sábado, 9 de julio de 2011

El pensamiento político y la globalización

El pensamiento político y económico que conocimos hasta hace veinte años nació con la Revolución Industrial. Con anterioridad a ese fenómeno, el pensamiento dominante era netamente conservador; vale decir, devoto de las verdades permanentes, estáticas y absolutas.
La Revolución Industrial dio origen a un pensamiento de cambio, progresista y humanista. Por vías del liberalismo, representado por las revoluciones de inspiración iluminista de los siglos XVIII y XIX, se apostó al progreso social vinculado a la idea de un hombre universal. La sociedad industrial de masas, característica de ese período, también sostuvo un pensamiento universal. Sociedad industrial, producción masiva, conquista de la naturaleza, colonialismo planetario, consumismo y pensamiento universal fueron las características de los dos últimos siglos de la Revolución Industrial.
El proceso no estuvo exento de adversidades. El choque entre la era agraria y la ola industrial provocó marginalidad, enfrentamientos, destrucción y muertes. No importa la forma que adquiriese la guerra, ésta fue una constante. La vocación de dominio se extendió enormemente junto con el industrialismo triunfante y sus requerimientos. Es más, la sociedad de masas requirió del auxilio de las clases intelectuales que justificaran doctrinariamente las luchas. Los enfrentamientos ideológicos de los dos últimos siglos estuvieron encuadrados dentro de ese contexto. Liberalismo y marxismo confrontaron en pugnas interiores de la era industrial. Así como las posiciones religiosas o ateas disputan sobre la misma idea de Dios, las luchas políticas que conocimos pertenecen a la misma idea universal del hombre. Pero hoy comenzamos a vivir en un mundo distinto.
Hace no más de veinte años se ha desatado un proceso de cambios vertiginosos que se fue gestando durante el último siglo. Se trata de lo que llamamos “globalización” y que responde a la actual era tecnológica. Cada vez en forma más dinámica y acelerada, se viene realizando una transnacionalización. En la producción de bienes, en la información, en las comunicaciones, en las finanzas, en el orden jurídico, en las decisiones políticas, el mundo está cada vez más interconectado; se está haciendo realidad la premonición de Nietzsche cuando decía “el centro está en todas partes.” Se está abriendo paso a una distinta filosofía del poder que abandona las ideas universalistas y da lugar al reconocimiento de las diferencias como elemento imprescindible para pensar la realidad social. Lejos del “hombre blanco civilizado” que pregonaba Kipling en la Inglaterra victoriana, una cultura de cualquier color y origen tiene algo que decir.
Toda sociedad plenamente humana debe ser capaz de realizar el deseo de todo hombre: alcanzar la felicidad. Las condiciones imprescindibles son el contrato social, fundar instituciones transparentes, favorecer el desarrollo del conocimiento, promover el progreso individual y colectivo y, en suma, alcanzar una sociedad más justa y solidaria.

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