miércoles, 4 de julio de 2012

La barbarie, una vez más

Una vez más, la barbarie demostró que no tiene códigos ni límites cuando de ensañarse contra la vida humana se trata. En medio del ensayo de un desfile militar en Saná, la capital de Yemen, un atacante suicida que se había infiltrado vestido con un uniforme policial se detonó y provocó la muerte de 70 personas y casi 3.000 heridos. Si tomamos en cuenta que el atentado contra la AMIA en Buenos Aires, el 18 de julio de 1994, causó 86 muertos, nos daremos una idea de la magnitud del desastre. La organización terrorista Al Qaeda se adjudicó el hecho, y se especula que estuvo dirigido contra el ministro de defensa, Mohamed Nasser Ahmed, presente en el lugar. Sin embargo, estaba a unos cincuenta metros de la explosión y resultó ileso.
"Esto es una verdadera masacre. Hay montones de partes del cuerpos rotas, piernas y cabezas. Esto es increíble," declaró un soldado con la voz entrecortada a los periodistas. El hecho se suma a los anteriores crímenes terroristas, como el ataque a la embajada de Israel en Buenos Aires, el ya mencionado ataque a AMIA y, por supuesto, la voladura de las Torres Gemelas.
Una vez más, el mundo asistió al horror de un acto de barbarie criminal ejecutado por hombres cegados por el odio y el fanatismo. Una vez más, la barbarie ha avanzado sobre la civilización y por lo tanto y lamentablemente, no está asegurado que se cumpla el anhelo de todo hombre decente y de corazón bien puesto, como diría Esteban Echeverría: que esta última prevalezca. Este último gran golpe lo demuestra.
¿Qué hacer? No es posible que la comunidad internacional permanezca indiferente y vulnerable ante la barbarie del terrorismo. Los países y las agencias internacionales deben negar créditos, ayuda y transferencia de tecnología a aquellos estados que parecieran estar albergando o brindando cualquier tipo de apoyo a las diversas células terroristas. También deben imponer fuertes sanciones a todo individuo u organización que sea sorprendido en flagrante violación de leyes nacionales e internacionales en esta materia.
Cuando el terrorismo ataca, no se trata simplemente de algunas personas que sufren sus cobardes agresiones; se trata de la humanidad entera. "La guerra al terrorismo continuará hasta que ganemos, sean cuales sean los sacrificios," declaró el presidente Hadi. Pero mientras no se realice un esfuerzo internacional concertado con miras a detener definitivamente este flagelo, las apelaciones a combatirlo y las expresiones de condena no lograrán hacer mucho, sobre todo en los países más vulnerables a sufrir sus ataques, como la convulsionada región de Medio Oriente y las tierras islámicas, en este caso Yemen. Y la comunidad internacional seguirá asistiendo al derramamiento de sangre, al sacrificio de vidas humanas cuyo único error había sido estar en mal lugar en mal momento, como los 70 yemenitas. Y sus familias, los sobrevivientes, sabrán lo que significa convivir con el miedo por el resto de sus vidas.
Si el ignominioso espectro del terrorismo no se detiene ya sea por consideraciones morales, tratados diplomáticos coercitivos o acciones militares decisivas, muchos inocentes más llorarán... y morirán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario