sábado, 15 de septiembre de 2012

El mensaje del jueves 13

El jueves 13 a la noche, una gran parte de la Plaza de Mayo estaba vallada. El mensaje fue claro: el poder hizo saber que la plaza tiene dueño.
Del otro lado de la valla el mensaje fue claro también: la impunidad  tiene un límite, nosotros el pueblo. Donde empieza el pueblo, termina la impunidad. La razón es muy simple: nosotros, el pueblo,  no lo vamos a permitir.
Con las movilizaciones del jueves en Plaza de Mayo, en la Quinta Presidencial de Olivos y en varios puntos a lo largo y a lo ancho del país, hemos dicho que no tenemos miedo, hemos dicho que es hora de poner fin a la corrupción, a la omnipotencia presidencial, a la soberbia y a la criminalidad con que actúan los funcionarios de turno,  al cercenamiento de las libertades individuales, al pisoteo continuo de la Constitución, al desprecio gratuito y al avasallamiento de todos los que pensamos diferente. Queremos  instituciones sólidas y libertad. Queremos ser gobernados y no sometidos. Es más, hemos dejado bien en claro que eso no lo vamos a permitir. Queremos educación pública y gratuita de calidad y justicia independiente; y ya sabemos de sobra cuáles son los errores garrafales del gobierno y el rumbo absolutamente equivocado en el que están llevando al país. La protesta se realizó para protestar por todos esos vicios y muchos más, pero también para hacer saber que la gente se siente huérfana de representación, para reclamar la presencia de una fuerza opositora que sirva de contrapeso al avasallamiento  de esta dictadura demencial  que está mancillando, que está destruyendo literalmente la república.
La protesta del jueves le exige especialmente a la oposición que aprenda a ocupar un lugar, que represente a quienes la convocan. Juan Bautista Alberdi decía que Rosas era gobernante no por contar con el favor de nadie, sino porque no se lo sabía combatir. Es justamente la deuda de todo el arco opositor que debe superar la pasividad y la inoperancia que lo caracteriza. Sabemos que la tarea no es fácil en un espectro político bastardeado por nueve años de impunidad, mentiras y soberbia. Pero es menester que se sientan llamados a ejercer con valentía y decisión esta gran responsabilidad.
Lo que está en juego es demasiado importante como para que todos los políticos opositores pierdan el tiempo en discusiones superficiales. Es menester anteponer los intereses de la nación y el bien común a la mezquindad individual. Es menester comprometerse  para salvar la república. Esa es la misión tan esencial después de este evento tan importante que salió tan bien.

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