viernes, 11 de febrero de 2011

Cuba: mitos y verdades

El 8 de enero de 1959, cuando Fidel Castro entraba en La Habana a bordo del jeep que encabezaba su comitiva, saludando a la alborozada multitud, el cantante Cataneo del Trío Taicuba dijo, "Sólo se salvarán los que sepan nadar."
Jamás se ha dicho una verdad tan grande. Sintetiza perfectamente la situación del país que se convertiría en una base militar soviética, apadrinaría organizaciones subversivas, lanzaría sus ejércitos a las guerras africanas, y sometería a sus habitantes a magras raciones de alimentos. Del simple planteamiento de derrocar la dictadura militar de Fulgencio Batista, comenzaron en seguida a desprenderse innumerables falsedades que luego acabaron por convertirse en lugares comunes que hasta el día de hoy son mecánicamente propaladas sin otro objeto que buscar coartadas para pedir o justificar la adhesión a una dictadura troglodita y a todas luces inaceptable. En este análisis, intentaremos examinar las falacias más frecuentemente repetidas a lo largo de todos estos penosos años de opresión en esta isla del Caribe. Vamos adelante con nuestro objetivo de dar a conocer esta dictadura tal como es, y no como algunos la quisieran hacer ver.
Uno de los cuadros más firmemente arraigados en la retórica izquierdista es aquel que presenta a la Cuba de Batista como el burdel norteamericano del Caribe. Eso no es verdad. Eso, sencillamente, es un mito. Por sorprendente que parezca, el turismo estadounidense que concurría a la isla era mayoritariamente familiar. Papá, mamá y los chicos iban de vacaciones a Cuba (como podían ir a Puerto Rico), mientras que la prostitución se ejercía fundamentalmente entre los mismos cubanos. Había, ciertamente, extranjeros que compraban los servicios sexuales de mujeres nativas, pero en todos lados se cuecen habas. De hecho, los lugares predilectos para las aventuras sexuales de los norteamericanos (y para la práctica clandestina de abortos) eran las ciudades de la frontera norte de México como Tijuana, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo, a las que rápida y convenientemente se accede desde las funcionales autopistas de California y Texas.
Otra idea más aceptada que refutada es que Fidel Castro "se volvió comunista" porque Estados Unidos boicoteó su revolución. La verdad que él mismo declaró públicamente que desde sus días de estudiante tenía ideas marxistas y que si no lo había dicho durante el período de la lucha armada fue para no asustar a los cubanos. Castro siempre fue comunista. Esa es la pura y simple verdad. ¿Cómo se explica, si no, su activa participación en el "bogotazo" en 1948? La noción de que Estados Unidos lo empujó o lo indujo al comunismo no tiene sentido.
Cuba es frecuentemente ponderada por expandir la educación, la salud pública, y por ser una potencia deportiva. Es cierto que en las Olimpíadas Cuba gana más medallas de oro que Francia. Pero la actitud de juzgar un modelo político por un aspecto parcial arbitrariamente seleccionado es una perversidad. Alemania Oriental ganaba más medallas que Alemania Occidental. ¿Eso quiere decir que el modelo de la primera, el modelo comunista, era mejor? Por supuesto que no. Los racistas de Sudáfrica justificaban esa infamia alegando que los negros de ese país eran los mejor educados y alimentados de todo el continente. ¿Eso quiere decir que su sistema era preferible al sistema de e cualquier otro país africano? Por supuesto que no. No se debe juzgar un régimen solamente por ciertos datos estadísticos favorables sino por todos los aspectos del mismo. Los cubanos no pueden entrar a los hoteles a menos de que dispongan de dólares o euros, no pueden leer los libros que quieren, defender las ideas que deseen o simplemente decir en voz alta lo que piensan. El gobierno los obliga a aplaudir a líderes que detestan y a repetir consignas en las que no creen, como "socialismo o muerte," en una sociedad donde la auténtica consigna, aprobada y refrendada por los hechos, es "escapar a los Estados Unidos o muerte."
La salud y la educación son servicios que no se mantienen por arte de magia sino que hay que pagarlos. Mientras existieron los subsidios soviéticos, no hubo problema. Una vez que se cortó ese aporte, vino la debacle total: las escuelas cubanas se caen a pedazos por falta de mantenimiento, faltan libros, lápices y útiles de todo tipo y los profesores y estudiantes muchas veces no pueden llegar por falta de transporte. Hay un aspecto, sin embargo, que se ha mantenido incólume: la enseñanza que se imparte es sectaria, dogmática y está muy lejos de cualquier cosa que se parezca a una buena pedagogía. Con o sin los subsidios de los generosos camaradas soviéticos, eso no ha cambiado. Como roca que golpea la ola, esa característica de la educación cubana ha sabido resistir todo embate, incluso el de la historia.
Los logros que Cuba ha hecho en salud y educación no tienen por qué verse como proezas, porque en realidad no son más que el resultado de una asignación de recursos totalmente forzosa y arbitraria. Obsérvese: Cuba tiene un médico cada 220 habitantes. Dinamarca tiene un médico cada 450. ¿Eso significa que los muy prósperos daneses tienen que hacer una "revolución danesa" y poner también un médico cada 220 habitantes y así poder gritar a los cuatro vientos lo progresista que son? Eso indica que el régimen de Castro, demagogo e irresponsable, ha gastado cientos de millones de dólares en formar muchos más médicos de los que la sociedad realmente necesita. ¿Cuántos médicos quieren tener? Emplear los recursos de la sociedad en una sola dirección escogida de manera totalmente ocasional y arbitraria puede conseguir verdaderos logros, pero eso siempre se hará en detrimento de los otros sectores que necesariamente se dejarán de lado, quedarán al margen de los esfuerzos "desarrollistas." La balanza queda desequilibrada. Una sociedad sana debe emplear sus recursos armónicamente para no provocar terribles distorsiones.
