jueves, 3 de marzo de 2011

Manuel Dorrego

Manuel Dorrego nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1787. En su breve y turbulenta existencia fue sucesivamente militar, periodista y político, viajando mucho por todo el continente americano. Integró el Partido Federal, cuyo máximo referente era José Gervasio Artigas.
Al estallar la Revolución de Mayo, Dorrego se encontraba en Chile, donde participó de la represión de una reacción realista y desde donde regresó para integrarse a las huestes criollas en la Guerra de la Independencia.
Se destacó como militar en el Ejército del Norte, y participó en los combates de Sansana y Nazareno. Más tarde, fue comandado por Manuel Belgrano, llegando al grado de coronel.
Participó como jefe de infantería de la reserva en las batallas de Tucumán y Salta, siendo uno de los primeros jefes en llegar a esta última. A pesar de su valor y capacidad tuvo, sin embargo, problemas a causa de su indisciplina. Eso lo privó de participar en las dos últimas batallas de la campaña del Alto Perú. El propio Belgrano comentaría, mas tarde, que habría ganado esas batallas de haber contado con Dorrego.
Volvió a incorporarse al ejército para apoyar la retirada del mismo del Alto Perú. Pero el nuevo jefe, San Martín, lo sancionó por nuevas faltas de disciplina, lo que le valió un retraso en su ascenso militar y no participar tampoco en la tercera campaña al Alto Perú.
Al iniciarse abiertamente el conflicto entre unitarios y federales, se encontró a las órdenes del Directorio, en ese momento de ideología unitaria, y luchó contra los caudillos federales, derrotando inicialmente a Fernando Ortogués en la batalla de Marmarajá el 14 de octubre de 1814, aunque luego fue derrotado por el entonces lugarteniente de Ortogués, José Fructuoso Rivera, en la batalla de Guayabos, el 10 de enero de 1815.
Sin embargo, la participación en el conflicto que afectaba al las Provincias Unidas del Río de la Plata lo hizo ir acercándose al ideario de Artigas. Se pronunció por el federalismo, buscando la autonomía de Buenos Aires en igualdad de condiciones que las demás provincias. Dirigió un grupo opositor al Directorio, en el que figuraban Manuel Moreno, Pedro José Agrelo, Domingo French, Vicente Pazos Kanki, Manuel Payola y Feliciano Chiclana. Apoyaba la moción republicana en contra de las intenciones del Directorio de instaurar una monarquía. Por otra parte, se opuso a la política del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón de aliarse con los portugueses para atacar a los unitarios en la Banda Oriental. Por ello, fue arrestado y expulsado por Pueyrredón.
Fue condenado al destierro en Santo Domingo, una colonia española. En el viaje, el capitán del barco que lo transportaba lo liberó y consiguió llegar a Baltimore, donde se radicó. Allí se le unieron otros miembros de su partido, también expulsados por Pueyrredón. Su exilio le sirvió para conocer el federalismo en profundidad, se familiarizó con el pensamiento liberal, leyó los periódicos e incluso editó uno en castellano. Se entrevistó con varios políticos y se afianzó en su posición liberal, republicana y federal.
De regreso en Buenos Aires en 1820, comenzó su carrera política propiamente dicha. Fue gobernador en dos brevísimos períodos, del 29 de junio al 20 de setiembre de 1820 y del 13 de agosto de 1827 al 1 de diciembre de 1828. En ambos, llevó adelante intensas campañas militares destinadas a dar al país una organización federal. Venció a las huestes de Estanislao López en San Nicolás de los Arroyos. Después, invadió la provincia de Santa Fe y derrotó a López en una pequeña batalla en Pavón. Días después, sin embargo, López lo derrotó en Gamonal.
Durante su segundo mandato, rechazó el grado de general que le fuera ofrecido explicando que sólo lo aceptaría cuando se considerara digno de tal honor, es decir, cuando lo ganara en el campo de batalla; pero muchos quisieron interpretar que quería decir cuando se considerara digno de ser comparado con Artigas, Belgrano o San Martín.
Su gobierno trató de ser federal, sin lograrlo por completo. Dorrego intentó organizar el país. Las provincias lo miraban con un gran respeto y le confiaron la jefatura de los ejércitos y las relaciones exteriores.
Trató de superar el tratado de paz que Rivadavia había firmado con Brasil, e intentó concluir la guerra con ese país que había comenzado bajo la gestión de aquel. Sin embargo, la presión inglesa, ejercida directamente por el embajador John Posnonby, e indirectamente a través del Banco de la Provincia, controlado por capitales ingleses trabaron su accionar. Por otra parte, las acciones militares directas de naves del Reino Unido y Brasil forzaron a Dorrego a ratificar los desventajosos términos de la paz que Rivadavia había aceptado. Finalmente, aceptó la independencia de la provincia en disputa, el Uruguay, el 29 de setiembre 1828. Días más tarde, las tropas argentinas estacionadas en Río Grande partían de regreso.
Dorrego era propenso a ganarse enemigos. Desde el periódico “El Tribuno” combatió la política centralizadora de Rivadavia en influyó con su predica en la crisis que culminó con su renuncia el 7 de julio de 1827. Los ánimos estaban caldeados, el enfrentamiento estaba latente y los unitarios esperaron su oportunidad. Esta llegó con el ejército que había combatido contra el Brasil, cuyos oficiales estaban abiertamente descontentos con el tratado de paz.
Dorrego estaba sencillamente indefenso: a la luz del día, se tramaba una conspiración para derrocarlo. Cuando le dijeron que Lavalle, antiguo compañero de armas y a quien Dorrego había recomendado en su momento para un ascenso estaba a punto de atacarlo, no lo podía creer. El 1 de diciembre de 1828 es el principio del fin: Lavalle, al frente de una insurrección militar, tomó el poder. Dorrego fue detenido y, sólo 12 días más tarde, el 13 de diciembre, su vida se iba bajo las balas de sus fusiladores en Navarro, provincia de Buenos Aires. Mientras estuvo detenido escribió una carta a Estanislao López y otra a su esposa, Angela Baudrix, en las que les expresó: “dentro de unas horas seré fusilado, y todavía no sé la razón.”
Manuel Dorrego era un hombre ilustrado. Defendió el derecho al voto de los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea.” El decía que “en un país republicano” todos debían tener participación “en la organización del gobierno y de las leyes.” A modo de desafío, planteaba lo siguiente: “¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?” Era una postura que tocaba muchos intereses y que le granjeó muchos enemigos. De hecho, cuando el gobernador fue derrocado y la legislatura disuelta, los unitarios celebraron que "los sirvientes volverán a la cocina."
El derrocamiento y posterior fusilamiento de Manuel Dorrego fue el primer golpe militar realizado en la Argentina contra un gobierno legítimamente elegido por el pueblo. La primera página de esa larga serie de desencuentros que signaría de tragedia la historia del país. En todos los casos, las consecuencias fueron el miedo, la violencia, las luchas fraticidas, el deterioro del aparato productivo y el aumento de la deuda externa; duras lecciones que le permitieron a los argentinos repensar su forma de actuar y aprender de sus errores, que hasta el día de hoy esperan no volver a cometer.

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