jueves, 22 de marzo de 2012

El hombre de la barra de hielo

“Titanes en el ring” fue un programa de lucha libre que tuvo varios ciclos exitosos en la televisión argentina. Creado y dirigido por el inolvidable Martín Karadagián, este espectáculo incluía variados personajes de gran encanto que divertían a los niños.
Uno de los personajes característicos del programa era “el hombre de la barra de hielo.” Como su nombre lo indica, este sujeto se dedicaba a transportar –con gran pericia, por cierto- una inmensa barra de hielo que, por estar expuesta a temperatura ambiente, se derretía gradual e irreversiblemente.
Hoy, más que nunca, la economía argentina se parece a aquella gran barra de hielo. La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, que pone en manos del gobierno la emisión monetaria sin requerimiento de mantener una relación entre reservas y base monetaria, tendrá como resultado la gradual depreciación del peso. En efecto, el peso que emite el BCRA pierde valor día a día por efecto de la emisión monetaria y la consiguiente inflación. Cada día, entonces, o al menos cada semana, el ciudadano puede adquirir menos bienes que la semana anterior con la misma cantidad de dinero. Es lo que ocurre en el supermercado, donde con 100 pesos se compra cada vez menos. Cada semana, cuando el ciudadano va al supermercado, descubre que con 100 pesos puede llevar menos cosas a casa que la semana anterior. Todo en virtud de manejos políticos, ya que la inflación no es otra cosa que un impuesto encubierto, como escribí en mi artículo “La inflación es un impuesto.” (Junio 2011).
Bajo estas condiciones, ¿cómo puede un empresario hacer una estimación de costos e ingresos para evaluar una inversión si todos los días la unidad de medida es alterada? ¿Quién puede hacer una inversión si no tiene una medida estable para hacer un cálculo económico?
De acuerdo a los argumentos esgrimidos por el gobierno, la reforma de la Carta Orgánica del BCRA permitirá a esta entidad no tener que ocuparse realmente de preservar el valor de la moneda nacional sino, además, de la economía productiva, con inclusión social y empleo. Pero eso equivale a afirmar que el Banco Central puede impulsar el crecimiento económico emitiendo papel moneda. Gracias a una simple ley llamada Carta Orgánica del BCRA, las inversiones van a aparecer en el país como por arte de magia. ¿A quién le importa el respeto por los derechos de propiedad, la estabilidad en las reglas de juego y la disciplina monetaria y fiscal cuando se tiene la potestad de imprimir billetes sin límites?
Más aún, si la emisión monetaria genera crecimiento con inclusión social, no debería haber ni un solo subsidio por la asignación universal por hijos ya que todos tendrían que tener trabajo.
Entre mayo de 2003 y enero de este año, el BCRA pasó de tener una base circulante de $20.727 millones de pesos a $167.387 millones. Es decir, el gobierno multiplicó por 8 la cantidad de pesos en circulación. Con semejante emisión monetaria, no debería sorprender la alta tasa de inflación que, además, se traduce en serios problemas de tipo de cambio real, distorsión de precios relativos, etc. Si la moneda pierde su condición de reserva de valor, es muy difícil poder hablar de inversiones. Y si le agregamos la baja calidad institucional que hoy rige en el país, pensar en inversiones es una fantasía.
Justamente, porque no existe disciplina monetaria y las reglas de juego cambian de acuerdo a los caprichos del poder de turno, es que no hay inversiones. Y como no hay inversiones, ahora pretenden imprimir el progreso y el crecimiento mediante la emisión de billetes. Es el mismo modelo que destruyó el peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino, el austral y éste que ya da risa (o ganas de llorar).
El esquema siempre fue el mismo. No hay plata. El gobierno no puede o no quiere entender que no hay plata y el Banco Central procede alegremente a la emisión de billetes aumentando la tasa de inflación. El gobierno se endeuda con el Central porque gasta más de lo que le ingresa y el Central se endeuda con el sistema financiero colocándole bonos de corto plazo. Con los dos endeudados y quebrados no se llega a gran cosa. Y no hay ley que pueda solucionar este problema. La obediencia debida de los legisladores kirchneristas no modificará las leyes económicas. Y la falta de reserva de valor del peso no hará que dos quebrados se transformen en millonarios, no hará que nadie levante cabeza. Al contrario, el país se hunde en el círculo vicioso de la emisión-inflación-emisión. Esta reforma no solucionará el problema de falta de crédito y el déficit fiscal, sino que sólo le transferirá el problema a la gente cobrándoles más impuesto inflacionario.
Ya nadie quiere los pesos. Todos se refugian en los dólares. Nadie quiere el peso porque se derrite como la barra de hielo. Acaso debiéramos agradecer al gobierno de Cristina Kirchner por crear una situación económica que nos trae a la memoria uno de los programas de televisión más queridos de nuestra infancia, y este personaje con su barra de hielo a cuestas. La diferencia es que aquel programa priorizaba la unión de la familia y la lucha del bien contra el mal, mientras que el actual gobierno prioriza la ineptitud, la mediocridad,  la obsecuencia y, como hielo que se derrite, la gradual desaparición de las instituciones republicanas.

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