en la música, instruyendo a diversos artistas para que le rindan pleitesía; en el periodismo, edificando su propio monopolio comunicacional; en el televisor familiar, interrumpiendo la programación con alevosa frecuencia para decirnos que nuestro país es punto menos que un paraíso; en el divertimento de los niños, transmitiendo mensajes políticos a través de las caricaturas del canal "Paka Paka;" en la administración pública controlada por la Cámpora, haciendo correr peligro la continuidad laboral de los trabajadores que no aceptan militar en el kirchnerismo; y ahora hasta en los juguetes, promoviendo la misma Cristina Kirchner la comercialización de una muñeca con su cara en pleno acto oficial.
Lo que intentan, en concreto, es que tengamos kirchnerismo hasta en la sopa, que abramos el ropero y nos salga kirchnerismo. Todo al mejor estilo del Gran Hermano de la sombría fábula de Orwell, único camino que estiman viable para la construcción hegemónica total.
Cambiando la temática ciento ochenta grados, mientras que en la Casa de Gobierno era todo risas, jolgorio y algarabía, en Cañuelas, provincia de Buenos Aires, se realizaba una marcha por el asesinato de dos hermanos de esa localidad, como un hecho más de inseguridad que se suma a los tantos que los argentinos padecemos a diario, mientras que el gobierno de los muñecos no es capaz de dar la más mínima respuesta.
El miedo y el dolor se han enseñoreado de las calles de la Argentina. Es muy importante, entonces, la producción de muñecos.
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