jueves, 3 de mayo de 2012

¿Qué le pasa a Brasil?

Jim O'Neil, presidente de Goldman Sachs Asset Management, introdujo el acrónimo BRIC, que identifica a cuatro economías en rápido desarrollo -Brasil, Rusia, India y China- como prometedores líderes globales.
En la última década, estas cuatro economías han crecido a un ritmo mucho más rápido que el resto del mundo, sacando a mucha gente de la pobreza: 40 millones sólo en Brasil. De hecho, un informe de Goldman Sachs publicado en 2010 predijo que los mencionados países podrían ser responsables de un 41% de participación del mercado mundial para 2030. Sin embargo, Brasil tiene problemas.
A pesar de una tasa de crecimiento promedio de 4.4% en los últimos cinco años, su economía se desempeñó pobremente el año pasado, creciendo a un 2.7% mientras que las economías rusa, india y china han crecido a un 4.3%, 7.8% y 9.2% respectivamente.
Mientras tanto, el real se ha devaluado un 30% en dos años y las manufacturas se han reducido significativamente como porcentaje del PBI en comparación con una década atrás.
¿Quién tiene la culpa? ¿El imperialismo yanki? Puede ser, pero veamos esto que decía Adam Smith y de qué manera se puede aplicar a la situación de Brasil: "Los controles estatales sobre la economía desvían el comercio de sus cauces naturales. Así se retarda, en lugar de acrecentar, el progreso de la sociedad hacia una riqueza y grandeza verdadera y disminuyen, en lugar de acrecentar, el valor real del producto anual de sus tierras y del trabajo. Cuando todos estos sistemas (de control estatal) desaparecen, el sistema simple y obvio de la libertad natural se restablece espontáneamente."
Brasil ha venido colocando tributos abrumadores, gastos excesivos, regulaciones descomunales y muchos otros obstáculos en el camino de las empresas, los emprendedores y los inversores. En esto, más que en la depreciación del real o en las importaciones consiste el verdadero problema. Brasil llevó a cabo una audaz política de privatizaciones y de liberalización económica con el presidente Fernando Henrique Cardoso. Su sucesor, Lula Da Silva, continuó con las reformas. Dilma Rouseff, la sucesora de Da Silva, está también intentando procurar frenar el excesivo gasto gubernamental, pero la actual presidente brasileña tiene mucho que enfrentar debido a que la recesión económica global ha ayudado a desencadenar una oleada de histeria proteccionista que amenaza su agenda de reformas.
Las voces proteccionistas argumentan que los productos baratos procedentes de China y México, junto con las distendidas políticas monetarias de Estados Unidos y Europa (un tema que Rouseff discutió con Obama durante su reciente reunión en la Casa Blanca) están tornando imposible que las empresas brasileñas compitan con éxito. Y para contrarrestar estas condiciones, los proteccionistas desean que Brasil revise el acuerdo de comercio bilateral con México de 2002, en virtud del cual los automóviles se comercializan en ambas direcciones bastante libremente. También quieren elevar los aranceles externos del Mercosur pese al hecho de que Brasil ya impone un arancel promedio del 10% sobre las importaciones, y desean que el Banco Central de Brasil siga recortando las tasas de interés, lo cual consideran que abaratará las exportaciones y encarecerá las importaciones.
Y como para estar seguros de que encarecerá las importaciones, haciendo honor al nacionalismo populista y tercermundista que ha hecho de América Latina el continente pobre y atrasado que es, este país le exige visa a los turistas norteamericanos que lo visitan, con lo cual lo único que se logra es azuzar divisiones y enconos, entorpecer la industria turística, y lograr el reconocimiento de los intelectuales de café de la calle Corrientes de Buenos Aires, Argentina, los cuales están en un todo de acuerdo con una medida tan progresista y revolucionaria.
Así, el turismo se vuelve complicado, el comercio se torna costoso y el país se está quedando atrás. Aranceles, impuestos, leyes y controles son un laberinto y retardan el progreso de la sociedad hacia una riqueza y grandeza verdadera, como decía Smith. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que la clave está en "la mano invisible del mercado" de la que hablaba el eminente economista inglés.
El mundo, no sólo Brasil, precisa ahora que Rouseff vaya más allá de lo que ya se ha logrado y demuestre que puede resolver los problemas del país que ya es la sexta economía del mundo.



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