viernes, 3 de mayo de 2013

La otra guerra de Cristina

A todos los problemas que agobian a la presidenta en el ámbito interno del país hay que sumarle otro: el duro documento de la ONU en contra de la reforma judicial. Los vientos en contra de la gestión kirchnerista ahora vienen tanto de adentro como de afuera del país. ¿Será capaz Cristina de capear esta tormenta?
En realidad, la razón de la crítica a la reforma judicial hay que buscarla en su intrínseca ilegitimidad. Según la definición anglosajona de democracia, nunca tan apropiada para entender qué está sucediendo, este sistema de gobierno responde a un concepto de "check and balances." Vale decir, el poder no está concentrado en una estructura contundente sino disperso en varias que compiten entre sí y recíprocamente se neutralizan. Cuando una de ellas (poder ejecutivo) adquiere una influencia desmedida sobre otra (poder judicial) todo el sistema queda desequilibrado. En la práctica, el sistema queda tergiversado, y entonces la democracia pasa a ser no más que un hecho nominal, una manera de legitimar el avasallamiento de un régimen omnímodo y sofocante. Se cumple aquella vieja máxima según la cual "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente." No es cierta la explicación que intenta dar el gobierno según la cual esta reforma va a “democratizar” la justicia. ¿Acaso la justicia, tal como la conocíamos hasta ahora, no va en concordancia con el sistema democrático? Si se garantiza que ella quede aparte de las pasiones políticas del momento y los jueces son probos e imparciales, ya se encuentra en el punto requerido para funcionar como engranaje de la maquinaria democrática. No es necesaria ninguna reforma adicional.
Lo que el gobierno está buscando, en realidad, es remover todo escollo que impida consolidar su proyecto de poder hegemónico. Lo hizo con la tan mentada “ley de medios” que busca acallar, o por lo menos postergar, toda voz opositora; lo está haciendo con sus constantes amagues de reforma constitucional para permitir la reelección de la presidente, y lo está haciendo ahora también al privar a la democracia del bastión mismo de que dispone para seguir existiendo como tal: un poder judicial independiente. A estas instancias se llega en virtud de la elección partidaria de los miembros del Consejo de la Magistratura y con las limitaciones de las medidas cautelares, que resguardaban a los ciudadanos de las decisiones del gobierno hasta la decisión definitiva de la justicia. En el comunicado de la ONU, la redactora especial Gabriela Knaul afirma que la reforma “no respeta los estándares internacionales” de la necesaria independencia de los jueces, y que se violan artículos del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que la Argentina ha suscrito. Y no es un dato menor que el gobierno sea reprendido tan severamente por las Naciones Unidas. Eso habla de una política argentina sin dirección ni conducción tanto en lo interno como en lo externo que ha logrado exacerbar a este importante organismo internacional como para que se expida de manera tan categórica sobre lo que ellos perciben como un gran despropósito.
Y es que en realidad, este país navega a la deriva según los caprichos de los humores presidenciales. La corrosiva inflación, la baja en la creación de empleos, el aumento del deterioro institucional, la pérdida gradual de los derechos individuales en virtud del avasallamiento  gubernamental en todos los órdenes, sumados ahora a esta descalificación internacional, son los factores que evidencian el desgaste de la gestión. Fue lo que la ciudadanía expresó de manera contundente en la marcha del 18 de Abril. Tal vez Cristina no previó que recibiría este golpe en contra del exterior, del organismo internacional más importante de la Tierra. Tal vez pensó que todos sus enemigos estaban adentro y que para mantenerlos a raya, le bastaría con rodearse de su comitiva de funcionarios acólitos y la nube de complacencia mediática que en todo momento distorsiona y tergiversa la realidad a su favor; pero los actos tienen consecuencias, y tarde o temprano, la realidad sale a la luz, a veces por el lado que menos se la espera, en este caso, la ONU.
¿En qué va a devenir todo esto? Este último gran golpe, sumado a todos los que está recibiendo el gobierno kirchnerista, está haciendo subir los amperímetros al rojo. Y hay que sumar escándalos, papelones televisivos, las denuncias de corrupción, etc.
El humor social está cada vez más tenso. La situación es cada vez más insostenible. Hay un gobierno mentiroso, inepto y totalmente mediocre en la conducción de un país que se precie de serio y de moderno. Vale decir, estamos acumulando los factores para una debacle nacional histórica. A los vientos en contra internos, ahora se le suma esto. La otra guerra de Cristina, un inesperado golpe que los medios adictos no tardarán en encontrar la forma de vincularlo al diario Clarín. 

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