sábado, 25 de junio de 2011

La inflación es un impuesto

Un día como de tantos, el ciudadano acude al supermercado con el fin de adquirir alimentos y otras necesidades y constata, muy a pesar suyo, que los artículos de todas las góndolas han aumentado de precio. Eso se debe a que el gobierno le está cobrando en forma solapada, encubierta, disimulada un impuesto llamado inflación.
La inflación es un impuesto, ya que constituye una carga del gobierno hacia los ciudadanos. De hecho, es el impuesto más efectivo ya que afecta a toda la población. La inflación es un impuesto injusto que afecta a todos, pero que beneficia a los que hacen el primer uso del dinero creado por este fenómeno: el estado. Ni siquiera cuesta recaudarlo. No se necesita una Hacienda Pública ni organismo alguno que, en definitiva, debería rendir cuentas de su honestidad y transparencia, características que no suelen ser precisamente las de los países del tercer mundo, los más propensos a la inflación.
Cuando el estado necesita dinero para financiar sus gastos, recurre a la emisión monetaria. El mecanismo es muy sencillo: el estado imprime nuevos billetes. Para pagar a sus proveedores, sólo tiene que darle esos billetes. Debido a que las monedas de esos países se devalúan con respecto a las monedas fuertes, el resultado es la inflación.
Siendo habitualmente el emisor un banco central, la impresión de nuevos billetes permite al primer receptor de ellos (el gobierno) utilizar este nuevo dinero antes de que los efectos de una mayor base monetaria se distribuyan por la economía, es decir antes de que suban los precios. La inflación puede utilizarse como una vía más de solventar el gasto público con la ventaja de que es un impuesto encubierto.
Si un gobierno, para financiarse, opta por la emisión monetar en lugar de subir impuestos o vender deuda pública, aumenta la cantidad de dinero en circulación, suben los precios y teniendo la población menor poder adquisitivo por la devaluación, la diferencia que existe se lo llevan las arcas públicas. Como decía John Keynes: “Por medio de un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos… El proceso involucra todas las fuerzas ocultas de las leyes económicas, y lo hace de una manera tal que un hombre en un millón es capaz de diagnosticar.”
A medida que la emisión real crece, suben los precios, y eso significa que la tasa de inflación es equivalente a la pérdida de poder adquisitivo de la población. La inflación es, por lo tanto, una moneda de dos caras: la tasa de inflación sube, el poder adquisitivo de la moneda baja. El dinero pierde su capacidad de compra. Esa pérdida es impuesta por el gobierno a la sociedad. Este es el impuesto/inflación.
Históricamente, el impuesto/inflación se utilizó en tiempos de guerra para evitar los efectos negativos de las subidas de impuestos directos sobre la opinión pública. Los emperadores romanos pagaban a los legionarios con denarios devaluados. Con la invención de la imprenta y la difusión del papel moneda se facilitó aún más esta posibilidad y se amplió su utilización. En 1923, la república de Weimar utilizó cantidad creciente de marcos para pagar a los obreros de la Cuenca del Ruhr durante su huelga contra la ocupación francesa que tuvo lugar ese año. Roosevelt devaluó el dólar en 1935 (y confiscó el oro en manos privadas) para financiar los gastos públicos del New Deal. Años más tarde, con el fin de financiar la guerra de Vietnam, Nixon suspendió definitivamente la convertibilidad del dólar con el oro.
El impuesto/inflación, si es creciente, termina por desplazar la moneda local. El proceso finaliza en una economía con uso de monedas fuertes (generalmente el dólar) y con una masiva pérdida de capacidad de compra de la población, especialmente aquellos sectores que no tienen oportunidad de “emigrar” hacia otras monedas o activos. La inflación, en los consumidores, tiene el impacto de destruir la capacidad de compra de sus ingresos, las posibilidades de ahorro y la confianza en las políticas económicas, mientras que para el sector empresarial elimina literalmente las posibilidades de invertir ante la nula previsibilidad de los flujos de caja.
El financiamiento del gobierno por medio de este procedimiento consiste, entonces, en pagar sus gastos imprimiendo dinero. La magnitud del ingreso que obtiene mediante esta forma de financiamiento se mide por los bienes y servicios reales que el gobierno puede comprar con el dinero que imprime. El incremento de la masa circulante de dinero es la causa de la inflación. Esto es, imprimir moneda es la forma exacta en que el gobierno recauda el impuesto/inflación.
La mayor ventaja que el gobierno obtiene de este impuesto tal vez sea que el pueblo se lo paga automáticamente a medida que la población sufre la pérdida de valor de su dinero cuando suben los precios.
La inflación se produce cuando el gobierno usa discrecionalmente la facultad de emitir papel moneda. Las distorsiones de todo tipo que este experimento de neto corte populista provoca en la sociedad demuestran su fracaso y, a la vez, que el rigor fiscal es una condición fundamental para asegurar el crecimiento económico de una comunidad. Vale decir, el estado debe asumir que su función es preservar el valor de la moneda como clave de ese crecimiento. Y está claro que eso sólo se logrará por administraciones honestas, sensatas y responsables.

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