sábado, 6 de noviembre de 2010

Lo absoluto y lo relativo

El eclipse de los valores absolutos atemporales y su sustitución por valores relativos es una característica de la historia moderna.
Este cambio de lo absoluto a lo relativo comienza con la Reforma protestante, la cual interioriza la experiencia religiosa. Lo absoluto, representado por la religión, cambia de lugar: se recluye en el templo, pero más que eso, en la conciencia individual. La religión abandona el Consejo de Estado y el campo de batalla. El estado deja de tener jurisdicción sobre las creencias de los ciudadanos y la fe se convierte en una cuestión privada: es el diálogo de la conciencia de cada hombre y lo divino. En Inglaterra, el rey deja de ser la máxima autoridad eclesiástica como lo es hoy el Papa en la Ciudad del Vaticano. Lo absoluto se retira de la historia.
En forma similar, lo absoluto es reemplazado por lo relativo en el terreno político. La democracia griega había logrado para el ciudadano el derecho a participar en la vida política. La democracia moderna, de alguna manera, complementa este logro histórico. En efecto, el estado pierde el derecho de intervenir en la vida privada de los ciudadanos. El valor central de la vida ya no es, como en la antigua Roma, la gloria indefinida del imperio sino el funcionamiento neto y transparente de las instituciones republicanas y el bienestar de los ciudadanos y sus familias. La civilización ya no se basa en el dominio o en la conquista sino en el amor y en la justicia. El estado profesa una moralidad heredada del cristianismo reformista y de la ilustración. El poder es tolerante con todas las iglesias. La voluntad de de la mayoría es ley, y esa ley, absoluta e infalible, es la expresión de la única soberanía verdadera: la del pueblo. La ley es un código que, como una religión, está hecha de unos pocos y claros mandamientos. Esta verdadera "religión" civil emana de la voluntad del pueblo. El pueblo es rey y, como verdadero rey, no tolera opiniones contrarias a las suyas.
Los últimos cuatro o cinco siglos fueron testigo de esta transición de lo absoluto a lo relativo. Las monarquías despóticas del pasado dieron paso a las actuales democracias liberales en las que el pueblo, no el estado, es el verdadero soberano. El estado es un mero guardián y protector de las instituciones democráticas. Las formas de organización social funcionan como sistemas de fronteras más o menos móviles que realizan un permanente movimiento de reajuste o equilibrio para adaptarse a las transformaciones que constantemente se plantean, y esa movilidad es la que determina su supervivencia. La religión pasó de ser la encarnación de la palabra divina en la acción de unos hombres y en la política de un estado a convertirse en una cuestión privada de conciencia. El cambio consistió en la inversión de la posición de las dos esferas que componen la sociedad: la pública y la privada. Los valores absolutos se han trasvasado de la primera esfera a la segunda. Ha cambiado el orden de las prioridades.
Sin embargo, hay un valor absoluto que trasciende la historia: la fe en Dios.
La comunión del hombre con la divinidad realizada según los dictados de su propia conciencia es un notable ejemplo de la vinculación entre lo absoluto y lo relativo, lo público y lo privado.
Thomas Jefferson autor de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, conmovió al mundo al proclamar la idea de que el hombre tiene ciertos derechos y libertades consagradas por el Creador, y que la razón de ser de los gobiernos es proteger esos derechos y libertades. El siguiente es un extracto de dicho documento: "Sostenemos como evidentes por sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad." Este concepto tan simple y, a la vez, brillante, es también un claro ejemplo de vinculación entre lo absoluto y atemporal y lo relativo y temporal. Creador y creado. Los dones y talentos otorgados por el primero a los segundos y la manera en que éstos habrán de desempeñarlos en virtud del bien común.
La historia nos demuestra cuán rara y fugaz ha sido la libertad a través del tiempo. Luego de miles de años de despotismo, hemos sido cobijados por unos pocos siglos de libertad. Y los costos y sacrificios para ganar esa libertad fueron incalculables. Por lo tanto, debemos rechazar a toda costa las políticas estatistas e intervencionistas que sólo buscan devolverle al estado su carácter medieval y pre-reformista de absoluto. Son las políticas que buscan revertir nuevamente la posición de las esferas pública y privada, atribuyéndole al estado toda clase de poderes y privilegios como antiguamente sólo tenían los monarcas más absolutos. Son las políticas que intentan sacar al estado de su posición de relativo y volver a colocarlo en el lugar de absoluto. Nada es para siempre y los que no aprenden de las lecciones del pasado están condenados a repetirlo. La dictadura jacobina duró dos años y causó miles de muertos. La dictadura comunista, más de setenta y causó no miles sino decenas de millones de muertos. Son dos ejemplos de verdadero absolutismo en que el estado tenía literalmente poder de vida y muerte sobre sus súbditos. La historia se repite, pero la segunda vez no como farsa sino como tragedia inmensa y despiadadamente real.

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