lunes, 1 de abril de 2013

Que la razón prevalezca

En 1948, Corea quedó partida en dos como consecuencia de la división de la península por los soviéticos y los norteamericanos. Sería redundante hablar de las diferencias entre los dos países, pero hay un dato que vale la pena destacar: Corea del Norte tiene el quinto ejército más poderoso del planeta, con más de un millón y medio de efectivos y otros cuatro millones en la reserva. Frente al paralelo 38 que divide a ambos países, hay once mil misileras con capacidad de alcanzar todo el sur y también Japón. Su historial nuclear incluye tres pruebas entre 2009 y el 11 de febrero pasado. Esto fue lo que le valió un conjunto de sanciones internacionales, apoyadas entre otros por China, en contra de este país sometido a la dictadura de los K (Kim, no Kirchner).
Los exabruptos vocales del dictador Kim Jong-un, que no deja pasar oportunidad para amenazar a cualquiera, según consta en sus furibundos discursos, causan conmoción en el mundo entero. Corea del Norte se autoproclama "en estado de guerra" con Corea del Sur y afirma que "todos los temas que se planteen entre Norte y Sur se manejarán en consecuencia." De hecho, el régimen de Pyongyang está amenazando a Corea del Sur y a las bases militares estadounidenses de la península casi a diario desde comienzos de marzo, cuando los ejércitos surcoreano y norteamericano realizaban ejercicios de rutina, y ha ordenado a sus poderosas fuerzas armadas permanecer en estado de alerta. Kim Jong-un elevó aún más el tono dela confrontación al ordenar tener preparados sus misiles para atacar "en cualquier momento" intereses de Estados Unidos y Corea del Sur.
"Ha llegado el momento de ajustar cuentas con Estados Unidos," dijo el sábado pasado el gobierno norcoreano a través de su agencia KCNA. Washington ha dicho que se toma “en serio” las amenazas norcoreanas. Por su parte, países como Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia y China repudiaron las declaraciones de Kim y expresaron su preocupación por la delicada situación. El Foreign Office inglés afirmó que con sus “advertencias amenazadoras,” Corea del Norte sólo logrará “un mayor aislamiento,” y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia expresó su “preocupación” por la situación y pidió que el gobierno norcoreano se abstenga de “toda nueva provocación.”
Estas provocaciones, en efecto, sientan un precedente gravísimo. Pero lo que llama la atención es que el mundo entero pareciera ignorar las verdaderas circunstancias que provocan esta tensión. Corea del Norte se encuentra bajo un régimen comunista, un sistema en que un estado omnímodo interfiere en la vida de los habitantes, los cuales son simples súbditos sometidos al capricho de sus déspotas. Gracias a un sistema de represión y de lavado de cerebro constante y permanente, ese tipo de gobierno logra mantenerse en el poder a lo largo de los años sometiendo a las masas a la sumisión y a la miseria más abyecta en todos los niveles. En ese sistema tan perverso, el ser humano carece de toda posibilidad de ejercer una representación mínima en el poder, de torcer el curso de los acontecimientos si éstos no responden al interés o a la voluntad popular, de cambiar las políticas en trance si no son eficaces. Por el contrario, los gobernantes no tienen ningún tipo de fiscalización y a nadie le rinden cuentas de su nefasto accionar. 
En la división de 1948, la parte que llevaba las de perder era el sur, ya que toda la industria estaba en el norte. ¿Qué fue lo que sucedió? Corea del Sur, que logró convertirse en una democracia liberal exitosa y adoptó una economía de mercado, se posiciona en la actualidad como una gran potencia económica con un notable nivel de vida para todos sus habitantes. Su vecino del norte, en cambio, eligió el camino que todos conocemos, y hoy el mundo asiste a la tragedia de un país cuyo ejército, como dije antes, es el quinto más poderoso mientras que su ingreso per cápita es inferior al de Uganda. Y ahora se dedican a amenazar al mundo como si tal cosa. Corea del Norte debe abandonar su retórica bélica, cancelar su programa nuclear y poner a la gente y el interés de la gente, no los caprichos del gobernante, en primer lugar.
Kim Jong –un es un dictador peligroso y delirante que está llevando al mundo a un estado de crispación que nadie sabe en qué va a devenir. Ante tanta demencia, entonces, es de esperar que la prudencia y la razón canalicen las acciones de la comunidad internacional en su conjunto para que la razón prevalezca y, ya como un reaseguro a futuro, buscar ayuda para incorporar a este país a un legítimo lugar en el concierto de las naciones.             

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