sábado, 1 de septiembre de 2012

La falacia del determinismo económico

En abril de 1992, las ciudades norteamericanas  sufrieron una terrible ola de violencia debido al incidente causado por el automovilista negro Rodney King. Los barrios más afectados por los hechos de saqueo y vandalismo fueron Harlem y Bronx, de Nueva York, el lado sur de Chicago y el este de Los Angeles. La impresión “a prima facie” es que eso fue porque que son las áreas más pobres del país. Hay una sorpresa: no lo son. Según estadísticas oficiales de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, el área más pobre es una localidad del estado de Dakota del Sur llamada Shannon County. Le siguen Buffalo, también en Dakota del Sur, y Starr, en Texas. ¿Cuándo fue la última vez que se oyó de disturbios y saqueos en esas localidades?
Hay una tendencia a justificar hechos de violencia social atribuyendo éstos al modelo económico vigente, cualquiera que sea. Según ese argumento, estos hechos no  son condenables porque no son más que el emergente de un sistema económico injusto que oprime al pueblo.
Ese argumento omite lo principal: que estos hechos de violencia son efectuados por decenas, a lo sumo por cientos de personas, y que no cuentan con la aprobación del pueblo. En su inmensa mayoría, en su absoluta mayoría, el pueblo quiere vivir y trabajar en paz. Ese argumento atribuye a las condiciones económicas toda la carga de responsabilidad que subyace en la conciencia de cada individuo. En esa línea de pensamiento, el individuo está despojado de dicha responsabilidad y lo que es peor, despojado de la conciencia misma que lo hace, precisamente, un individuo responsable y consciente como miembro de una sociedad organizada. El peor aspecto de ese argumento tan siniestro es que llega a ser nihilista: socava la convicción en los valores estructurales a los que la sociedad se ancla con el fin de lograr un mínimo de estabilidad y coherencia y, como antítesis, confiere legitimidad a la barbarie.
El hecho de que en la historia reciente de la Argentina también se hayan producido disturbios y saqueos (1989 y 2001) nos da una clave para entender lo falaz de este tipo de argumentos. No se puede saquear un supermercado porque está mal. Punto. Desde el marxismo se pretende justificar estos hechos criminales y antisociales porque, partiendo de esa misma base ideológica, se busca exacerbar la envidia y el odio de clases.
La educación es el elemento necesario para que todo cambie. Con ella, los miembros de sectores más desfavorecidos podrán acceder a empleos mejor pagos y así generar una espiral virtuosa de crecimiento. Singapur, una antigua colonia británica totalmente desprovista de recursos naturales, se ha convertido en una de las principales economías del mundo gracias a sus progresos en materia educativa. Los países latinoamericanos, por su parte, están experimentando fuertes retrocesos en educación, según todas las mediciones internacionales.
La libertad confía en el individuo, en su responsabilidad y en su capacidad de dirigir su propia vida; pero en el aprovecho de esa libertad, es la educación la que permite al hombre lograr su plenitud. La eficacia en el uso de la libertad individual depende de una eficaz educación y de un señalado grado de madurez y responsabilidad. Así lo han entendido las sociedades más avanzadas de nuestro tiempo, las que han apostado a esa formula exitosa que consiste en formar responsablemente a sus ciudadanos.
SI no se garantiza, entonces, que los sistemas educativos de las diversas naciones aumenten su calidad, alcance y eficiencia, no es dable esperar un mejoramiento significativo de la calidad de vida. La mejora de la educación es la clave para el futuro. No creamos, pues, ingenuamente, que la pobreza se soluciona sin mejorar la educación. Sencillamente, eso no es posible. Domingo Faustino Sarmiento decía que por cada escuela que se abra se cerrará una cárcel. Es una pintoresca imagen, ingenua, si se quiere, pero que adquiere una significación contundente e irrefutable si la vinculamos con otro concepto del gran sanjuanino: “Hay que educar para la necesaria adaptación a los medios de trabajo. De lo contrario, el resultado será el atraso y la oscuridad nacional.”
Ese atraso y esa oscuridad se profundizan en virtud de las mencionadas teorías marxistas y de las políticas estatistas e intervencionistas que sólo traen decadencia mientras buscan instaurar un modelo colectivista de nación.  

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