viernes, 2 de enero de 2015

Sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba

Antes de Castro, Cuba era, con Argentina, el país más desarrollado de América Latina. La Habana era una maravillosa ciudad con hoteles, casinos, turismo extranjero y dólares. Había salud y educación gratuitas. Se podía entrar y salir del país en cualquier momento. Había herramientas, autos, motos, aviones, camiones, autopistas. Había infraestructura, tranvías, ferrocarriles, TV color, libros, cultura, vida y movimiento. Nadie salía en balsas sino en barcos y aviones. Se exportaba azúcar a diario a la Florida. Hoy todo es prostitución, pobreza, abandono y destrucción. Todo está en ruinas. Cuando uno observa la Cuba de hoy puede ver en forma nítida los resultados de una política absolutamente pauperizante e igualadora hacia abajo. Nadie ganó nada en todos estos años de aislamiento y falta de libertad.
¿Será la reanudación de las relaciones diplomáticas entre este país y Estados Unidos el comienzo del fin de esta larga y amarga historia? Por lo pronto, el mayor interrogante es si el régimen cubano lo permitirá.
El discurso del mandatario cubano Raúl Castro del 17 de diciembre en el que anunció el acuerdo de normalización con Washington tuvo un tinte peculiar: Castro habló vestido de uniforme militar, una señal de que su país aún está en guerra. A pesar de las acciones ejecutivas de Obama para aumentar el turismo y el comercio con Cuba, Castro denunció a Washington por las restantes sanciones económicas que aún siguen vigentes. "Esto no quiere decir que lo principal se haya resuelto -dijo. -El bloqueo económico, comercial y financiero que provoca enormes daños humanos y económicos a nuestro país debe cesar."
Raúl Castro le sigue echando en cara a los Estados Unidos el tan mentado "bloqueo" y lo usa como excusa para mantener el estado de hostilidad. Y eso tras una historia en la que su país no hizo otra cosa que sabotear y entorpecer los intentos estadounidenses de mejorar los lazos bilaterales. Jimmy Carter intentó mejorar las relaciones con Cuba y negoció la apertura de las Secciones de Intereses en Washington y La Habana. Pero en 1980, Fidel Castro desencadenó la crisis de los refugiados de Mariel. "¡Que se larguen!" gritó histéricamente en su discurso del 1 de mayo de ese año, y todo quedó así. En 1996, cuando Bill Clinton intentó normalizar las relaciones bilaterales, Cuba derribó dos aviones del grupo humanitario cubano-americano Hermanos al Rescate. Ese ataque hizo que Clinton retirara su propuesta de normalización e impusiera nuevas sanciones comerciales.
Sin embargo, esta vez las cosas pueden ser distintas: Raúl Castro es más pragmático que Fidel y sabe que necesita aumentar el turismo y las remesas de Estados Unidos ante la amenaza de un inminente corte de los subsidios de petróleo de Venezuela. En realidad, ese país gobernado por el inmaduro presidente Maduro ha hecho las veces de una segunda Unión Soviética para la isla del caribe. Durante la Guerra Fría, Moscú sostuvo al régimen castrista con cantidades estimadas en cinco mil millones de dólares al año. Una vez que terminó el aporte de los generosos camaradas soviéticos, los hermanos Castro se beneficiaron con los miles de barriles de petróleo venezolano que llegaban a diario a la isla. Ahora bien, si los Castro no hubieran contado con este suministro vital en todos estos años, ¿habrían podido mantenerse en el poder? Vale la pena pensarlo.
En la actual realidad de los hechos, Cuba es una dictadura opresora y represiva abolicionista de los derechos civiles y los derechos humanos más básicos y elementales, dictadura que hoy está convalidando el fracaso del sistema comunista. Desesperadamente, Cuba necesita reintegrarse al mundo libre y civilizado y por eso es que hoy se abre y negocia con los Estados Unidos con su turismo, comercio e inversiones. Esto sucede en la pobre Cuba de los hermanos Castro donde sólo se redistribuye fracaso y miseria. Los inversores norteamericanos están ansiosos de emprendimientos a 90 millas de sus costas. En cuestión de meses, esto será una justa y beneficiosa realidad. El gulag antillano, el estalinismo caribeño, debe terminar.

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