lunes, 16 de julio de 2012

Para nosotros, la libertad

Estamos asistiendo a una nefasta intervención estatal en todos los campos que amenaza con la desaparición misma de la libertad, la poca que nos queda. Desde el momento en que Mercedes Marcó del Pont, la máxima autoridad del Banco Central de la República Argentina, anuncia que no se podrá vender propiedades en dólares, el peso argentino pasa a ser una moneda de uso interno, como de campo de concentración.  Lo fabrica el gobierno basado en su propia voluntad emisora y en la cantidad que desee para pagar sus gastos, pero únicamente sirve para cancelar obligaciones dentro del país-cárcel que han creado, un país donde los habitantes no  pueden disponer de sus ahorros de la forma que consideren más conveniente. ¿Dónde está la libertad? ¿Qué se ha hecho del principio constitucional de usar y disponer de la propiedad?  La moneda nacional no se puede convertir a ninguna otra moneda del mundo,  es inaceptable fuera del país porque ya no inspira la más mínima confianza y, mientras que la demanda interna tiende a cero, la oferta de dinero, por medio de la emisión, al infinito. Van a empapelar el país, lo hiperinflacionarán, y para oficializar esa hiperinflación van a sacar billetes de  $200 y $500 con las imágenes de Irigoyen y Perón, como si alguno de los dos tuviera la culpa de algo. ¿Cuándo la votaron a Cristina Kirchner?
La acelerada reducción de la actividad económica nacional que ya alcanza niveles que llevan a pensar en el fin del crecimiento y el ingreso en una etapa de recesión no puede atribuirse, como cuenta el relato oficial, a factores externos consistentes en la delicada situación de la economía mundial sino en realidad al cada vez mayor impacto de factores internos. Inflación y recesión son un verdadero cóctel explosivo por sus efectos en el ahorro, la inversión, el empleo, la salida de capitales y el desarrollo general de la economía y sus graves consecuencias sociales.
Se ha denunciado la circulación de billetes de 100 pesos mal hechos. Ese detalle no nos interesa. Los billetes son todos papel moneda falsa y el hecho que tengan los números mal impresos no cambia nada. Están empapelando el país con emisión monetaria fabricada por Boudou y Vanderbroele. Los billetes valen por cuanto el público los aprecia. En ese sentido, su demanda tiende a cero. La gente se desprende de esa moneda espuria  que no solamente es inflación pura sino que, además, no se puede cambiar a otra divisa. A menos, claro está, que se recurra al mercado negro en el que se paga un sobreprecio. Como en un campo de concentración, hay que sobornar a los guardias para obtener favores. El peso es moneda de cárcel, de ghetto, de campo de concentración: sólo de uso interno. Y si añadimos los problemas fiscales del país, el gobierno ha acuñado la fórmula para una debacle nacional histórica.
El grave riesgo que corre nuestro país de acentuar sus desequilibrios y desaciertos y de caer en una aguda recesión lleva a recomendar, entonces, un cambio de rumbo, aceptando e incorporando las reglas de juego de los países exitosos y desechando aquellas que están mostrando su incompetencia y dañinas proyecciones.
No solamente urge adoptar dichas reglas de juego sino que también es necesario volver con toda urgencia a asegurar los beneficios de la libertad consagrados en nuestra constitución nacional. Debemos volver inmediatamente, en letra y en espíritu, a un marco de vida democrática a la luz de la ley fundamental de la nación.  


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