sábado, 13 de octubre de 2012

La libertad económica en Estados Unidos

Estados Unidos ha sido reconocido desde siempre como un faro de la libertad económica. Sin embargo, notorios cambios que se vienen produciendo de un tiempo a esta parte pueden perjudicar ese modelo tan exitoso que lo ha llevado a ser la primera potencia mundial en todos los campos, pero muy especialmente en el campo económico.
Según un estudio de la Universidad Estatal de Florida, este país está perdiendo rápidamente su lugar entre las naciones que acreditan mayor libertad económica. Apenas en 2000, Estados Unidos se clasificaba detrás  de Hong Kong y Singapur como la tercera economía más libre del mundo. En la actualidad se ubica en el puesto 18 detrás de estados socialistas de bienestar como Finlandia y Dinamarca.
La disminución de la libertad económica se ha producido en la mayoría de las áreas de la economía, y se debe a que el gobierno federal se ha vuelto más grande e intruso en la actividades privadas con su sinfín de regulaciones. El crecimiento del tamaño del gobierno y el mayor alcance de las regulaciones van en contra de la libertad. Además, una disminución de la libertad de la magnitud que los Estados Unidos están experimentando pueden causar una merma en el crecimiento económico de entre 1 y 1.5 puntos porcentuales según el mencionado estudio. Es la mitad del promedio histórico de crecimiento de alrededor del 3 por ciento.
Es muy importante garantizar la libertad en todos los campos incluyendo, por supuesto, el campo económico. La libertad económica promueve el crecimiento y un nivel de vida más alto y es tanto buena para los pobres como para los ricos. La libertad importa y mucho respecto de cuán bien viven los pobres, pues lejos de significar prebendas para los ricos, revitaliza la economía y proporciona oportunidades de manera ilimitada para todos. Los países más libres tienen mayores ingresos, mayor esperanza de vida, tasas más bajas de mortalidad infantil, una mayor alfabetización  y más libertades civiles y políticas. La pérdida de libertad económica implica un crecimiento bajo o estancado que pone en peligro todos estos estándares de vida.
En el caso de los Estados Unidos, este país necesita reducir drásticamente el alcance del gobierno en la economía a fin de volver a conquistar un lugar entre los países más libres del mundo. Ante las próximas elecciones presidenciales, es menester que esto figure en la agenda de los dos partidos mayoritarios. El nivel de impuestos corporativos, para dar un ejemplo de la desmedida intervención estatal, llega en la actualidad al 35%, y tanto Barack Obama como su contrincante, el republicano Mitt Romney, han prometido rebajarlo al 28 y al 25% respectivamente en caso de ganar las elecciones; pero es fundamental que estas promesas de campañas no se queden sólo en eso, en meras expresiones de deseo sino que se pongan efectivamente en práctica para marcar el rumbo de la recuperación de las libertades económicas.

lunes, 8 de octubre de 2012

Una misión sagrada

Simón Bolívar decía que el que sirve a una revolución labra el mar. ¿Por qué? Porque una nación civilizada (con lo cual el inolvidable militar y estadista venezolano se adelantó a su tiempo) debe estar basada en el diálogo, en el debate, en el funcionamiento neto de instituciones transparentes, más que en el caudillismo y en la manipulación del poder. El proyecto de autoritarismo encarnado por Hugo Chávez logró, sin duda, su definitiva consolidación con su aplastante triunfo en las elecciones de ayer sobre su rival Henrique Capriles y deja a Venezuela por seis años más a merced del modelo que él mismo logró instalar consistente en la obediencia ciega, el fanatismo, y el culto a la personalidad infalible del líder. Se trata de un factor no sólo político sino también cultural que encuentra increíbles similitudes con la Argentina de hoy: persecución a los opositores, prensa controlada, capitalismo de amigos, historia reescrita, clientelismo, relato oficial y realidad. "En este país no hay empresarios, hay millonarios," comentaba un caraqueño ante las cámaras de televisión, y es cierto. ¿Quién necesita empresarios cuando se tiene amigos (léase obsecuentes) del poder? Chávez, exactamente igual que Cristina Kirchner, partió la sociedad en dos.
"Tú eres un burgués y esos lentes son burgueses, dámelos," le dijeron a un turista extranjero en un colectivo de Caracas. El turista los entregó en silencio. Hubo 19.000 asesinatos en las calles de Venezuela sólo en 2011. Los especialistas en violencia señalan que ha crecido el número de delitos contra la vida por sobre los delitos contra la propiedad. Un muerto hoy, aquí, no significa nada. Después de todo, lo importante es lograr el equilibrio del universo, como proclama a los cuatro vientos el comandante Chávez.
Y la grieta se profundiza, y eso también forma parte del universo que Chávez se compromete a equilibrar: el enemigo es el otro y el otro es el enemigo: el que piensa diferente, el más rico, el exitoso, el sospechoso de simpatizar con los yankis. Las familias no se hablan, los amigos se dejan de ver, las reuniones se hacen imposibles, invitados despechados se levantan y se van.
Las revoluciones son incompatibles con la tolerancia ya que observan el pluralismo como un signo de debilidad. La democracia, por el contrario, encuentra en ese pluralismo un rico semillero de propuestas cuya cosecha las torna útiles y necesarias para el fin del bien común. Un gobierno, cualquiera sea su orientación política, tiene una misión sagrada: unificar a su pueblo. Hoy, hay dos países, Venezuela y la Argentina, que están más divididos que nunca. En ambos hay un ambiente crispado y de tensión sin precedentes debido a la inseguridad, a la economía tambaleante, al mal funcionamiento de sus servicios e instituciones, a la falta de una verdadera justicia independiente, al deterioro de la educación, sólo por nombrar los factores más relevantes. En ambos, las causas se atribuyen a modelos que basan su hegemonía en la construcción de relatos, al uso del aparato de manera total y absoluta, al uso de la propaganda, con lo que la sociedad está siguiendo una lógica autoritaria. Todo se origina en la vocación de ese autoritarismo, en el desprecio de las instituciones republicanas y en la falta de la alternancia de mandatos fundamental para la supervivencia de dichas instituciones en el tiempo.

