lunes, 1 de noviembre de 2010

Inflación, demagogia y nazismo

El precio, en su función normal, se constituye por las relaciones interpersonales estre compradores y vendedores por la ley de la oferta y la demanda. Como todo lo que pertenece a la vida pública, es algo estable, aunque variable; es decir, varía lentamente. El precio es lo que cuestan las cosas, lo que se cobra y se paga por ellas, por eso cumple una función social: prever el comportamiento ajeno y el de la sociedad en su conjunto.
Cuando los precios son manipulados por el estado, cuando dejan de ser un mecanismo social; se tergiversan y se convierten en otra cosa. Esta tergiversación causa la quiebra de los usos sociales. No se sabe lo que cuesta nada, no se sabe lo que vale nada; y esta inestabilidad se proyecta sobre lo que el individuo piensa y hace en sociedad. Es un enorme factor de desmoralización. La España franquista estaba sometida a un sistema de "precios de tasa" establecidos por decreto, y al mismo tiempo florecía el mercado negro llamado entonces "estraperlo." Los precios, claro está, son un hecho económico, pero llevan consigo una dimensión social y aún moral que no podemos pasar por alto.
La peor tergiversación que sufren los precios es la inflación. Veamos dos situaciones bien distintas. En Europa, desde 1870 aproximandamente hasta la Primera Guerra Mundial, hubo una gran estabilidad de los precios. Se sabía lo que las cosas costaban, que fue casi lo mismo por varias décadas. El valor del dinero era constante y eso dio una gran estabilidad a la vida para los europeos.
Comparado con esto, en la Alemania de Weimar hubo una monstruosa inflación. El valor del dinero llegó a ser un billón de veces menos que el normal. Los artículos aumentaban de precio no todos los días sino varias veces por día. De la misma manera, los sueldos se pagaban al día o incluso también varias veces en el mismo día para que tuvieran alguna significación.
¿Cuáles fueron las consecuencias? Hubo una relación entre esta inflación y el surgimiento del nazismo. Es un hecho que por entonces se inicia la formación del partido Nacional-Socialista. El nacionalsocialismo fue, ante todo, una enorme expresión de demagogia que pretendía justificarse por el desastre económico. La corrupción causada a su vez por este movimiento alcanzó a las más profundas raíces con una gravedad nunca antes conocida y llevó a Alemania a la más completa destrucción. Lo que importa señalar es que esa inflación tuvo las más graves consecuencias sociales y morales y abrió el camino a la más devastadora demagogia.
La moral se presenta en principio y para la mayoría de los hombres como un conjunto de vigencias: lo que se hace y la manera en que se lo hace. Por lo tanto, la quiebra de los usos, entre ellos muy especialmente el de los precios, tiene una gran repercusión desmoralizadora. Los negociados, abusos, enriquecimientos ilícitos en desmedro de la mayoría afectan primariamente a la economía, pero en un sentido más estricto, esa desmoralización se extiende al conjunto de la población, no solamente a los que participan de esas maniobras incorrectas.
Se habla de la inflación como si fuera una calamidad llovida del cielo (o brotada del infierno), se la considera como un terremoto o una erupción volcánica, no como lo que es: un resultado de acciones humanas deliberadas, de decisiones que han llevado a crearla. Se suele echar la culpa a cierto tipo de gobierno, olvidando que otros enteramente distintos la han causado igualmente, quizás todavía en mayor proporción. Como en muchos otros campos de la política, hay una tendencia a buscar las causas allí donde no están, lo cual significa la decisión de no enterarse, de no averiguar las causas de los problemas, lo que hace imposible encontrarles soluciones.
Cuando la inflación rebasa ciertos límites, se convierte en un peligro. Porque no amenaza sólo con la crisis de la economía, con la pobreza o la quiebra, sino con la descomposición misma de la sociedad. Abre las puertas a la irresponsabilidad y a la desorientación, y entonces llega la demagogia, cuyo efecto inmediato suele ser la multiplicación de la situación que la ha provocado.
La inflación destruye el valor del dinero y hace que los precios dejen de ser un uso social. Los economistas pueden enfrentarse a este problema con una condición: que tengan presente que la solución de los grandes problemas económicos está fuera de la economía, allí donde esta misma tiene sus raíces: en el conjunto de la sociedad.

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