En Buenos Aires, por ejemplo, durante la época del "proceso" militar, el servicio de transporte colectivo de pasajeros se contaba entre los peores del mundo, pero el gobierno no invirtió un centavo en mejorarlo sino que gastó cientos de millones de dólares en construir las autopistas Perito Moreno y 25 de Mayo. Para hacerlas, se tiraron abajo cientos de casas en barrios que quedaron partidos por la mitad. Más allá de los dudosos "beneficios" obtenidos, es una clara muestra de una insensata asignación de recursos. Corea del Norte, cuyo ingreso per cápita es inferior al de Uganda, se está desangrando por convertirse en una potencia nuclear y el mundo entero se pregunta para qué. Volvemos al mismo razonamiento: todas las expresiones de una sociedad deben moverse dentro de la misma magnitud para que el resultado final tenga una mínima coherencia. Cuando artificialmente se potencia una determinada expresión, no estamos presenciando una proeza sino un despropósito, un desatino: una asignación de recursos totalmente desquiciada.
Cuba está dotada de maravillosos recursos naturales: tierras fértiles, lluvias abundantes, clima favorecedor. Costa Rica, también. La diferencia es que este país, sin revoluciones, sin exiliados, sin necesidad de fusilar a nadie, consiguió educar a toda la población, la salud pública cubre todo el territorio nacional, y con sólo cuatro millones de habitantes, es la 11º economía de América Latina. Y tiene un médico cada 630 habitantes. Honestamente, no está nada mal.
Fidel Castro, en última instancia, no ha caído porque es un líder popular querido por todos. Ese es el argumento más común que se esgrime a su favor. Cuántas personas apoyan a Castro y cuántas lo rechazan dentro de Cuba es algo que sólo se podrá precisar cuando haya opciones libres y los cubanos puedan votar sin miedo. Y también, cuando puedan comprar los diarios que quieran, leer los libros que deseen, escribir y decir en voz alta lo que piensan y viajar en avión de La Habana a Miami.
Sin embargo, es razonable creer que el nivel de apoyo a Castro debe ser mucho más bajo del que pretenden sus secuaces, los pocos que aún le quedan. ¿Por qué va a amar a Castro una sociedad que vive racionada cuyos jóvenes fueron enviados como peones soviéticos a librar guerras en tierras lejanas, una sociedad a la que se le paga con una moneda prácticamente de juguete y que sufre todo tipo de privaciones? ¿Por qué los cubanos van a apoyar a un régimen que les genera este miserable modo de vida? ¿Por qué se lo van a agradecer en absoluto?
¿Por qué Jimmy Carter y George H. W. Bush perdieron sus respectivas reelecciones? Porque bastó, en su momento, la aparición de la inflación o un alto nivel de desempleo para que la balanza electoral pese en dirección contraria. De la misma manera, los actuales índices de desocupación hacen que una eventual reelección de Barack Obama parezca por lo menos dudosa.
Por lo tanto, suponer que los cubanos aman a un gobierno que les está engendrando un infierno cotidiano de miseria, escasez, cartillas de racionamiento, vigilancia, persecución, encarcelamientos y fusilamientos es totalmente absurdo.
Por otra parte, el drama de los treinta mil balseros que se lanzaron al mar en agosto de 1994 es un síntoma suficientemente elocuente como para demostrar al mundo entero que ese pueblo rechaza visceralmente al gobierno que padece. Exactamente igual que los "boat people" que 15 años antes huían de Vietnam. Porque la deseperación de los pueblos es tan grande, el sistema comunista los asfixia de tal modo, que no podía ser de otra manera. Cuba tiene medallas olímpicas, pero no tiene libertad. Como decía Ralph Waldo Emerson, ¿para qué sirven el arado, la vela, la tierra o la vida si falta la libertad?
Estos son los mitos y falacias fundamentales sobre los cuales se apoya la peor dictadura de toda la historia del hemisferio occidental. Hasta dónde se va a extender, hasta cuándo va a seguir, es una verdadera incógnita. Lo cierto es que nada parece indicar que el camarada Fidel tenga la menor intención de jubilarse. Ya declaró cierta vez que en Cuba habrá elecciones libres "sólo cuando se haya completado la reforma agraria y la alfabetización haya llegado a todos los cubanos, y todos tengan libre acceso a la medicina y a los médicos." O sea, nunca.
Y como si eso fuera poco, esto es lo que dijo en el IV Encuentro Latinoamericano y del Caribe: "El neoliberalismo... representa sistemas políticos en los que la participación del pueblo en las decisiones no existe de hecho (sic), o descansa sobre tan aterradoras injusticias sociales que los tornan vulnerables."
Ya no hay más excusas: los norteamericanos quedan debidamente notificados de que todos los males que pesan sobre su pobre país sometido al pérfido sistema de elecciones presidenciales han sido resueltos en Cuba por el Líder Máximo. No ha habido allí incremento de la miseria sino el bienestar más absoluto, y el sistema político, basado en el partido único y la ausencia total de oposición, es el único que garantiza una feliz participación del pueblo en la toma de decisiones.

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