jueves, 14 de julio de 2011

Los principios fundacionales de las naciones de América

Desde Alaska a Tierra del Fuego, las naciones del hemisferio occidental vieron la luz como entidades constitucionales limitadas. El gobierno nacional tenía unas ciertas facultades enumeradas, mientras que la mayoría de los asuntos (la economía, la agricultura, la industria, la infraestructura civil, la banca, la inmigración, etc.) estaban legados a las provincias o estados, las comunidades y el sector privado. A mediados del siglo XX, sin embargo, un leviatán nacional creció. La mayor parte de aquello a lo que los liberales nos oponemos surgió a medida que la cultura nacional en los diversos países abandonó este constitucionalismo limitado de los albores para abrazar los principios de la social-democracia y el estado de bienestar propios del Viejo Mundo.
Este abandono de los principios constitucionalistas tempranos tuvo como consecuencias el desmedido aumento del estado, la emisión monetaria inflacionaria y las monstruosas deudas externas. La noción de que el estado debía redistribuir la riqueza por igual entre todos pasó a ser el principio dominante.
Estas teorías colectivistas que persiguen poner al estado por encima del individuo van en contra de los principios republicanos fundacionales de la libertad y el gobierno constitucional limitado.
El desplazamiento de la libertad individual por el estado omnipotente es un ideal totalmente contrario a la idea de que la existencia de un gobierno depende del consentimiento de los gobernados y que, cuando se vuelve tiránico, la gente tiene el derecho de alterarlo y suprimirlo. Tales son los conceptos articulados por Thomas Jefferson en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos.
El gradual abandono de estos principios coincidió con la imposición de las teorías colectivistas en los países de América. Estas teorías se ajustan mejor a un régimen totalitario que a un sistema democrático. Aquellos que las rechazan están del lado de los principios fundacionales de las diversas naciones americanas. Los que las aprueban están abrazando, lo sepan o no, la extemporánea ideología del autoritarismo estatista.
Si la tarea, entonces, es desarrollar un auténtico orden social, hay que reinstaurar el orden político que alguna vez hizo florecer a nuestros países. La idea es volver a sus principios fundacionales, aquellos que les dieron impulso y continuidad. Se trata de asegurar la plena vigencia del orden constitucional limitado como base imprescindible para el progreso social y el crecimiento en todos los órdenes en la vida democrática. Y al mismo tiempo, consecuentemente, dejar de lado teorías de estado que favorezcan un crecimiento desmedido del mismo.
Siempre es bueno tener presente el concepto de Benjamin Franklin, “Aquellos que renuncian a la libertad por la seguridad no merecen ni libertad ni seguridad.”

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