lunes, 7 de marzo de 2011

Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago

La izquierda es el sector de la sociedad más interesado en la distribución de la riqueza. Esto no es ningún elogio sino exactamente lo contrario. Lo más importante que concierne a la riqueza es su producción, no su distribución. Mientras las políticas de distribución de la riqueza proponen, al menos en teoría, arrebatar la riqueza por la fuerza a sus legítimos dueños para repartirla entre todos por partes iguales, una economía de mercado hace algo mucho más inteligente: produce, en progresión geométrica y en forma virtualmente indefinida, nuevas riquezas, sin intentar quitarle nada a nadie. Cuando la izquierda se dedica a redistribuir, al poco tiempo descubre, perpleja, que no queda nada, y entonces sale hacer manifestaciones en contra del imperialismo yanki. El capitalismo ha creado los más altos niveles de vida conocidos por el hombre. La evidenca es incontrovertible. El contraste entre Berlín Oriental y Occidental antes de la caída del muro es la demostración última, como un experimento de laboratorio que todos pueden ver. Sin embargo, los más determinados en proclamar su deseo de eliminar la pobreza son los que más se oponen al capitalismo. Y eso es una muestra fehaciente y total de la hipocresía y contradicción que los caracteriza. Los siguientes son algunos ejemplos de esa hipocresía.
La izquierda anticapitalista y anticonsumista lleva adelante una verdadera cruzada en contra del mundo empresarial y se quejan del capitalismo, pero disfrutan de sus altos ingresos y cómoda vida. Nadie en las sociedades burguesas de Occidente se somete a consumir, de acuerdo a la ración que el gobierno cubano impone a sus súbditos, 80 gramos de pan por día y cuatro huevos por semana sino que todos compran la mayor cantidad posible de alimentos en los hipermercados. Mientras que ponen el grito en el cielo contra la sociedad de consumo, llenan el carro de variados y abundantes productos que pagan con tarjeta de crédito. Después de todo, el capitalismo es tan malo que le permite a usted, que tiene dinero, comprarse un automóvil último modelo.
Cuestionan las ganancias siempre y cuando sean ajenas. Las ganancias propias son siempre legítimas y absolutamente incuestionables. Se quejan del hombre occidental y de sus valores, especialmente el afán económico, y viven exactamente igual que él. Y si hay alguien bajo el sol que tiene intereses económicos, son ellos. Mientras tanto, no dejan de proclamar que el capitalismo está en crisis, que es una ideología en decadencia y que está destruyendo el mundo. Eso siempre funciona para mantener una imagen de intelectualidad y progresismo social. Defender a rajatabla a Cuba, Venezuela, Irán, Bolivia, Palestina y toda causa que pueda parecer de izquierda (desde el calentamiento global hasta el matrimonio homosexual) también puede ayudar.
El tema de los derechos humanos merece un capítulo aparte. Los promueven en su país capitalista, pero no cuestionan si éstos existen en Cuba o en otros de los países mencionados. Cuando hay evidencias en contra de cualquiera de esos países, inmediatamente las niegan y aseguran que es propaganda de la CIA. Y a los desastres más evidentes causados por el socialismo a lo largo de su historia, los llaman “desviaciones” o “socialismo mal aplicado.” Su visión de futuro es asimismo elogiable: colocan profesores marxistas en todas las cátedras y aseguran que se perpetúen en el cargo.
La consigna es haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. A fines de 2006, cuando circularon rumores acerca de la supuesta muerte de Fidel Castro, él mismo salió a desmentirlos presentándose en público luciendo, en lugar de su característico uniforme militar, un conjunto deportivo de una de las más afamadas marcas internacionales. Una de las muestras más ejemplares del consumismo al que tanto hacen referencia los redistribucionistas. ¿Contradicción? No, socialismo.

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