miércoles, 5 de mayo de 2010

Hungría y su lucha por la libertad

1956 se recuerda en la historia como el año de la gesta húngara contra el gobierno comunista que había implantado la Unión Soviética en Budapest desde fines de la Segunda Guerra Mundial.
Aquel 23 de octubre, día en que los húngaros salieron a la calle para iniciar una revolución por la libertad, comenzó con una manifestación estudiantil que reclamaba una mayor liberalización del régimen. La ebullición fue en aumento y pronto esa agitación se convirtió en el estallido de un pueblo oprimido.
Por todo Budapest se extendieron los justos reclamos: la retirada de las tropas soviéticas, elecciones libres, libertad de expresión y profundos cambios en las condiciones de vida de los obreros y campesinos.
Ese mismo día llegaron a congregarse más de 200.000 personas frente al parlamento para reclamar la presencia del ex-primer ministro Imre Nagy. La revolución estaba en marcha, pero sólo duraría unos días, hasta que las tropas soviéticas intervinieron decididamente con sus tanques y reprimieron la sublevación.
La mañana del 24 comenzó con una atmósfera de esperanza e ilusión para los húngaros. El líder Nagy formó un nuevo gobierno sin elementos comunistas y una multitud salió a la calle alborozada a festejar.
A partir de entonces se declaró una lucha abierta entre las fuerzas soviéticas de ocupación y los civiles húngaros que apoyaban a Nagy. Incluso, parte del ejército húngaro se unió a los patriotas.
No había nada que detuviera a una población que quería libertad. Paso a paso, los soviéticos eran obligados a retroceder. Todo vestigio comunista era borrado de la capital. Se quemaron retratos de Lenin y Stalin.
Entretanto, mientras se anunciaba que Nagy iba a impugnar el Pacto de Varsovia, comenzaban a liberarse los presos políticos de los campos de concentración.
Pese a la escazes de alimentos y otras necesidades surgidas de la revuelta, un generalizado optimismo comezaba a aparecer. Además, todo el pueblo recibió con júbilo la liberación del cardenal Mindszenty, tras soportar más de seis años de prisión.
Hasta el sábado 3 de noviembre, todo hacía suponer que la lucha del pueblo húngaro por su independencia iba a triunfar. Sin embargo, Moscú alzó el puño y golpeó alevosamente.
Al día siguiente, el triste 4 de noviembre, veinte divisiones rusas y más de mil tanques decidieron acabar con todo intento de lucha. La revolución moría aplastada a sangre y fuego. Nuevamente, la cortina de hierro caía sobre Hungría. La bota soviética volvía a pisar.
Con la creación de la Tercera República Húngara en 1989, el 23 de octubre fue declarado feriado nacional en merecido reconocimiento a aquellos patriotas que salieron a la calle porque creyeron en algo más grande que ellos mismos. La historia nos recuerda que, muy a menudo, la libertad debió ser comprada con el coraje y el sacrificio de muchos valientes y que, por lo tanto, esa libertad lograda a tan duras instancias constituye para nosotros un patrimonio innegociable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario