jueves, 23 de junio de 2011

El rol de la oposición en las próximas elecciones presidenciales

Durante el acto por el Día de la Bandera en Rosario, Cristina Kirchner dijo, “el camino de la construcción de la patria está lleno de piedras,” pero pocas dudas quedan que para ella la construcción de la patria equivale a la consolidación de un proyecto de poder. Ahora que finalmente anunció que va por la reelección, está por verse de qué manera se desempeñará la oposición con todas sus alternativas, desde la izquierda hasta la derecha, para enfrentar ese proyecto.
Enfrentar un proceso electoral es siempre más fácil para quien está en el poder. La increíble ventaja que otorga manejar los recursos del estado representa una situación terriblemente despareja para cualquier candidato opositor por fuerte que sea. Y Cristina, a esta ventaja, le suma otra más: no tiene oposición. Así de simple.
Todos, o casi todos, están pensando en salvar su propio futuro político –con estrategias tan llamativas como incomprensibles para lograr ese objetivo- más que en apuntalar la república y las libertades. Su “lucha” es conseguir la mayor cantidad de votos posible. Una lucha que “es cruel y es mucha,” como dice el tango, pero que no parece tener otro objetivo que sus propios intereses.
Mauricio Macri salía segundo en casi todas las encuestas. Sin embargo, desistió de la carrera presidencial para buscar su reelección en Capital Federal. Es extraña la decisión detrás de esto. Si la idea era convertir al PRO en un partido de alcance nacional, sumar diputados, senadores, gobernadores y armar un espacio de centro-derecha, es obvio que la actitud del ingeniero no le hace ningún favor a ese objetivo. Aún perdiendo las elecciones presidenciales, con un interesante caudal de votos, podría haberse erigido como una alternativa plausible para la política nacional y tendría una buena base de poder para 2015. La política es como el fútbol: no vale jugar a la defensiva, hay que salir a ganar.
La otra alternativa sería Ricardo Alfonsín, quien tiene el innegable mérito de ser el hijo de un presidente constitucional. Raúl Alfonsín abandonó el poder antes de lo previsto en medio de la peor crisis socio-económica conocida hasta entonces en un marco de saqueos, hiperinflación y un aparato productivo paralizado. Alfonsín Jr. no parece estar dispuesto a hacer ningún tipo de autocrítica sobre la presidencia de su padre, y elige culpar de sus errores a condiciones externas. Es cierto que Rick nunca formó parte del gobierno de su padre, pero el no estar dispuesto a admitir errores no es un signo positivo. Además, no parece tener una agenda muy clara que realizar en el caso eventual de que llegara a la Casa Rosada.
De las restantes opciones, ni vale la pena hablar. Se trata de figuras regionales que no parecen tener la más mínima fuerza de empuje fuera de sus respectivas comarcas, como Rodríguez Saa (San Luis), Binner (Santa Fe) y Duhalde (conurbano bonaerense) o exponentes de la izquierda más oscura y retrógrada (léase comunistas) como Jorge Altamira y Alcira Argumedo.
Todo parece indicar, entonces, que se cumple aquello de que “en país de ciegos, el tuerto es rey.” Cristina Kirchner se "enfrenta" a una oposición tibia, desarticulada, sin propuestas ni objetivos claros y contundentes para enfrentar los graves problemas de infraestructura, inflación y seguridad que afectan a todos los argentinos. La política nacional tiene una deuda: el ciudadano necesita una opción para polarizar el voto opositor, y que esa opción se transforme en una alternativa electoral seria y competitiva. Si importa más mantener un cargo para cierto partido o cierto funcionario que arriesgarse a la derrota, significa que a todos les interesa bien poco el futuro de la Argentina, y mucho sus bolsillos. Esto también se relaciona con lo ideológico: todos quieren aparecer como “progresistas” y no quedar a la derecha del gobierno en temas que hasta la Concertación chilena o el Frente Amplio uruguayo considerarían inaceptables.
Vargas Llosa dice que la libertad de expresión existe sólo si se la ejerce. Por lo tanto, hay que animarse a denunciar lo que no es correcto, aunque ello implique el riesgo de perder votos. En un sistema democrático, el rol de la oposición es muy importante; esa oposición que en un país serio se desempeña cuando menos de manera eficiente.

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