domingo, 5 de mayo de 2013

Barack Obama se expide sobre la situación política de Venezuela

Es ciertamente digna de elogio la inquietud del presidente Barack Obama sobre la situación en Venezuela. El mandatario, que acaba de finalizar una gira por México y Costa Rica, declaró en el primer país que "hay informes que prueban que Venezuela no observa los principios básicos de derechos humanos, democracia, libertad de prensa y libertad de reunión." Su declaración, en un momento en que está en tela de juicio el triunfo obtenido por Nicolás Maduro en los comicios del 14 de abril, refleja sin duda el interés no sólo de los venezolanos sino del mundo entero de llegar a las instancias de verificar fehacientemente los resultados de esta elección, algo que el líder de la oposición Henrique Capriles insistentemente ha pedido, y a lo que Maduro sistemáticamente se ha negado a acceder. Maduro ganó los comicios con una ventaja de tan sólo 1.8% en un momento en que su rival Capriles se estaba consolidando como una verdadera figura política alternativa.
"Nuestra visión es que el pueblo venezolano debe elegir a sus líderes en elecciones legítimas," agregó Obama. Y precisamente, la legitimidad de la victoria de Maduro se encuentra sobre planos cada vez más tambaleantes por su tozudez al no querer someterse a verificar los votos. No se está moviendo con la serena dignidad de quien no tiene nada que ocultar. Si piensa que su triunfo es indiscutible, ¿qué problema tiene con que la oposición lo cuestione?
Capriles impugnó ante la justicia electoral la elección del 14 de abril argumentando que hubo al menos 3.000 irregularidades y que la diferencia de votos (260.000) era tan exigua que correspondía un recuento total de los mismos. El gobierno admitió efectuar una auditoría, pero bajo condiciones que no reunían todos los requisitos exigidos por la oposición. Pocos días después de la elección, Maduro prohibió una marcha llamando “fascistas” a los opositores.
Obama, que hasta ahora evitó reconocer la victoria de Maduro, destaca también que al elegir legítimamente su destino, los venezolanos lo hagan “lejos de las prácticas de las que todo el hemisferio se ha distanciado de manera general.” Así habla el mandatario de un país cuya tradición democrática se remonta a muchos años de historia. 
La democracia es compatible con la diversidad de pensamientos, ya que encuentra en esa diversidad un rico semillero de propuestas útiles y necesarias para el bien común. Por el contrario, proyectos basados en el autoritarismo, la obediencia ciega, el fanatismo y el culto a la personalidad infalible del líder buscan desesperadamente acallar toda muestra de pluralismo, ya que ven en ese pluralismo un riesgo a su continuidad. El proyecto encarnado por Hugo Chávez en Venezuela representa un modelo que basa su hegemonía en la propaganda, en la construcción de relatos y en el uso del aparato del estado de manera total, absoluta, inapelable, con lo cual todo el sistema sigue una lógica autoritaria. Dentro de esa lógica, entonces, es bien claro que su continuador, Maduro, intente por todos los medios evitar abrir una hendija por donde pueda entrar el enemigo que más teme: el cuestionamiento a su hegemonía. Todo se origina en la vocación de ese autoritarismo y en el desprecio de las instituciones republicanas y la alternancia de sus mandatos fundamental para la supervivencia de dichas instituciones a través del tiempo. 

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