jueves, 16 de junio de 2011

La historia es un gran juez

Como enseñaba Alicia, la profesora encarnada por Norma Aleandro en “La historia oficial,” la historia es la memoria de los pueblos. La historia (digo yo) es ese pasado sujeto a interpretaciones que nunca deben ser tergiversaciones. La historia, como la vida, es una sola. La manera de interpretar ambas jamás va a ser la misma para dos personas diferentes.
En lo que a Cuba se refiere, la historia está indisolublemente ligada a Fidel Castro, el hombre que durante medio siglo ha dirigido los destinos de esa nación caribeña. Todavía está por verse si finalmente la historia le concederá el indulto que proclamó hace casi sesenta años cuando pronunció su alegato defensivo ante el tribunal que lo juzgaba por el intento de asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba.
Siendo como es “La historia me absolverá,” el alegato de marras, un manifiesto político en el cual no sólo fundamentó su defensa sino que expuso los problemas que a su juicio afectaban al país, la propuesta sería que a partir de la visión de hoy escribiese el epílogo, porque no pocas son las cosas que le han quedado pendientes, entre ellas, que la historia lo absuelva. Sería una verdadera autocrítica, una manera de saber cómo evalúa su gestión.
La evidencia no miente. De las promesas de la revolución cubana contrastadas con la realidad, el saldo arrojado es negativo. Por eso, la historia no lo absolverá. Me permito recordarle, camarada Fidel, que usted es el ejecutor de una dictadura que ya lleva nada menos que 52 años de existencia, algo que no tiene parangón en los tiempos modernos. Usted convirtió a su país en un portaaviones soviético durante la Guerra Fría. Usted lanzó a sus ejércitos a librar guerras estúpidas e inútiles en África. Usted persigue a sus opositores, los encarcela y fusila como si tal cosa. Usted somete a su pueblo a magras raciones de alimentos, les impone cartillas de racionamiento. Los obliga a repetir consignas en las que nadie cree, ni usted mismo, como “socialismo o muerte” en una sociedad cubana en que la única y verdadera consigna puesta en práctica y refrendada por los hechos es “escapar a Estados Unidos o muerte.” Y en cuanto a la frase de fray Betto, “Cuba es el único país donde la palabra dignidad tiene sentido,” la dignidad corre por cuenta del pueblo cubano para afrontar la indignidad que usted le inflige a diario.
Porque aunque su hermano Raúl sea “presidente del consejo de estado y de ministros de la república de Cuba” (todo eso), el que dirige la batuta es usted, como siempre. Usted vive en una gran mansión de La Habana que nada tiene que envidiarle a las mejores residencias de Hollywood mientras que su pueblo sufre hambre y privaciones.
La frase de Castro “la historia me absolverá” ha sido convertida en una consigna por las izquierdas latinoamericanas para justificar los errores y horrores de una dictadura de 52 años. Sabemos muy bien que la historia no lo va a absolver sino que, tarde o temprano, lo va a hacer caer. La historia es un gran juez. A veces la justicia es lenta en expedirse, pero hay que tener paciencia y coraje. Deuteronomio 16:20 dice, “La justicia, la justicia seguirás…” Nada mejor para entender y, a la vez, fundamentar este concepto.
En 1947, el poeta cubano Nicolás Guillén escribió: “¡Stalin, Capitán, los pueblos que despierten junto a ti marcharán!”
Pues no sólo no iban a ir a la esquina con Stalin, sino que ya no lo quieren ni en su país natal. En un reciente comunicado, el gobierno de Georgia expresó: “Por sus acciones, Stalin no puede ser considerado georgiano (sic). Stalin es uno de los fundadores de la Unión Soviética, verdugo de millones de personas, incluidos georgianos.” Es un ejemplo de cómo la historia da su veredicto.
En el caso de Cuba, la cuenta aún está pendiente. Esperemos el veredicto, como dije, con paciencia y coraje.
A propósito, si Stalin no puede ser considerado georgiano, no veo por qué Rosas debe ser considerado argentino: es el asesino de Camila O’Gorman.

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