lunes, 18 de marzo de 2013

Que McDonald's administre la inmigración

El presidente Barack Obama está llevando a cabo una reforma inmigratoria que en esencia es un "reprise" del Acta de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA, por sus siglas en inglés) sancionada por Ronald Reagan en 1986. Ambas se apoyan en los mismos pilares: legalización para inmigrantes ilegales que cumplan ciertas condiciones, sanciones a empleadores que tomen empleados sin documentos, refuerzo de controles fronterizos y aumento de cuotas de visas para cierta clase de individuos favoreciendo a algunos -graduados de carreras técnicas avanzadas, por ejemplo- sobre otros. Pero estas decisiones serán tomadas por funcionarios, no por el mercado. Todo basado en la presunción de que el estado, por decreto y mágicamente, es la solución a todo lo que nos pasa en todos los órdenes de la vida. ¿Quién necesita de un enfoque más flexible, ni que hablar en sintonía con las necesidades de la economía, cuándo el gobierno puede salvarnos a nosotros de nosotros mismos?
Las reformas de la era Reagan no previeron la forma en que las nuevas necesidades económicas sortearían las restricciones generando los aproximadamente 11 millones de inmigrantes ilegales que residen en la actualidad en los Estados Unidos. ¿Por qué? Porque el estado no puede prever en qué consistirán las necesidades surgidas del funcionamiento de la economía a través del tiempo. Como en toda política intervencionista, el estado se atribuye la potestad de dirigir un mercado basado en decisiones que son tomadas por millones de individuos interactuando libremente a diario. El número de inmigrantes necesarios para cubrir puestos de trabajo, desde la recolección de frutas hasta la escritura de códigos informáticos es imposible de predecir desde una oficina del gobierno. Si los inmigrantes se trasladan de un país a otro, lo hacen por la simple razón de que en el país receptor hay empleadores interesados en contratarlos, con o sin el beneplácito del gobierno. El potencial de un trabajador inmigrante, que no cabe duda que ha venido a trabajar, es incalculable.
Richard Nixon dijo una vez que, de adoptarse un sistema más flexible que los cupos predeterminados de visas de inmigrantes, "cientos de millones de personas" emigrarían a los Estados Unidos. Pero él lo dijo en el contexto de la economía de la década del '70, cuando la economía global era muy diferente a la actual, mucho más estática y localizada, lejos de las innovaciones tecnológicas de hoy. En la actual economía, en la que asistimos a fenómenos de economías en rápido desarrollo que prometen ser líderes globales, los famosos "tigres asiáticos", por ejemplo, no es lógico suponer que un sistema más flexible abriría las compuertas para una invasión. En la primera parte de la última década, alrededor de 800.000 inmigrantes indocumentados entraron a los Estados Unidos cada año. Para el año 2010, la migración neta desde México, el principal país de origen, se había reducido a cero. La razón principal no fue el fortalecimiento de la patrulla fronteriza sino la desaceleración de la economía. Lo mismo había ocurrido después de pincharse la burbuja de las empresas punto.com. Ese es otro factor que Nixon tampoco hubiera podido prever.
El mayor problema de la inmigración es que está estigmatizada por muchos años de visiones basadas en la desinformación y el prejuicio. En ese sentido, uno de los más grandes temores es el peligro cultural que impera al respecto, y esto no es ninguna novedad. Los inmigrantes latinoamericanos, especialmente los mexicanos, que representan el fuerte de la inmigración a Estados Unidos a partir de mediados del siglo XX, sufrían la misma estigmatización que los irlandeses e italianos en el siglo XIX. Los inmigrantes erosionan la cultura local y la cambian para convertirla en otra. Pero lo cierto es que los inmigrantes muestran patrones de adaptación que echan por tierra cualquier argumento en su contra. Como regla general, la asimilación es fuerte en la segunda generación y se completa en la tercera. Esto se cumple tanto con los inmigrantes legales como con los ilegales. No solamente eso. La tecnología actual es un factor que ayuda mucho para la asimilación.
Volviendo a la economía, virtualmente todos los estudios demuestran que los inmigrantes ejercen una influencia pequeña, pero positiva, en la misma. La noción de que los inmigrantes le quitan el trabajo a los ciudadanos, en vez de cubrir las necesidades de la economía, es falsa y parte de la misma nebulosa de prejuicios con que se suele percibir el fenómeno de la inmigración.
¿Qué se puede hacer entonces? Volvamos a la presunción de que el capitalismo funciona. Dejemos el asunto en manos del mercado. Para eso, no se me ocurre nada mejor que la inmigración sea administrada por McDonald's. Sus locales están esparcidos por todo el orbe y sus servicios cubrirían todas las necesidades. Todo lo que hay que hacer es comprar, junto con el combo, una Immigration McCard para emigrar a los Estados Unidos. ¿A qué precio? A precio de mercado por la ley de la oferta y la demanda.
Así, poniendo la inmigración en el punto del mercado libre, los legisladores se sorprenderán de ver como la marea de inmigrantes fluctúa naturalmente. A veces, los números apenas se notarán.

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