jueves, 3 de mayo de 2012

Paz social

Pocas semanas después de su regreso a la Argentina el 20 de junio de 1973, Juan Domingo Perón protagonizó un gravísimo incidente. Una ambulancia del Ministerio de Bienestar Social apareció frente a la casa de la calle Gaspar Campos. Dijeron que eran médicos y que venían a atender a Perón porque habían recibido una llamada donde les decían que estaba enfermo. En esa época, los médicos de Perón eran profesionales muy reconocidos y también dirigentes políticos: Jorge Taiana, Raúl Matera, Pedro Cossio y otros. La supuesta ambulancia, además, tenía agujeros de bala. Esto llamó la atención de los custodios del general Perón, y llamaron a la policía y detuvieron a los falsos médicos. En sus maletines encontraron revólveres y granadas y dentro de la ambulancia había fusiles. Es evidente que venían con la intención de matar a Perón. El hecho trascendió muy poco, casi como un rumor, porque el propio Perón hizo lo posible para que no se difundiera. Domingo Raso, miembro de la custodia personal de Perón, declaraba años más tarde: "Perón quería pacificar y pensó que en un momento tan convulsionado de la Argentina no ayudaba mucho a mantener la calma que este episodio se hiciera público."
Perón podría haber explotado este incidente por obtener réditos políticos con miras a las siguientes elecciones que habrían de consagrarlo por tercera vez presidente de los argentinos. Sin embargo, demostró comprender la importancia de evitar a toda costa un ambiente crispado en el país. Lamentablemente, el gobierno kirchnerista parece estar muy lejos de saber valorar y entender cuán importante es la paz social. Una conocida diputada oficialista de cuyo nombre no quiero acordarme acaba de insistir públicamente por una reforma constitucional que habilite la reelección de Cristina Fernández de Kirchner. Se viven tiempos difíciles. Un nuevo intento de reforma constitucional apenas 18 años después de la última reforma sancionada en 1994 no ayudará a lograr la paz social que es tan importante para resolver los problemas de los argentinos sino que por el contrario agrava y azuza enfrentamientos y ayuda a crear un ambiente crispado, porque la impresión que dan es que los problemas y el bienestar ciudadano les interesa bien poco, y sólo les interesa acrecentar el contenido de sus bolsillos y satisfacer sus ansias de poder. Un intento de reforma, además, demostraría que no tienen en claro que la función del estado es ser un celoso guardián de las instituciones republicanas y, por ende, velar por el cumplimiento de las mismas, entre ellas, obviamente, la Carta Magna. La constitución nacional se inspira fundamentalmente en el principio de división de poderes. Una reforma, entonces, le daría peso a una de las aristas de poder en detrimento de las otras. La idea de una reelección indefinida va en contra del principio básico de la república, que implica la temporalidad de los mandatos. La periodicidad presidencial es un pilar fundamental en un estado de derecho. Un pais serio mantiene sus instituciones, vela por su cumplimento, y si eventualmente las reforma, lo hace gradualmente, prudencialmente; y lo hace porque estima que ello será beneficioso para el bien común, nunca por intereses políticos del grupo que está en la palestra, y que ni siquiera tienen un mínimo de pudor al afirmar que les "gustaría" que se reforme la constitución, como si el poder fuera un pasatiempo. Un pasatiempo pagado por el esfurerzo de los sufridos contribuyentes, claro.
La constitución es un verdadero tratado de paz entre los argentinos, un tratado que evita conflictos inútiles y desgastantes y que, por el contrario, orienta esfuerzos productivos en una misma dirección. Ella tiene sus tiempos, y bueno es respetarlos. Las máquinas eficientes funcionan sin que se las someta a apremios.
Lo importante de la constitución no es reformarla sino cumplirla. A nadie le importa una reforma constitucional en un país donde ni siquiera se brega por su debido cumplimiento. Cualquier intento en ese sentido sólo servirá para la instalación de conflictos y, como hemos dicho, confirmará la idea de que el pais se encuentra bajo el dominio de un sector político al que únicamente le interesa perpetuarse en el poder.

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