martes, 17 de abril de 2012

Por ese palpitar

Ayer edité mi entrada sobre YPF. Un par de horas más tarde, se me ocurre bajar la página de Clarín y me entero que Cristina Kirchner estatizó la empresa. Hoy procede una reflexión. Nobleza obliga.
Hagamos un poco de historia. YPF fue privatizada durante la gestión de Carlos Menem con el aval de la actual presidenta, que en ese entonces era diputada de la legislatura de la provincia de Santa Cruz. El 17 de setiembre de 1992, la entonces diputada provincial pidió la palabra y requirió que ese organismo "se expida exigiendo a los diputados nacionales del distrito que posibiliten el tratamiento del proyecto de ley de la nación que trata sobre la transferencia del dominio público de los yacimientos de hidrocarburos del estado nacional a las provincias en cuyo territorio se encuentre, en tanto se juega allí la perspectiva de futuro de nuestra provincia."  Ahora cambió de opinión.
Ese cambio de opinión la llevó a expropiar una empresa cuyo capital accionario es en su mayoría de origen extranjero, con lo cual lo único que logra es causar un ambiente crispado y de tensión sin precedentes no sólo con España, de donde es originaria Repsol, sino con todo el mundo, porque la Argentina no demuestra dar las garantías mínimas necesarias en un país que no da un mínimo de seguridad y confianza para que los capitales se sientan seguros y protegidos para invertir. Los capitales se desplazan de nación confiable a nación confiable, y la Argentina debe dar un mínimo de condiciones para que éstos se sientan protegidos. ¿Qué se ha hecho del principio de invulnerabilidad de la propiedad privada consagrado por la constitución de 1853?
Ese cambio de opinión la lleva a enfrascarse en el discurso setentista de cuando ella estudiaba en la universidad, manteniendo un nacionalismo populista troglodita, el cual no contribuye a solucionar los problemas de fondo que aquejan a la sociedad argentina y que lejos de modernizar la nación, no hará más que poner escollos en el camino progreso, haciendo que el país involucione y se cierre cada vez más al mundo, fomentando un modelo populista de nación que sólo consigue traer decadencia.
Ese cambio de opinión favorece a sectores políticos afines al poder de turno (léase la Cámpora) cuyos miembros, los amigos de ellos, los amigos de sus amigos, los amigos de los amigos de sus amigos, y los amigos de los amigos de los amigos de sus amigos serán, en definitiva, quienes ocuparán los cargos directivos por incompetentes que sean. ¿Puede quedar alguna duda de que la idoneidad será absolutamente irrelevante a la hora de designar cargos?
Ese cambio de opinión significará para el estado un costo de 10 a 12 mil millones de dólares por año durante cuatro años, un dato más que preocupante que el viceministro de economía evitó escrupulosamente mencionar en su alocución de casi tres horas ante el Senado de la Nación mientras trataba de explicar y fundamentar la expropiación y que, por supuesto, no queda claro quién lo va a solventar.
Ese cambio de opinión llevará a que Repsol inicie acciones judiciales de inmediato, en la Argentina y en el exterior, las cuales contarán con el respaldo incólume del estado español y de toda la Unión Europea, porque lo que hizo la presidenta fue cambiar las reglas del juego en el medio del partido. Destruyó también todo el orden jurídico previo de la empresa para acceder a sus acciones. Pero la presidenta pareció convencida de su versión de la historia y no quiso escuchar otra versión. Dicho de otra manera, no quiso escuchar otra campana más que la que ella toca, algo que la caracteriza.
Ese cambio de opinión, en definitiva, no ayudará a producir una sola gota más de petróleo en la Argentina y, en cambio, perpetuará la escasez de capitales decididos a invertir. Señores inversores, están ustedes invitados a invertir en una empresa manejada por la Cámpora. ¡Hagan cola! ¡No se maten que hay para todos!
¡Ahí vienen los inversores!
No seamos tan duros. Hagamos un esfuerzo por comprender. En el verano de 2007 y 2008, la presidenta adelantó la hora. En 2009 no, porque cambió de opinión. Asistió a la Cumbre de Cartagena y se fue antes del final porque cambió de opinión. Aprobó la privatización de YPF y la reestatizó porque cambió de opinión. Así es nuestra presidenta. Hace las cosas por ese palpitar, porque cambia de opinión.
A ver si ahora privatiza YPF. Todo lo que tiene que hacer es cambiar de opinión.

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