jueves, 12 de julio de 2012

Gramsci y los indignados

El pensador marxista italiano Antonio Gramsci se diferenció de Lenin aseverando que, antes que el poder político, lo importante era la conquista de la hegemonía, por lo que se hacía necesaria una "agresión molecular" contra la sociedad civil, la cultura y los medios de comunicación antes que la lucha armada. Gramsci hablaba de "la larga marcha sobre las instituciones." De esa manera, la hegemonía se lograba cuando virtualmente nadie podría pensar fuera del orden establecido y, en última instancia, el proyecto político dominante no tendría alternativa. El pensamiento gramsciano puede sintetizarse en su frase: "Tomen la cultura y la educación y todo lo demás se dará por añadidura."
Gramsci sugiere el establecimiento de una contrahegemonía cultural que nazca de las masas del proletariado para arremeter contra la cultura "tradicional" o "burguesa" como él la conocía. Influir sobre la cultura significaba realizar una "guerra de posición" conducente a una "guerra de momento" lo cual no era otra cosa que tomar el poder. A diferencia de Marx, que creía en la dialéctica de la historia, Gramsci sostenía que no es necesario esperar la maduración del capitalismo para implementar el socialismo. Su consigna más conocida era: "instruir, agitar, organizar."
El pensamiento de Antonio Gramsci y su consiguiente estrategia han influido notablemente sobre el mundo actual. En efecto, es un gran referente de los "indignados" del mundo que levantan pancartas con su imagen en sus manifestaciones. La ironía es que la "larga marcha sobre las instituciones" ahora va al revés.
Gramsci, quien sufriera las persecuciones y encierros de Mussolini, se sorprendería al constatar que los indignados que lo llevan en pancartas pregonan el mismo modelo económico de sus represores fascistas: el férreo control de las empresas más grandes por parte del estado. Gramsci era comunista y, como tal, creía en la abolición final y definitiva del estado y en la propiedad colectiva de los medios de producción. Por el contrario, la consigna por excelencia del fascismo era: "Todo en el estado, nada contra el estado, nada fuera del estado."
Mientras Gramsci decía que "es en verdad admirable la lucha que lleva la humanidad desde tiempos inmemoriales por arrancar y desgarrar todas las ataduras," los indignados piden más de lo mismo: un leviatán gubernamental omnímodo que, además, en definitiva, ajusta y fortalece las ataduras con los burócratas del poder de turno. Las mismas ataduras que Gramsci tanto odiaba y quería destruir. Y es a raíz de estas ideologías de intervencionismo estatal que los indignados llevan adelante una cruzada por el absoluto control gubernamental de la industria, el comercio, la banca, la enseñanza y los servicios públicos. Es a raíz de tales ideologías que intentan tomar la cultura y la educación y, en suma, conquistar la hegemonía para obtener luego el poder político, un poder político tan omnímodo e inapelable como el que apresó a su maestro Gramsci por un total de diez años en las cárceles del dictador fascista Mussolini.   
Es que no se puede soslayar el hecho de que el nazi-fascismo y el comunismo se parecen no solamente por sus comportamientos aberrantes, sus consecuencias criminales, sino también porque parten de la misma base ideológica: el control gubernamental sobre todos los aspectos de la vida y el avasallamiento de las libertades individuales.
Tal vez el problema consiste en la incomprensión respecto de las causas de las condiciones de vida de las personas. Se trata de contar con marcos institucionales adecuados en libertad y en democracia. Hay que estudiar y difundir los principios y valores sobre los que descansa una sociedad abierta y, al mismo tiempo, rechazar los discursos de pretendidos iluminados que compiten desde los más diversos flancos para manejar la vida y la propiedad de los demás. Juan Bautista Alberdi sostenía que “no basta con reconocer la propiedad como derecho inviolable. Ella puede ser respetada en su principio y desconocida y atacada en lo que tiene de más precioso: el uso y la disponibilidad de sus ventajas… El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el estado en nombre de la utilidad pública.”
Los mencionados marcos institucionales permiten atraer inversiones que apoyarán al trabajador para elevar su productividad. El resultado será el aumento generalizado de la prosperidad, el apuntalamiento de las instituciones democráticas y, en definitiva, el aumento del nivel de vida para todos dentro del marco del imperio de la ley.

  

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