lunes, 28 de febrero de 2011

Entre la izquierda y la derecha está el centro

Cuando la crisis económica hace mella en un país, invariablemente se produce, como en un insensato juego de desorden bipolar, una desconexión entre los sectores políticos de izquierda y los de derecha. Mientras los primeros intentan a toda costa expandir el estado, los segundos tienden a dedicarse a cruzadas morales antes que curar la salud fiscal de la afectada nación. Recortar prestaciones y limitar los excesos de la negociación colectiva de la burocracia estatal, que suelen ser astronómicos, debe ser el camino por donde encaminar el verdadero debate. La sociedad se centraría así en lo que importa.
Lo que un estadista debe hacer es tratar de equilibrar el presupuesto. Gran parte del mismo mantiene habitualmente a empleados públicos excepcionalmente sindicalizados y altamente remunerados en comparación con los del sector privado. Pero lamentablemente, ante cualquier caos financiero en que se pueda incurrir, es muy difícil encontrar un presidente, ministro o estadista alguno que tengan las agallas de encarar frontalmente el problema, y esto implica oponerse a sindicatos, grupos económicos concentrados, y otros factores e intereses que intentarán denodadamente entorpecer esa tarea. Cualquiera que aborde con decisión los desequilibrios financieros generará reacciones airadas. El solo hecho de hablar del tema las provoca.
En los Estados Unidos, por ejemplo, el hecho de que los empleados públicos y los programas gubernamentales carguen con el peso de la prudencia fiscal cuando los masivos rescates financieros han salvado a bancos irresponsables y las ganancias netas de los ejecutivos alcanzan nuevamente niveles astronómicos, está causando un innegable malestar. En realidad, no es un rescate de bancos sino de personas. Los que han sido irresponsables en el desempeño de sus funciones no fueron los bancos: han sido las personas que estaban, precisamente, a cargo de esos bancos.
Dejar caer las instituciones financieras, sin embargo, no sería la solución. La consecuencia de ello sería la desfinanciación de las pensiones sindicales. En cuanto a la remuneración de los ejecutivos, no puede asumirse verdaderamente que haya una relación entre las bonificaciones salariales del sector privado y los déficits del estado.
Y los frentes de batalla se van definiendo. Mientras los “progresistas" se obstinan en la intervención estatal y en aumentar el gasto público, los “conservadores” insisten con los recortes de gastos. De hecho, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, actualmente en control de los republicanos, acaba de aprobar un audaz recorte del presupuesto federal de 61 mil millones de dólares para el presente año.
Estados Unidos ha venido acumulando déficits monstruosos. Siguiendo teorías keynesianas, la Reserva Federal ha estado imprimiendo dólares por toneladas. Las consecuencias de ello son, por ahora, muy difíciles de dilucidar, pero lo importante es que prevalezcan las fuerzas de la razón. En tiempos de crisis, es necesario apartarse de los dogmas políticos y encarar las soluciones que han de llevar alivio y bienestar al pueblo. Se trata de lograr, entre todos los actores políticos, el consenso en aras del bien común. Entre la izquierda y la derecha está el centro, un lugar lejos de los extremos y cerca de las soluciones.

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