martes, 4 de noviembre de 2014

¿A quién le importa Cuba?

La Asamblea General de las Naciones Unidas votó por abrumadora mayoría -188 votos contra 2- el fin de las sanciones económicas contra Cuba. Es obvio que el mundo entero quiere que Cuba sea libre. El único que se opone es el gobierno de Cuba.
¿Cuál es el problema que Cuba ha tenido en los últimos 50 años para comerciar con todos los países del mundo, salvo con Estados Unidos? Ninguno.
A excepción de unos pocos días de noviembre de 1962, cuando Kennedy ordenó a la marina norteamericana impedir el desembarco de misiles atómicos soviéticos en la isla, Cuba nunca ha estado “bloqueada,” tal como reza el clamor arquetípico de la izquierda cuando alza la voz en defensa del régimen castrista. Excepto con Estados Unidos, ha podido comerciar libremente con todos los demás países, cuyos barcos nunca fueron entorpecidos por nadie para llegar a puertos cubanos a descargar mercaderías.
Cuba tiene como principal fuente de ingresos el turismo, en especial el de Estados Unidos. Los hoteles son en su mayor parte de empresas españolas, y tienen casinos flotantes  a 12 millas de la costa porque en la "aislada isla" está prohibido el juego. La segunda fuente de ingresos proviene del dinero que los cubano-estadounidenses  mandan a sus parientes que viven en el "territorio libre de América." Cuba no está bloqueada. Sólo está embargada por Estados Unidos como represalia por los bienes de ese país confiscados por Fidel Castro, que fue lo primero que hizo cuando llegó al poder.
¿A qué se debe, entonces,  la pobreza crónica de Cuba? Al monumental fracaso del modelo económico comunista. La pobreza cubana debe buscarse en un inherente autobloqueo propio de ese desastroso sistema, y no en causas externas. De hecho, las causas externas son las que están ayudando a este país, como el mencionado turismo norteamericano. Y salvo con el país del norte, Cuba puede adquirir los bienes que necesita en el resto del planeta. No lo hace por la simple razón de que no tiene con qué. Después de medio siglo de dictadura Castro-comunista, Cuba es un país quebrado. El “bloqueo” es un mito inventado por una dictadura cavernícola que pretende justificar así su fracaso.
Después de medio siglo de una dictadura que ha hecho manejos desastrosos de la economía, que ha empleado gigantescos recursos en equipar el ejército más poderoso de América después del de Estados Unidos, que ha patrocinado organizaciones subversivas por todo el continente incluyendo la Argentina, que ha sacrificado a sus jóvenes en guerras estúpidas e inútiles como las de Angola y Mozambique en la década del ’70, que mantiene el más asfixiante verticalismo, que persigue sistemáticamente toda forma de libertad individual, que fomenta la delación de unos cubanos contra otros, Cuba ha sido reducida a un fantasma de país. Son estas “políticas de estado” lo que han hecho de Cuba lo que es hoy. Ese es el verdadero bloqueo; un bloqueo que no viene precisamente del norte, como el viento.
Cuba se encuentra bajo una dictadura que en medio siglo no ha hecho otra cosa que mentir, perseguir, censurar, racionar, encarcelar y fusilar a sus súbditos. ¿Qué miedo tiene el régimen castrista de aceptar la libertad y la democracia y permitir que los cubanos elijan libremente lo que quieran para sus vidas?  
¿A quién le importa Cuba? A todos, salvo al gobierno de Cuba. ¿Quién quiere que Cuba salga adelante? Todos, salvo el gobierno de Cuba. Por eso es que todavía están ahí. Por eso es que no llaman a elecciones. Ese es el verdadero bloqueo. Todo lo demás son cuentos chinos.
Como dijo el representante estadounidense en el debate de la Asamblea General, Ronald Godard, que defendió la continuidad de las sanciones: "Esta resolución (votada por la ONU) sólo sirve para distraer de los problemas reales a los que se enfrentan los cubanos."
Lo que Cuba necesita no es que le permitan comerciar con Estados Unidos -¿con qué lo haría?- sino que Estados Unidos la subvencione y la ayude a ponerse de pie. Tiene que haber un nuevo Plan Marshall.
Para todos los que estamos convencidos de que toda dictadura –de izquierda o de derecha - es abominable, el mal absoluto de un pueblo, la mejor manera de demostrar solidaridad y compasión por el pueblo que la padece es ayudarlo, por todos los medios posibles, a acabar cuanto antes con ella. Es la manera de ayudar a los disidentes, a los que se juegan la vida combatiéndola.

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