lunes, 21 de febrero de 2011

El noble gesto de la solidaridad

El 22 de enero de 1949, un avión argentino con ropa de invierno y zapatos aterrizó en Washington enviado por Eva Perón para 600 niños de los barrios negros más pobres de la capital de los Estados Unidos. El gesto fue recibido con perplejidad, ya que no se sabía que intenciones escondía el gobierno peronista, a la sazón duramente enfrentado con el país del norte. El hecho de que el envío llegara justo dos días después de la inauguración del presidente Harry S. Truman sorprendió mucho a las altas esferas. La embajada argentina tuvo que salir a aclarar que se trataba de una simple coincidencia sin intenciones ocultas. El hecho acaparó la atención de los medios. Las revistas Newsweek y Time se ocuparon detalladamente del caso, que desnudaba el problema de la pobreza en los barrios marginales de la capital del país que acababa de ganar la Segunda Guerra Mundial. La donación, que había llegado en nombre de la Fundación de Ayuda Social, fue recibida por el reverendo Ralph Faywatters, director de la Children’s Aid Society, una entidad caritativa que asistía a los niños pobres de Washington.
“Sirva de ejemplo este acto y esta ayuda, que hacemos con todo el respeto y todo el cariño por el gran pueblo de los Estados Unidos y humildemente le hacemos llegar nuestro granito de arena de ayuda,” dijo Eva Perón. Las palabras simples, humanas, que acompañaron su gesto ilustran, precisamente, el noble gesto de la solidaridad: 600 niños pobres se veían beneficiados.
Eva Perón se fue muy pronto de este mundo. ¿Qué habría pensado, qué habría dicho si hubiera vivido para ver los ataques terroristas a las Torres Gemelas, el 11 de setiembre de 2001? Probablemente, se habría expresado así: “El 11 de setiembre, el mundo se despertó con un ataque de pesadilla. Observamos el colapso de las Torres Gemelas ante nuestros ojos y, en ese momento, fue evidente que el mundo había pasado a ser parte de una guerra nueva y peligrosa. Queremos expresar nuestro más enérgico repudio a este acto salvaje y criminal y, a la vez, dejar asegurado que lo hacemos con todo el respeto y todo el cariño por el gran pueblo de los Estados Unidos y humildemente le hacemos llegar nuestro apoyo.”
Eso sería congruente con lo que dijo en aquel lejano 1949. ¿Por qué iba pensar de otra manera? ¿Por qué cualquier hombre decente y de corazón bien puesto, como decía Esteban Echeverría, iba a pensar de otra manera? La solidaridad, como el amor, no distingue países ni fronteras. En cambio, alcanza a todos los hombres en todas partes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario