jueves, 6 de diciembre de 2012

¿Y después del 7-D, qué?

Cuando un político argentino en alguna ceremonia dice "tengo el honor...," ya está mintiendo. No tienen ningún honor. Porque en un espacio político bastardeado por casi ya diez años de mentira, impunidad y soberbia, aterra ver el descaro con que se vulnera la propiedad privada, el comercio y todas las actividades lícitas de la población con medidas arbitrarias e inoperantes como la "ley de medios" que nos compete en este artículo, propias de dictaduras de republiquetas bananeras más que de una nación seria. Enfurece que se incite al odio entre argentinos, la lucha de clases, la xenofobia y la violencia. Las masas acuden a las urnas cada cuatro años para votar no a los más idóneos y honestos, sino a los más demagogos y corruptos.
Ahora que llega el 7-D, agitado como bandera de guerra final por el oficialismo, ¿qué expectativas reales de cambio hay? Básicamente ninguna. La fiesta terminó y todo sigue igual, como dice una canción que encaja perfectamente al caso. Está bien que se intente la desconcentración y democratización de los conglomerados de prensa. A los ojos de muchos, de esa forma se abre un camino para que más voces se expresen. Pero no que intenten callar a los medios opositores y perseguir a quienes denuncian a funcionarios corruptos, y esto último es justamente lo que pretende el gobierno, ya que en su saga contra los “medios hegemónicos” encuentra la justificación para dedicarse frenéticamente a recursar jueces y evitar que Clarín alargue la cautelar y consiga un fallo de fondo favorable a sus intereses. ¿Qué idea se quiere instalar? La idea de que si Clarín no desinvierte como y cuando quiere el gobierno, sobrevendrá el caos. Es el mismo presupuesto que pretende vincular una realidad tan ineludible como la inseguridad a la “sensación” agitada por las “malas noticias” de la “cadena nacional del desánimo.” En realidad, el poder está convencido de que, con Clarín desguazado, las posibilidades de reformar la constitución e intentar una nueva reelección para Cristina Fernández de Kirchner estarán al alcance de la mano. La idea es herir de muerte al grupo Clarín: si se logra cortar todo vínculo entre sus diversas empresas como Cablevisión, canal 13 y TN, el gobierno verá esto como un logro político de excepción, capaz de disuadir, entusiasmar y amedrentar a propios y extraños. De modo que esta es la razón de fondo, aunque, mientras tanto, también funcione como cortina de humo que sirve para tapar otros asuntos más urgentes e importantes, como el pago de las sentencias a los jubilados o el expediente que tiene al vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, como su principal sospechoso; sin mencionar el deterioro manifiesto de la educación, los servicios públicos y las instituciones, las cuales, indefectiblemente, continuarán en caída libre. Y la inflación se seguirá disparando, así como las dietas de los funcionarios. En esa construcción de cortinas de humo, en esa búsqueda de enemigos corporativos externos, se esconde un gobierno corrupto y mentiroso que intenta exculpar la mediocridad y la ineptitud con que está administrando el país.  
Por eso, después del 7-D, presumiblemente, el país estará igual o peor que antes: el costo de vida seguirá creciendo y se seguirá comiendo el salario de los que menos tienen, el gasto público continuará aumentando en partidas no esenciales como el Fútbol para Todos, la pobreza, la indigencia y la marginalidad se mantendrán en los niveles que todos conocemos y la inseguridad se ubicará primera en el ranking de las preocupaciones de los argentinos, aunque el poder no la nombrará, igual que jamás pronuncia la palabra inflación.
Lo que hace grande a un pueblo y a una nación, entre otras virtudes, es reconocer sus errores. Tengamos, entonces, la grandeza de corregir nuestras fallas y cambiar el rumbo en que estamos yendo, si hemos tomado un camino equivocado. No busquemos en el odio y el enfrentamiento la solución a los problemas. No está bien dividir a los argentinos en "buenos" y "malos" según respondan o no a la ideología y a la moral reinantes. El país necesita paz y trabajo para todos. La confrontación y el odio no producen riqueza, solamente tragedia. Los demagogos no buscarán nuestro bien, sino sólo votos para seguir en este ciclo decadente que vive la nación, y van a intentar convencernos, siempre que les creamos, que el número es superior a la razón y que ellos saben mejor que nosotros lo que es mejor para nosotros mismos. 

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