viernes, 19 de abril de 2013

Cristina está sola

Si hay una palabra que caracterizó a la movilización que tuvo lugar el jueves 18 es ”heterogeneidad.” Nadie –aclaremos, nadie que tenga un mínimo de objetividad y que no intente recargar los hechos con un contenido capcioso o peyorativo- puede atribuir la gran concurrencia a un sector social o político determinado. En la marcha, la tercera contra el gobierno en siete meses y, sin duda, la más masiva de las tres, hubo peronistas, radicales, socialistas, liberales, conservadores, desarrollistas, y todavía más. Hubo gente de todos los barrios. Hubo profesionales, comerciantes, cuentapropistas o no. Hubo todos los estamentos. Y eso significa que el kirchnerismo perdió el control de la calle, el cual daba por descontado que lo tenía, y ha reanudado su caída la imagen presidencial. Cristina Kirchner se encuentra en una situación cada vez más endeble, sobre un escenario cada vez más frágil, a pesar de sus patéticos intentos de avanzar sobre la justicia para convertirla en una simple agencia al servicio del gobierno de turno, a pesar de que así parecía estar más cerca que nunca de alcanzar la suma del poder público. Y la difusión de las maniobras y negociados de los círculos cercanos al poder parecen dar cuenta de un resquebrajamiento de viejos pactos de silencio. La cadena de encubrimiento parece estar cortada, y esto es un revelador de fisuras en el propio oficialismo.
No era necesario que para el éxito dela concurrida marcha contra el gobierno se conociera el informe periodístico sobre el empresario Lázaro Báez, pero su difusión potenció la indignación.
Como la potenció la desidia oficial demostrada ante el trágico temporal del 2 de abril, por nombrar otro de los factores del profundo desasosiego expresado en las calles.
Y a pesar de que, como en las dos anteriores marchas masivas no faltaron las estigmatizaciones a los manifestantes y las banalizaciones de sus reclamos, el mensaje fue contundente: la ciudadanía se expresó por la calidad institucional, por la seguridad, por la transparencia de las gestiones de los funcionarios y en contra de la inflación, de la corrupción, de la soberbia, de la mentira, del avasallamiento de la justicia, del cercenamiento de las libertades individuales y de la reforma de la constitución nacional.
Fiel a su estilo, lamentablemente, el gobierno decidió no tomar nota de este evento tan importante. Mientras se desarrollaba la marcha, la presidenta Cristina Kirchner, a bordo de su avión que la transportaba a Perú y a Venezuela, se dedicó a inundar el espacio virtual en la conocida red social twitter con un total de 60 mensajes contabilizados en los que ponderaba la acción de su propio gobierno y evocaba a Hugo Chávez entre otras consideraciones, pero ni una sola palabra de la marcha. En uno de los twits, concretamente el enviado a las 21:35 dijo: “El sábado por la mañana voy a ir al Cuartel de la Montaña donde descansa (Hugo Chávez). Quiero estar un poco más sola, sin tanta gente, sin tanto ruido.”
No, señora Cristina, usted no necesita ir a ningún lado para estar sola. Usted está sola. Porque el kirchnerismo está en la recta final, en la fase de su decadencia definitiva. El proceso es irreversible, ya no se puede volver atrás. Es la primera vez que el oficialismo kirchnerista sufre la aparición de personajes que revelan sus intrincados manejos a favor del poder, a espaldas del pueblo y flagrantemente en contra de sus intereses. Los astronómicos fondos desviados hacia paraísos fiscales son los que deberían haberse utilizado para las obras de infraestructura necesarias en el país y para la atención a jubilados. Esa percepción que cala hasta el fondo del poder kirchnerista, sumada a la deteriorada situación económica y, en general, a todas las irregularidades que afectan al país, fue la que se manifestó en la histórica marcha del 18 de abril, y la que nos hace ver un gobierno kirchnerista flojo, tratando de bailar sobre un escenario cada vez más tambaleante. Y en cualquier momento pueden aparecer más testimonios comprometedores que inclinarán aún más la balanza en su contra y lo dejará más desvalido. La endeble situación económica sumada a los graves hechos de corrupción son un golpe demasiado contundente como para que la debilitada presidenta lo pueda asimilar. Todas las encuestas marcan lo mismo: aumenta su imagen negativa, desciende su aprobación. Alicia Kirchner, por su parte, no consigue hacer pie en ningún escenario con vistas a las elecciones legislativas de octubre.
Cristina está sola. Y será mejor que tome nota de eso. Ni siquiera puede contar con Amado Boudou o Axel Kicillof, por nombrar dos de sus puntales más emblemáticos, porque tanto ellos como cualquiera de los alcahuetes que forman su entorno no tendrán el menor inconveniente en darle la espalda y salir caminando como el mejor cuando vean que ya no les conviene seguir cerca de ella, lo cual no debe estar muy lejano en el tiempo si tomamos en cuenta este irreversible proceso del deterioro de la “cohesión” kirchnerista.      
El gobierno está contra las cuerdas y, de hecho, podríamos afirmar que ya perdió la pelea por puntos. La runfla de alcahuetes televisivos, mientras tanto, seguirá desoyendo la voz de los hechos, atribuyendo el malestar de la población con el gobierno nacional a inicuas conspiraciones corporativas.
Hay una deuda pendiente. Exigimos la presencia de una fuerza política organizada, seria, coherente, que sea capaz de presentar propuestas, de exponer ideas. Una contrafigura real y desafiante. Justamente, uno más de los reclamos de la marcha es que los políticos opositores acusen recibo y se erijan en la alternativa política que anhelamos para llevar adelante la voz de un electorado que ha demostrado no doblegarse ante el avasallamiento de un régimen corrupto y demencial.

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