lunes, 21 de mayo de 2012

Una buena palabra

El eminente economista norteamericano William Boumal, co-autor de "Good capitalism, bad capitalism and the economics of growth and prosperity" realiza una clara distinción de lo que llama capitalismo "malo" u "oligárquico" que es el que proliferó en las dictaduras militares latinoamericanas de la década del '70, y que no puede exhibir un solo ejemplo de desarrollo exitoso. Al contrario, sus objetivos no están puestos en el desarrollo, sino en la preservación de un poder concentrado, autocrático y vinculado a un estrecho núcleo de intereses dominantes. Podría decirse que es el causante del fracaso de muchas sociedades sumidas en la frustración económica y social. En realidad, es una tergiversación que Boumal y otros autores llaman también "capitalismo de amigos" o "capitalismo clientelista," y no conduce al crecimiento ni a la prosperidad. Es característico de las mencionadas dictaduras de los países de América latina, de algunas repúblicas de la ex-Unión Soviética y de países de Medio Oriente y Africa. Rige en ellos la propiedad privada y hay empresas, pero las empresas son funcionales al poder de turno o son empresas de los amigos del poder. La cultura productiva es sustituida por una cultura rentista que concentra el ingreso y acrecienta las desigualdades. En consecuencia, crece la informalidad, la burocracia  y la corrupción. Los que logran excedentes lo acumulan afuera, lejos del oportunismo que pudo haberlos beneficiado.
Lamentablemente, lejos de ser una huella de las dictaduras del pasado, el capitalismo  malo está hoy presente. Disimula su vocación autoritaria tras una fachada nacionalista, populista y caudillista Es funcional al proyecto de poder.
¿Cuál es el paso inicial para consolidar una estructura de poder clientelar y legitimar el proyecto político autocrático? La captura de la renta de los recursos naturales (agricultura, petróleo, minería, etc.)
La apropiación de dicha renta es una maniobra que requiere de toda una hilera de burócratas, el semillero del que saldrá la próxima generación de "amigos" del poder de turno. Ellos van a fomentar, luego, el capitalismo malo, el capitalismo de amigos.
La segunda consigna es el acoso a los capitalistas que no están, como los primeros, bajo el ala del estado, aquellos que no tienen nada que ver con la camarilla del poder de turno. Los capitalistas clientelistas denostan a los otros como simples cultores de la "codicia corporativa," tanto más si los activos fijos (caños, redes, cables, plantas, antenas, etc.) están en infraestructura relacionada a servicios públicos. Allí, el discurso antiempresa se hace más famoso más en la sociedad, sobre todo cuando se martilla la conciencia pública con las ganancias pasadas y la falta de inversiones.
Los empresarios no adictos sirven como chivo expiatorio de los males presentes, como potenciales destinatarios de nuevas exacciones. Todo es coyuntural a la organización económica funcional al proyecto de poder. Algunos que no están de acuerdo se van y, en su lugar, aparece una nueva clase empresaria más cortesana con el gobierno. Pero como la estrategia es el poder por el poder mismo, todo es contingente y cortoplacista, también las amistades empresarias.
Como el corto plazo lo domina todo, la escasez de inversiones en capital fijo impera. Ni siquiera los amigos están dispuestos a asumir los costos de recomponer insumos y apostar al futuro cuando la necesidad del presente lo domina todo. La descapitalización de los sectores de infraestructura y energía se vuelve indisimulable. Y hasta presenta ejemplos luctuosos en algunos servicios públicos. Mientras tanto, se acumulan pasivos futuros de magnitudes siderales.
Sin embargo, hay que destacar que oponerse a este tipo de capitalismo forma parte de la causa del verdadero capitalismo, así como oponerse a la inquisición forma parte de la causa del verdadero cristianismo y oponerse a la demagogia forma parte de la causa de la verdadera democracia.  La versión populista del capitalismo, el capitalismo oligárquico, no cierra ni por acumulación ni por distribución. En cambio, incentiva una cultura rentista y desigualitaria.
Los socialistas de todas las tendencias afirman que el verdadero marxismo nunca fue aplicado en el mundo. Si un "verdadero capitalismo" existió o no alguna vez, es motivo de otra discusión. Sin embargo, a diferencia del "verdadero socialismo," el capitalismo simplemente funciona allí donde se lo deja sin ser molestado. Las ideas de Marx, en la misma y exacta proporción en que fueron implementadas, dieron lugar a una miseria, hambruna y esclavitud humanas sin precedentes. Por eso, es preferible el capitalismo defectuoso al socialismo defectuoso en cualquier momento. Los frutos del capitalismo pueden ser usados para el mal, y son, sin duda, utilizados de esta manera por el estado. La burocracia se alimenta de la producción de las empresas privadas. La experiencia histórica demuestra que el estado se vuelve más rico en términos absolutos con el capitalismo que con cualquier otro sistema. Pero esta es meramente una acusación práctica y moral del estado, no del capitalismo.
Paradójicamente, no es esta faceta negativa del capitalismo lo que lleva a los anticapitalistas a serlo. Para ellos, el problema no es que el estado mantenga estos "amigos," estos "clientes." El problema no es que mantenga toda una burocracia que llega a ser hasta monstruosa: el problema es el espíritu emprendedor sin restricciones. Vale decir, todo pasa por resentimientos y complejos sociales.
Al anticapitalismo se lo define mejor, parafraseando a Mencken, por el temor de que alguien, en algún lugar, se esté haciendo rico. De modo significativo, la objeción anticapitalista no es con la burocracia mantenida por el capitalismo, es con el capitalismo que mantiene a la burocracia.
Algunas palabras son dramáticas y los conceptos que representan también lo son. Democracia es una palabra que parece demasiado idealista en un mundo que aún dista mucho de ser perfecto. Pero este ideal, en la medida en que se le permite florecer, señala el camino hacia un futuro de armonía y abundancia. Lo mismo pasa con el capitalismo. Brasil, Chile, Perú y Uruguay parecen estar encaminados en el verdadero capitalismo. ¿Se puede decir lo mismo de la Argentina? Así como no podemos permitir que se tergiverse el cristianismo o la democracia, no dejemos que se tergiverse el capitalismo, esta buena palabra para el más grande sistema económico en la historia de la raza humana.

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