sábado, 2 de junio de 2012

Códigos y señales de la economía

Una netbook como la que yo estoy usando para escribir este artículo habría parecido un privilegio inconcebible para John Morgan, Andrew Carnegie, Cornelius Vanderbilt o incluso Nelson Rockefeller, fallecido en 1979. El capitalismo favorece, obviamente, en primer término a los más ricos, pero termina alcanzando, aunque sea muy lentamente, al resto. Esto es porque la economía se maneja con una serie de códigos y señales que ella necesita indefectiblemente. Cuando una economía funciona correctamente genera información sobre las preferencias de los consumidores, así como soluciones a la producción. Esta información se transmite de tal modo que en ese momento se crea un estímulo y se organizan los medios para corresponder a esa señal. Es el proceso que se define como ley de oferta y demanda. El gasto de un consumidor (demanda) al efectuar una compra se convierte para el proveedor (oferta) en el medio de cubrir el costo de ofrecer el bien y obtener un beneficio.
Estos factores informan, orientan la inversión. Con el tiempo y el acompañamiento de políticas que incorporen educación y tecnología, también estimulan, guían y orientan las innovaciones que mejor satisfacen los deseos de los consumidores.
Este esquema, naturalmente, es muy teórico y constituye una simplificación de una realidad llena de imperfecciones; requiere políticas correctivas, pero las mismas nunca deben operar como inhibidores de los circuitos normales de una economía libre. Si lo hacen, terminan generando las causas de un colapso económico.
Las políticas de intervencionismo estatal dinamitan los cimientos del crecimiento económico sostenido, condición necesaria de todo programa de desarrollo económico y social. La información que genera la economía cuando funciona normalmente retroalimenta un proceso clave en la creación de riquezas y trabajo. Por el contrario, una economía central planificada intenta organizar la economía avasallando la información, ignorando todo tipo de señal del mercado. Durante algún tiempo, este modo forzado de dirigir la economía puede ser eficaz para alcanzar ciertos objetivos, que generalmente son de industrialización pesada como los realizados en la Unión Soviética durante la época de Stalin. Es más, el logro de estos objetivos puede seducir a muchos, haciéndoles creer que se encuentran frente a una alternativa válida, pero entonces el esquema colapsa frente a los problemas del cambio y la innovación a largo plazo. Como un falso ídolo que, por fin, muestra sus pies de barro y se derrumba, los resultados del desengaño de la planificación centralizada quedan en flagrante evidencia.
La información económica confiable es un factor fundamental para asegurar la continuidad de todo el circuito económico y arreglar el sistema de incentivos. Por el contrario controles de precios y subsidios distorsionan el sistema. Cuando las señales e incentivos están distorsionadas por el estado, ¿dónde invertir?
El intervencionismo estatal inhibe con arbitrariedad el necesario proceso que permite que la información circule libremente para orientar la marcha de la economía. Hay que evitar las distorsiones porque de lo contrario todos los incentivos operan mal.
Operando libremente y sin interferencias, estos incentivos constituyen los estímulos necesarios
para invertir e innovar. El resultado será el gradual aumento de la prosperidad y el progreso para todos.  

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