sábado, 9 de junio de 2012

El rol de la OTAN después de la Guerra Fría

La cumbre de la OTAN realizada el 20 y 21 de mayo en Chicago tuvo como tema central el futuro rol de la organización en Afganistán. El presidente Obama y líderes de otros países miembros acordaron que las tropas norteamericanas comenzarán a abandonar ese país asiático a mediados del año que viene, luego de más de una década de intervención cuando Estados Unidos lo invadió a fines de 2001 como respuesta a los ataques terroristas del 11 de setiembre. La OTAN fue creada en 1949 por el presidente Harry S. Truman en un esfuerzo por contrarrestar el poderío del bloque soviético. Una vez finalizada la Guerra Fría, cumplido su objetivo original, la alianza pasó a tener, entre otros objetivos, el de defender las propias ex-repúblicas soviéticas, y realizó la mayor parte de sus misiones fuera del área del Atlántico Norte (Bosnia, Kosovo, Afganistán y Libia). Durante la invasión a Afganistán, Rusia, antigua enemiga de la OTAN, proporcionó a Estados Unidos una línea alternativa de aprovisionamiento cuando la ruta a través de Pakistán se tornó problemática.
La Guerra Fría terminó, pero eso no significa que los europeos deban ser librados a sus propios medios para defenderse a sí mismos, a pesar de los grandes problemas fiscales que aquejan a Estados Unidos. Ivan Eland, director asociado del Instituto Independiente de Oakland, uno de los foros de discusión y análisis independientes más importantes de ese país, propuso en un reciente artículo abandonar la OTAN. La actual situación económica de los Estados Unidos, afirma, no justifica su permanencia en la organización. Considerando la escena internacional actual, ¿sería esa una buena maniobra?
Una vez finalizada la Guerra Fría, Estados Unidos procedió a reconvertir su aparato militar para enfrentar al nuevo peligro que lo amenazaba. Ya no se trataba, como en el mundo de la bipolaridad ruso-estadounidense, de dos bloques antagónicos, sino de un enemigo corporizado en células terroristas caracterizadas por el odio y el fanatismo. Por eso, el presidente Obama, lejos de buscar un abandono de la alianza, ha propuesto medidas para fortalecer la misma: la adquisición de aviones no tripulados de vigilancia Global Hawk, el otorgamiento a la OTAN del control sobre un sistema de antimisiles construido por Estados Unidos, la concesión de los radares e interceptores de misiles de los buques de guerra Aegis a la OTAN en tiempos de crisis, y el entrenamiento conjunto de tropas norteamericanas y de otros países miembros de la alianza, aún en tiempos de paz o de baja probabilidad de conflicto. Estas medidas servirán para fortalecer los vínculos entre los países miembros de la alianza, asegurando la libertad para todos.
La reciente intervención en Libia demostró que el contar con un apropiado poderío militar es indispensable para defender la libertad. En general, Rusia y Estados Unidos ven coincidir sus intereses en la lucha contra el terrorismo islámico. Ambos países, además, subscribieron un importante tratado de control de armas que limita las armas nucleares estratégicas, el cual ha proporcionado algo de ayuda en los esfuerzos de presionar a Irán para que detenga su programa nuclear.
La amenaza de la Guerra Fría terminó, pero el mundo sigue aún en tensión bajo el peligro del terrorismo fundamentalista islámico. Esta forma nueva y peligrosa de barbarie, el terrorismo, existe. Por eso, lejos de ignorarlo, el mundo libre debe poner su máxima presión sobre él y sobre los estados que pudieran cobijarlo o brindarle apoyo, pues si se continúa con ese esfuerzo, hay serias posibilidades de incapacitarlo definitivamente como amenaza. Lejos de ser abandonada, la OTAN puede ser una gran herramienta en línea con este fin.
Hay una guerra mundial antiterrorista que comenzó el 11 de setiembre de 2001 cuando las Torres Gemelas dejaron de existir porque un tal Bin Laden las tiró abajo. Es una guerra que debemos ganar. La razón es muy simple: está en juego la supervivencia de la civilización sobre la barbarie. Y recordemos que la barbarie no tiene códigos ni límites. La barbarie tiene un rostro encapuchado y cobarde. La barbarie no distingue raza, color, religión ni credo alguno. En cambio, siembra el odio, el caos y el mal en todas partes.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario