lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? ¿Qué hay después?

La Unión Soviética dejó de existir oficialmente en diciembre de 1991 cuando la bandera roja que representaba al comunismo fue arriada por última vez. Quinientos años antes, se producía el descubrimiento de América. Aunque a primera vista no lo parezca, ambos hechos presentan semejanzas sumamente significativas.
En primer lugar, son dos épocas de frontera, dos momentos en los que algo se acaba y algo nace. En 1492, pasar de un espacio a otro; cinco siglos más tarde, saltar de un tiempo a otro. En ambos casos, abrirse a lo desconocido. Otro aspecto: lo imprevisto, lo inesperado. Se buscaba un camino más corto hacia la India y aparecieron en medio del mar tierras y gentes desconocidas; se buscaba contener al imperio comunista y ese imperio de pronto de desvaneció. En 1492, realidad geográfica; luego, realidad histórica. El descubrimiento de América cambió la figura física del mundo: cuatro continentes en lugar de tres. Asimismo, introdujo un dilema teológico que causó una gran conmoción en la conciencia religiosa de Occidente: durante mil quinientos años, millones de almas no habían tenido acceso a la prédica evangelizadora. La caída del comunismo también es un desafío que nos obliga a reflexionar frente al porvenir. Para los contemporáneos de Colón cambió la figura del mundo y se preguntaron: ¿dónde estamos? Para nosotros, cambió la configuración histórica y nos decimos: ¿hacia dónde vamos? ¿qué hay después?
Son dos acontecimientos que, a través de quinientos años, enlazan planos asombrosamente semejantes. En ambos, el hombre se encuentra ante los mismos interrogantes. Hay una muralla, un límite entre lo conocido y lo desconocido para el hombre: lo que le es usual y familiar, y lo que no conoce por la simple razón de que nunca lo vio, está en el futuro, nunca sucedió. El hombre se enfrenta al porvenir que, como su nombre lo indica, es lo que "está por venir."
A partir de ese momento, las desiciones del hombre tienen consecuencias. En una dictadura, el hombre no tiene que enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones porque hay quienes toman esas desiciones por él. El hombre no tiene que preguntarse a dónde va a ir, porque son sus dictadores los que le dicen: "irás donde te digamos" o "harás esto o aquello." El hombre en libertad se encuentra a cada momento ante el desafío de elegir, pero lo que importa señalar es que eso le traerá consecuencias: precisamente las de sus propias desiciones.
La desaparición del comunismo enfrentó a Europa con el despertar de sus realidades dormidas. La reapertura de las causas nacionalistas, como en Yugoslavia, trajo la guerra civil, la anarquía y, por último, la desintegración. La consecuencia de todos estos trastornos fue poner en grave peligro la paz mundial.
Fray Bartolomé de las Casas decía que los indios "fueron descubiertos para ser salvados." Nosotros sabemos que la salud, el trabajo, la educación, la vivienda digna; son derechos irrenunciables del hombre. Tan irrenunciables como la libertad, la democracia y la facultad de creer en Dios según los dictados de nuestra propia conciencia. La desaparición del comunismo plantea a las democracias occidentales el desafío de lograr que todos esos derechos estén al alcanze de todo hombre sin distinción. Cómo vamos a hacerlo, es algo que sólo nosotros podemos responder. Una cosa es segura: la manera en que decidamos hacerlo va a tener consecuencias.

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