sábado, 6 de octubre de 2012

La década del odio

Casi un año después del triunfo electoral que otorgó la presidencia a Cristina Kirchner con el 54% de los votos, que la mayor parte de ese caudal vaya camino a evaporarse, parafraseando el conocido tango, ya no hay quien lo niegue. Si bien el desbarranque comenzó con el estancamiento económico y el caso Boudou-Ciccone-Vanderbroele, se profundizó aún más con el evento del 13-S y se agravó más aún con el desempeño lamentable que tuvo la presidenta en Harvard, donde se mostró incapaz de contestar preguntas que le hicieron jóvenes estudiantes argentinos, y sólo atinó a responder con evasivas. Le siguieron esta semana las protestas de Prefectura y Gendarmería. Y como si todo esto fuera poco, hay que sumar la grave situación del maltrato tanto físico como moral al que fuera sometido Alfonso Severo, testigo clave del caso Mariano Ferreyra, el militante del Partido Obrero asesinado en 2010. Severo fue encontrado atado y golpeado luego de haber estado desaparecido casi un día entero.
Coincidentes con estos graves hechos, también hay dos cuestiones que habrían sido titulares importantes en el marco de una situación institucional más normal. Esto es la caída del 25% en el patentamiento de autos y del 35% de las ventas en inmobiliarias, originadas en el cepo cambiario que la presidente se niega a reconocer. En efecto, la economía cada vez está más estancada y cada vez la inflación es más alta, configurando la tormenta perfecta. Está todo prendido con alfileres, y nadie sabe a ciencia cierta lo que puede pasar. Se vive al día, lo cual habla muy mal de la calidad institucional de cualquier país que se precie de confiable, una característica de la cual la Argentina se encuentra a años luz. No se crece por la emisión y el gasto público descontrolados, que generan inflación, y así se produce un círculo vicioso que paraliza la economía.
En esta vorágine de malas noticias también apareció el conjunto de las organizaciones judías repudiando la negociaciones con Irán, que se encuentra en serios problemas económicos, porque Estados Unidos y Europa no le compran el petróleo y le faltan dólares, al igual que al gobierno argentino. Esto predispone muy mal a la colectividad israelita en la Argentina, y agrega otro hecho negativo a la gestión kirchnerista, que ya navega a la deriva.
Es que es importante que cada argentino sepa que Cristina Kirchner es un fraude, que llegó a la Casa Rosada en virtud del fraude y del engaño, que es una mentirosa patológica, una manipuladora y demagoga, una ignorante supina en todos los temas, y que está rodeada de una runfla de aduladores y obsecuentes de las más diversas jerarquías que la mantienen en el poder mientras el país involuciona, se cierra al mundo y se retrae a ideologías arcaicas que sólo traen atraso y decadencia mientras buscan instaurar un modelo colectivista de nación como Cuba y Venezuela, por nombrar los ejemplos de prácticamente los únicos países que aún quedan como exponentes de estas ideologías ya enterradas.
De hecho, podríamos afirmar que el kirchnerismo murió cuando murió Néstor Kirchner, ya que sus políticas no tenían más continuidad que el clientelismo y la demagogia, y por supuesto, la soberbia y la prepotencia que lo caracterizaba. Lo que estamos asistiendo en la actualidad es un proyecto absurdo y delirante de perpetuarse en el poder por parte de los profetas de la división y el enfrentamiento que ocupan los cargos claves. Pero la solución para esto tiene una fecha: las elecciones legislativas de 2013 en que la sociedad argentina en su conjunto impida la continuidad de este delirio.
Así, el pueblo argentino comenzará a encontrar reunión luego de estos años de infamia, y la década kirchenrista quedará sepultada en el pasado como una verdadera pesadilla que jamás volverá a repetirse. La década kirchnerista será recordada como "la década del odio."