domingo, 1 de abril de 2012

El proceso de innovación capitalista

La innovación es un hecho fundamental en una economía libre. Por todas partes, grupos empresariales armados con computadoras están trabajando, creando, innovando, produciendo. Alguien en algún lado está realizando una innovación, a veces casi imperceptible, que ayudará a mejorar la calidad de vida. La creatividad de investigadores y empresarios es un factor de gran capitalización para el conjunto de la sociedad. Eso es más de lo que pueda decirse de cualquier político, especialmente en un año en que hay elecciones en países que concentran al menos un tercio de la economía mundial.
Economistas como Friedrich Hayek han enfatizado sobre "el uso del conocimiento en la sociedad." Eso significa que el problema social consiste en coordinar el conocimiento sobre las preferencias y posibilidades dispersas en millones de individuos que interactúan a diario en el mercado, conformado así esa maravillosa conjunción de proyectos que explican el crecimiento de una nación cuyo orden social esté basado en la previsibilidad y la transparencia. Ahora bien, tal conocimiento no puede ser monopolio de una sola persona, y como Hayek y otros han argumentado, los mercados son necesarios para que dicho conocimiento pueda ser aprovechado y transmitido a través de señales coherentes.Thomas Sowell decía que no hay soluciones, sólo intercambios.
Esas señales se dan en la sociedad por la ley de la oferta y la demanda. La economía de mercado no es más que un parco sistema de señales -el único que existe- que informarán qué productos y servicios son requeridos, la manera en que se producirán, y el costo que se habrá de pagar por ellos.
Desde luego, estos principios de economía liberal no garantizan ciento por ciento el crecimiento, pero sin ellos hay pocos horizontes. Aún si admitimos que la deuda de los países ricos es crear un sistema monetario internacional estable, esto no invalida lo anterior.
El economista Donald Boudreaux llama al mercado "la piscina de la prosperidad." Eso ilustra una verdad sobre el proceso de innovación capitalista. Es un proceso de experimentación que permite a las personas identificar, a través de la prueba y el error, un conjunto de bienes y servicios que coloca a la comunidad en una situación mejor. Como decía Joseph Schumpeter, el logro capitalista no consiste en mejores baratijas para los plutócratas. Consiste en una serie incontable de innovaciones que benefician al resto de nosotros. El capitalismo es el único sistema que funciona para todos, ricos y pobres.
Y si afirmamos que el capitalismo es el único sistema que funciona para todos (y todas) es, simplemente, porque es de esa manera. ¿Qué se puede comparar al capitalismo? ¿Con qué sistema se puede siquiera remotamente pensar en reemplazarlo?
Mientras las políticas socialistas de redistribución de la riqueza proponen, al menos en teoría, arrebatar la riqueza a sus dueños para repartir entre todos (y todas) por partes iguales, el capitalismo hace una cosa mucho más inteligente: produce, en proporción geométrica, nuevas riquezas, sin quitar nada a nadie, estimulando a cada individuo para que produzca libremente lo que quiera, no lo que el estado le indique, beneficiando, en mayor o menor proporción a todos (y todas, por tercera vez) como resultado de la nueva abundancia.
Además, en el capitalismo, la creación de nuevas riquezas es incesante, mientras que en una economía central planificada por el estado, en cuanto se acaba lo que hay para distribuir, no queda más que miseria y escasez que repartir, ya que el sistema habrá extinguido todo incentivo que alienta al hombre a producir. La única que se beneficia en última instancia es la burocracia: justo lo que interesa a los que están en el poder.
La realidad es que el mercado -y esto es algo que los estatistas no parecen entender nunca- se mueve en formas elaboradas y complejas que van mucho más allá de cualquier planificación estatal. Por eso es que el progreso se basa en las soluciones del mercado, no en los remedios del estado. Aunque siguiendo la línea de pensamiento de Sowell, deberíamos hablar de los "intercambios" del mercado. Claro que aquello, antes que una definición, está más cerca de ser una ironía.

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